Sirius nunca tuvo tantas ganas de cenar con su familia como en aquella ocasión.
Esa sería la última cena con ellos y la primera hacia su nueva vida. En momentos se emocionaba, era una posibilidad que siempre creía lejana, pero esta vez ahí estaba. En tan solo unas horas sería libre…
Serían libres.
Miró el reloj. La familia Black tenía unos horarios muy estrictos y la cena ya debía de haber comenzado. Se hecho un último vistazo en el espejo y se ajustó el cuello de la camisa.
–Que comience el espectáculo.
Todos estaban sentados a la mesa. En cada extremo su madre y su padre la presidian, mientras que en un lado se sentaban sus tíos y Narcisa y en el otro Bellatrix y Regulus. Que encantadores eran, al menos habían dejado un sitio para él al lado de su hermano, aunque hasta ahí había sido su amabilidad ya que todos habían comenzado a servirse. Tomó asiento e imitó al resto.
La cenas familiares solían ser bastante aburridas, la mayor parte comían en silencio, pero en esta ocasión su madre y su tía estaban tan excitadas con los próximos acontecimientos, que no paraban de hablar.
–Druella, las chicas se verán divinas. –Walburga daba un sordo a su copa y la dejaba sobre la mesa. –Mi madre y abuela, benditas sean allá donde estén, utilizaron esas mismas diademas. Ya creía que nunca las iba a volver a ver sobre una Black.
Druella sonrió a su cuñada, pero en su rostro Sirius comprobó que no le parecía hacer mucha gracia lo que su madre proponía.
–Walburga querida… Las diademas son preciosas, pero… yo también poseo artículos muy valiosos de la familia Rosier que me encantaría que mis hijas portasen, como por ejemplo las tiaras.
Todos dejaron de comer cuando Druella incluyó el pero en su conversación. Miraron a Walburga expectantes de cuál sería su reacción. Llevarle la contraria a su madre… Su tía no deseaba llegar viva al día de mañana. No podía mentir, pero por dentro ya disfrutaba de la que se iba armar en los próximos segundos.
–Por supuesto que… ¡No! ¿Sustituir las reliquias de los Black por la de los Rosier? –Walburga no aguantó la risa. –No me hagas reír más Druella. Las chicas estarán preciosas con mis diademas.
Walburga pensó que con aquella contestación había dado por finalizada la conversación pero Druella no estaba muy por la labor de dejarse menospreciar.
–¡Son mis hijas y llevaran lo que yo decida!
Como si de un partido de tenis, todas las cabezas giraron rápidamente hacia Walburga. Sirius conocía esa expresión en la cara de su madre, era la misma que solía ponerle cuando se burlaba de los valores familiares.
–¡No son tus hijas! Pertenecen a esta familia y por lo tanto, solo los Black reales decidirán acerca de lo que es conveniente para ellas.
Druella abrió los ojos sorprendida. Su cuñada la acababa como quien dice de expulsar de la familia, aunque no realmente pero sí que había expresado que no era considerada como tal. Miró a su marido intentando buscar su apoyo pero este simplemente continuó cenando como si nada, hizo lo mismo con el resto; hijas, sobrinos, cuñado… Pero ninguno dijo nada. Apretó los labios rabiosa y guardo silencio. Al fin y al cabo sabía que tenía razón, ella no era una Black de sangre, simplemente había sido casada con uno para continuar el linaje y aunque hacía años que se consideraba como una, las diferencias en la pureza de su sangre estaban ahí, así que imitando lo mejor que pudo a los Black asintió y se quedo callada.
Sirius se resignó, su madre tenía demasiado atemorizados a todos los miembros de aquella familia como para que ninguno tuviera la osadía de decirle nada. Pero como aquella sería la última vez que cenaría con ellos decidió darle vida a aquella situación que sin querer, su queridísima tía Druella, le había brindado.
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«𝐑𝐨𝐣𝐨 𝐎𝐬𝐜𝐮𝐫𝐨 𝐜𝐚𝐬𝐢 𝐍𝐞𝐠𝐫𝐨»
FanfictionEl secreto que esconde Sirius hace que los Merodeadores descubran que los malos no son tan malos, los buenos no son tan buenos y no hay que infravalorar al que parezca débil. Además, la lucha contra la realidad de la vida adulta se complica cuando L...