Pasado

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Desde que era pequeño, a Kazu le encantaba probar cosas nuevas. El asumir retos era parte de su rutina, por lo que pronto le llamó la atención el skate, debido a los chicos que se la pasaban acaparando el parque de su hogar con sus patinetas, las cuales tenían diferentes diseños que a Kazu no le gustaban por parecer anticuadas.

—Otra vez están quitándome el parque. —bufó el pelimorado enojado. Ya eran cinco días seguidos en los que Kazu no podía ir al parque, ya que la última vez casi lo atropellan con una patineta. —No tienen nada mejor que hacer esos delincuentes. —aquella última palabra la había escuchado por parte de la vecina, quien era una amargada viejita que se la pasaba criticando todo lo que veía.

La mujer de cabellos morados miró a su hijo y rio.

—Están practicando con sus skates. —dijo la mujer. —Deberías intentar con ese deporte.

—Será fácil aprender y humillar a esos niños. —dijo el menor. —¡Aprenderé a patinar y recuperaré el parque! —Había escuchado como aquellos muchachos hacían apuestas al patinar en un lugar llamado "S", a lo que Kazu ideó su plan de hacer una apuesta, ganarle a aquellos chicos y recuperar el parque.

Al principio imaginó que sería fácil, ya que solo era cuestión de montar una tabla con ruedas y mantener el equilibrio, más nunca imaginó lo difícil que sería el simple hecho de montar dicha tabla. Las caídas que sufría todos los días le dejaban moretones por todo su cuerpo, pero poco le importaba, ya que estaba decidido a no dejarse ganar por una patineta.

—Sin llorar. —dijo la mujer, poniéndole una cuarta curita a la piel de su hijo. Kazu aguantó sus lágrimas, pensando en que los moretones valdrían la pena.

Con el paso del tiempo logró montar la patineta, patinar con ella y realizar varios trucos con ella. Kazu se divertía bastante con aquella tabla que le habían regalado sus padres en navidad, pero el de cabellos morados se sentía vacío al ver como aquellos chicos, mayores que él, patinaban en grupos o en dúos, más nunca patinaban solos como él.

Kazu estaba celoso. Quería tener un amigo que le fascinara el skate como a él. Quería compartir experiencias con alguien más.

Pronto comenzó su búsqueda de aquel chico, pero los años pasaban y, cuando pensaba en rendirse, apareció ante sus ojos aquel chico de ojos ámbar y cabellos rojizos como el fuego.

—¿Puedo sentarme aquí? —preguntó aquel hermoso pelirrojo, apuntando al asiento que estaba a su lado. Kazu asintió, pensando en lo hermoso que era aquel chico, y vio como aquel niño lindo tomaba lugar a su lado.

Reki Kyan había llegado a su vida.

El pelirrojo no conocía nada del mundo del skate, pero Kazu se encargó de saciar la curiosidad del chico, enseñándole todo lo que sabía.

—¡Kazu, mira esta patineta! —chilló Kyan, enseñándole la revista a su amigo. Reki había comenzado a interesarse en el diseño de las patinetas, y Kazu no dudaba en que algún día el chico creara su propia patineta, ya que contaba con las habilidades para lograrlo.

Más que un discípulo, Reki se convirtió en un amigo irremplazable para Kazu.

Ambos chicos se la pasaban, todas las tardes después de clases, patinando en aquel parque que había descubierto Kazu por casualidad, ya que el parque de su casa, como se mencionó anteriormente, estaba siendo ocupado por aquellos chicos mayores que él.

Aquel parque se convirtió en un lugar especial para el dúo.

Parecía que todo iba de bien a mejor, pero nadie imaginaría lo que sucedería tiempo después.

Mi ex novio (SK8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora