XXXIII. Habla el dolor

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Para las cinco de la tarde, Lali ya estaba en su casa, envuelta en una bata, de pie frente a su placard. Suspiró y cerró los ojos para recordarse a sí misma que aquella era una cena de negocios y que debía mantenerse estrictamente pegada a su plan. Porque ella lo sabía, volver a ver a Peter a los ojos había removido ciertas cosas en ella y ni tres meses en Italia iban a cambiar lo que sentía, aunque sea experta en negarlo frente a él.

Por eso cuando se encuentra de pie frente a la puerta de la casa que él había elegido para los dos, se toca el corazón y le late muy fuerte y rápido. Le tiembla un poco el pulso y se muerde el labio nerviosa. Cierra los ojos y suspira cuando toca el timbre, porque no va a darle el gusto de verla humillada entrando con la llave con la que se fue dejando todo atrás.

Todo cambia cuando Peter abre la puerta y cruza su mirada. Ella sonríe ínfima y victoriosa: Look excelentemente bien elegido. Vestido rojo, al cuerpo, de la última colección de Giovanna: "Pronta para matar, bambina", había dicho ella. Un escote que dejaba más piel a la vista que la que ella acostumbraba mostrar. Sus labios con un brillo sutil y su mirada bien marcada con una sombra difuminada en negros y su pelo suelto y ondulado, descomprimía toda la potencia de aquel look.

–¿Me vas a invitar a pasar?

–Es tu casa –dijo él después de reaccionar y hacerse a un lado.

–No, hace rato que no. –y le entregó la llave de aquel que fue su hogar. Se rompió un poco por dentro pero su personaje se mantuvo impenetrable–. Permiso.

–Viniste puntual –dijo mientras cerraba la puerta.

–Nunca llego tarde a las reuniones de trabajo.

–¿Vino?

–Tinto.

–Enseguida.

–¿Tu oficina?

–A la derecha, podríamos empezar acá, ¿te parece? Digo, así no se me pasa la pasta...

–¿Pasta?

–Sí, es tu favorita, ¿no? A menos que hayas cambiado en estos últimos... ¿Cuánto, tres meses?

–Tres meses.

–¿Dónde estuviste?

–¿Importa?

–Estoy intentando romper el hielo, Lali.

–Es mi vida privada, y yo vine a hablar de negocios.

–Son negocios, dejaste la dirección de Espósito Modas por tres meses... ¿o crees que el inversor mayoritario de la empresa no debería preocuparse por quién está a cargo de la misma?

Lali suspiró, giró su cabeza hacia un lado y al otro para sonar su cuello, y al abrir los ojos, lo vio a él mirándola fijamente.

–Estás muy linda –acotó y bebió de su copa para luego entregarle la suya.

–Gracias –ella la tomó y se sentó en una silla de la barra que separaba la cocina del living–. Estuve en Milán. Fui a reunirme con mi mentora, Giovanna, hablamos de las colecciones de otoño-invierno, vi un par de muestrarios de tela, estuve en algunos desfiles... –mintió... u omitió–. Me fui a ocupar de mi negocio también.

–Nuestro.

–¿Para qué queres las acciones? –dijo sin más.

–No quiero las acciones.

–¿Y entonces por qué no me dejas comprártelas?

–Estos meses me di cuenta de que me gusta la dirección de empresas.

–Peter...

–¿Sí?

–Probaste alguna vez, no sé, digo nomás, eh... ¿ir a terapia?

–¿Perdón?

–¿Me gusta la dirección de empresas? ¿Desde cuándo? ¿Desde que papi no te obliga más a que la estudies? No me jodas.

–Lo que hago o dejo de hacer en mi vida ya no te interesa.

–Lo que hagas o dejes de hacer que influya en mi negocio me interesa, porque estás destruyéndolo.

–¿Viste los últimos números? ¿Te mostró Eugenia los libros? Porque hasta ella se sorprendió al ver que tres o cuatro cosas que sugerí, tuvieron más efecto del esperado. Lali... podríamos hacer un buen equipo.

–No quiero un equipo.

–Estás en modo caprichoso.

–Mi papá era mi equipo.

–Tu papá va a serlo por siempre. Veni, vamos a comer –acerca dos platos con spaghetti con salsa y queso rallado. Le corre la silla a ella para que se siente, ella lo hace, y luego se sienta enfrente, despliega una servilleta sobre su regazo, y la mira–. Bon apetito.

–Gracias.

–Lali, te lo digo de verdad, tu papá te transmitió su pasión por la moda, su visión de mundo y don de vestir pero bueno... sus números hacían un poco de agua. Lo que yo te propongo es que te encargues de la empresa en cuanto a diseño y dirección de taller, y yo me encargue de administrar nuestras finanzas... a todos nos gusta la buena vida y creo que estoy haciendo un muy buen trabajo.

–No va a funcionar nunca.

–¿Por qué? Funcionamos muy bien juntos.

–Es un chiste, ¿no? Cada vez que pudimos estar juntos, algo lo arruinaba.

–La última en arruinar todo fuiste vos.

–No –se levantó de su lugar–. Vos arruinaste todo cuando me robaste la empresa de mi papá a mis espaldas.

–Lali esto no f-

–Esto fue un error –interrumpió.

–Déjame explicarte.

–¿Qué me vas a explicar? No te quiero escuchar, no quiero que me mientas más.

–Jamás te mentí, Lali, yo-

–¿Vos qué? ¿Jugabas a la casita feliz acá mientras te reías con tu ex mujer a mis espaldas? Bah –ríe irónica–. No sé si es ex o aun es tu mujer, si nunca firmaste los papeles del divorcio.

–¿Eso fue? ¿Todo por esos papeles?

–Por todo, Peter, por todo.

–No es nada de lo que piensas y todo sería más simple ¡si me dejaras hablar!

–¡No te quiero escuchar! ¿No entendes? ¡No te quiero escuchar! ¡Nada de lo que digas va a cambiar lo que sos!

–¿Y qué soy? La peor mierda de este mundo soy para vos, y lo único que quise hacer siempre fue hacerte feliz, carajo!

–No, Peter, no sé si sos la peor mierda del mundo... pero cada vez te pareces más a tu viejo, y eso dice mucho de vos.

–Andate de mi casa.

Y ella agarró su cartera y salió de allí dando un portazo. Él revoleó la servilleta sobre la mesa, y no conforme agarró la copa y la revoleó contra la pared haciéndola estallar en mil pedazos. Luego derramó una lágrima mirando a la nada.

Mientras ella lloraba sin consuelo en el auto, sin poder irse de allí.

Esa guerra no tenía fin en el corto plazo... y lo peor de las guerras, es que nadie gana hasta que el otro quede completamente destruido.

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2023 ⏰

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