Flashback I: Navidades grises.

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Sirius había logrado evitar durante todo el día a la putrefacta familia que le había tocado. Cualquiera diría que parecía estar escondido, pero no, estaba en aquel pequeño lugar donde dentro de esa cárcel se sentía libre. No era fácil llegar allí y para ello tenía que evitar alguna que otra caída al abismo. Pero desde aquel lugar, al que accedía a través de la ventana de su habitación, podía ver el mundo muggle que le rodeaba y por unos instantes podía soñar en que su putrefacta familia era normal.

Miró hacia abajo, desde las alturas de aquel tejado, nada parecía indicar que en aquella casa estaba a punto de celebrarse una reunión entre las familias mágicas y puras más importantes del país. Nada más puso en pie en esa casa supo porque su madre había insistido tanto en que tenía que ir, y por insistir, quiere decir amenazar con todas las maldiciones que se le hubieran ocurrido.

Un bombarda máxima y el problema en esa casa se acabaría. Seguro que muchos lo agradecerían.

–¡Sirius!

A través de la ventana abierta que había dejado, escuchaba a su madre aporrear la puerta. Sirius comenzó a descender hacia su habitación.

–¡No te lo repito otra vez! ¡Te quiero abajo inmediatamente!

¿Por qué esa mujer gritaba tanto?

Se acabó de poner la chaqueta y abrió la puerta.

Su madre le miró de forma altiva.

–Espero de ti un comportamiento ejemplar esta noche. Nada de bromas, de comentarios sarcásticos ni estupideces de esas tuyas. Hoy, esta familia se juega mucho.

Con una última mirada hacia su hijo, Walburga descendió las escaleras. Sirius rodó los ojos y siguió el camino de su madre.

Para la ocasión habían despejado uno de los salones y una gran mesa adornaba la estancia en lugar de los típicos sofás. El número de cubiertos era numeroso para desgracia de Sirius, quién vaticinaba una noche muy aburrida.

Allí se encontraban sus tíos, Cygnus y Druella, y dos de sus hijas. Obvio que solo serían dos. Andromeda, la mayor de las tres hermanas Black, hacía años que había desertado y se había fugado para casarse con un hijo de muggles. Para Sirius, la única valiente de toda la familia.

–Los invitados están a punto de llegar. –Druella parecía nerviosa y no dejaba de dar vueltas por la sala. Su marido por otro lado más bien parecía estar triste.

Walburga al igual que su cuñada, ordenaba de un lado a otro a los pobres elfos. A Sirius le repugnaba esa imagen. Todo por una estúpida reunión, cena o lo que fuera a ser aquello. A saber qué tipo de invitados tendrían esa noche.

No tardo mucho en averiguarlo cuando la chimenea se iluminó y de ella comenzaron a salir un mago detrás de otro.

–¡Abraxas! – Orión acudió raudo a darle la mano a un mago alto de pelo rubio intenso.

Al escuchar el nombre Sirius giró rápidamente la cabeza. No podía ser, si Abraxas Malfoy y esposa estaban allí quería decir...

–Lucius, te estás convirtiendo en un joven muy apuesto–Walburga y Druella se deshacían en halagos hacia el heredero de los Malfoy. –Narcisa querida, muéstrale a Lucius el lugar donde se sentará.

En la cara de Narcisa apareció una enorme sonrisa y acudió al encuentro de Malfoy, el cual ni cortó ni perezoso la recibió tomándola de la mano y posando un delicado beso en ella.

Sirius estaba a punto de vomitar.

Los siguientes magos en aparecer por aquella chimenea fueron los Lestrange. Sirius rodó los ojos, ya solo faltaba que apareciera por allí Snape y estaría el grupo entero.

«𝐑𝐨𝐣𝐨 𝐎𝐬𝐜𝐮𝐫𝐨 𝐜𝐚𝐬𝐢 𝐍𝐞𝐠𝐫𝐨»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora