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Cierta tarde, terminando de cultivar en varios huertos, me contaba un vecino del pueblo donde había terminado de trabajar, que había regresado de un  reino cercano. Un nuevo lugar conquistado por el rey Vladislao. En lo que buscaba las monedas para pagarme por el día,  mencionó lo cruel que había sido con aquel lugar, lo habían dejado de cabeza: cuerpos degollados por las calles, pestes de todo tipo, personas atravesadas con lanzas por el torso y un sin fin de atrocidades más. En aquel momento hubiera afirmado que es una locura más de cualquier habitante de aquí, pero no fue así, desafortunadamente. Día con día aquellos testimonios crecían y crecían, los podía oír en el mercado, al finalizar mi presentación y entre cada  esquina en la que se encontraba un vendedor. El peligro era inminente pero  era  aún más notorio el morbo de cada uno de los habitantes para saber todo lo que pasaba por aquel lugar. A pesar de que muchos decían historias más sangrientas que otras, casi todos coincidían en lo mismo: los reyes buscaban a su princesa y estaban dispuestos a destruir a todo aquello que se interponga en su camino. Y sí, tal vez admito que no era consciente de todo el peso que había detrás de cada historia, pero cuando te encuentras enamorado te sientes fuera de este mundo. Estando enamorado podrías ver el mundo arder en frente de tus ojos y únicamente  lo sentirías como  una pequeña fogata que abriga tu corazón.  

Por otro lado, todos coincidían que gran cantidad de los heridos eran porque fanfarroneaban saber el paradero de la princesa. Todos buscaban cobrar aquella jugosa recompensa. Tan solo dar con su ubicación y su vida estaba solucionada, no tendrían que volver a trabajar nunca más. Todos obviamente mentían y ahí su castigo: la muerte. 

Todas esas historias se las contaba a mi dulce amada, al igual que yo, ella  las escuchaba a diario. Todo esto no era ningún secreto. Nunca se proclamó ante lo que todo el mundo decía, solo escuchaba.  Muchas veces le pregunté su opinión con respecto a todo esto,  pero la verdad es que nunca dijo nada, solo mantenía el silencio y ocultaba la mirada. 

No niego que se me hizo extraño aquello, pero no le presté mucha atención durante  un buen tiempo, dejé que las cosas pasaran a su ritmo. Llámenme despistado, lo acepto, pero cuando tus ojos están en un punto, los detalles a tu alrededor se escapan un poco de las manos. 

Con ello, los rumores seguían dentro del pueblo pero con la chica de los olivos quedamos de acuerdo en que no le prestaríamos más atención a aquello y que solo nos fijaremos en los detalles de la boda. Así  quedamos de acuerdo  durante el paso de las semanas. 

Para aquel entonces empecé a trabajar más como agricultor y artesano, intentando de esta manera  reunir el dinero necesario para llevar a cabo el matrimonio. Ella, por otro lado, empezó a realizar los preparativos menores, comenzó con las invitaciones y también a realizar varias pinturas que decorarían el lugar.

EL IMPRUDENTE BUFÓN Y LA EXTRAVAGANTE PRINCESA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora