Los peligros de la mensajería

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"Serán solo un par de semanas"

"Ni si quiera notarás que está en casa"

Esa fue la manera con la que Sirius trato de convencerla. Pero esas dos semanas se habían convertido en dos meses y era imposible no saber que Alphard estaba en casa, se metía en todas sus conversaciones y se permitía el lujo de opinar sobre sus asuntos personales. Era como volver a vivir con su tía Walburga.

La frialdad de la mañana hizo que un escalofrío recorriese todo su cuerpo. Sirius hacia unos minutos que acababa de llegar y ya dormía profundamente, la pasada noche habían realizado una serie de redadas que habían acabado con varios detenidos. El número de magos y brujas oscuros era cada vez mayor.

Muy a su pesar debía de levantarse de la cama para ir a trabajar. Seguro que el ministerio estaría bastante revolucionado por las detenciones y se departamento repleto de expedientes con los que debían tratar de relacionar la compra de artículos de artes oscuras con los sospechosos. Una vez preparada fue a la cocina a tomarse una gran taza café bien caliente, el día sería largo así que debía empezarlo con las pilas cargadas. Pero lo que pretendía ser unos minutos de relax antes de irse, se iban a convertir en todo lo contrario. Alphard se encontraba sentado junto a la ventana tomando un té.

Resopló. Ni si quiera se tomó la molestia de darle los buenos días, el tampoco lo iba hacer. Le ignoró y continuó con su cometido. Se sorprendió al ver que el Profeta ya había llegado. Esa mañana las rotativas debieron de darse prisa tras la redada, pero cuando comenzó a leerlo no vio nada que informase de ella. Eso sí que era extraño.

–También ha llegado esto para ti. –Alphard le entregó una carta.

La tomó y efectivamente su nombre aparecía escrito en ella, la giró para ver el remitente pero estaba en blanco.

–¿De quién es? –Inquirió Alphard.

–A ti te lo voy a decir.

Guardó la carta y terminó de café. Salió de la cocina dejando a un Alphard que fruncía el ceño. No le importaba, era lo último que le faltaba que cotilleara también en su correspondencia.

Cuando por fin llegó al ministerio se sintió más relajada, allí no había ningún familiar incordiándola.

–¿Con quién te has peleado a estas horas de la mañana? –Remus la interceptó de camino a su departamento.

Cuando se enteró de que a Remus le habían despedido de Gringotts, sintió mucha pena por él, era un buen hombre y no se merecía eso. Así que como tenía conocimiento de un puesto libre en la recepción del ministerio movió algunos hilos y con una buena carta de recomendación hecha por ella misma, Remus consiguió el trabajo.

–Ni me lo recuerdes.

Remus no tuvo falta de preguntar nada más para saber quién era el que motivaba esa actitud en su amiga.

–Si necesitas alguien con quien hablar, ya sabes dónde estoy.

Agradeció sus palabras, pero necesitaba llegar cuanto antes a su oficina. Ya se pasaba unos minutos de su hora.

Creyó que aquello iba a estar más revolucionado, cada vez que había conocimiento de una nueva detención de un mago oscuro siempre había mucha tensión, pero a pesar de lo que le había contado Sirius, todo parecía muy normal. Es mas mucho de los expedientes que había dejado el día anterior para hoy habían desaparecido y la única contestación que tuvo al respecto fue que se habían desestimado sus investigaciones. Sacudió la cabeza para quitarse una absurda idea de la cabeza. El ministerio nunca ocultaría nada.

«𝐑𝐨𝐣𝐨 𝐎𝐬𝐜𝐮𝐫𝐨 𝐜𝐚𝐬𝐢 𝐍𝐞𝐠𝐫𝐨»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora