XII. Sentimientos

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Ya caída la noche Peter regresó a su casa. Ingresó directo por la reja del jardín para adentrarse en su departamento y evitar cruzarse a sus padres. No necesitaba que nadie arruinase lo que había vivido ese domingo. Aquello que compartió con la familia de Mariana que no vivía muy lejos de su casa pero que se desenvolvía de manera muy contraria a lo que él conocía. No había sido solamente el compartir con Lali lo que lo había fascinado, sino la calidez que sintió de parte de su padre y de Julia, quienes lo habían recibido como un hijo más, brindándole el afecto que no había sentido jamás de parte de su padre y que en pocas ocasiones había proporcionado su madre quien lo amaba, y no tenía dudas de aquello, pero que su amor no estaba en dedicarle tiempo al compartir simples cosas sino en acompañarlo a actos escolares y darle todo lo que él quisiese de niño y adolescente, facilitándole la vida e interviniendo en la tensa relación que Juan Pablo y Juan Pedro compartían. 
Lo que lo sorprendió fue la gran diferencia entre una y otra familia y cómo aquel paralelismo lo atraía a cruzar la vereda y elegir ese modelo familiar lejos de todo protocolo y estructura aristocrática. Porque cuando él y Lali entraron a la casa mojados de pies a cabeza, Julia y Carlos no solo compartieron una carcajada cómplice con ellos sino que también le dieron una toalla, le prestaron ropa seca y los obligaron a subir para darse una ducha caliente -que compartieron entre besos-, para luego bajar a compartir una ronda de mates que se convirtió en un delivery de empanadas para cenar. 

–Gracias por dejarme compartir el día con tu familia –le dijo ya en la puerta mientras le sonreía. 

–Digamos que te invitaste solo pero está bien, tomo tu agradecimiento –sonrió y se acercó a él mientras le acomodaba el buzo.

–En cuanto lave la ropa se la alcanzo a tu papá –ella asintió en silencio y suspiró para mirarlo a los ojos y notar el brillo en ellos.

–¿Qué voy a hacer con vos? –apoyó su frente en la de él y sonrió–. Me gustas mucho, Peter –y esa fue su forma de decirle que lo quería, algo que no recordaba haber dicho después de la primera vez en la que le rompieron el corazón, y por eso tenía miedo.

–Se me ocurren un montón de cosas para hacer juntos.

–Pero te vas a casar con otra mujer, y yo no quiero ser segunda, no quiero ser la otra –suspiró. Lo miró y añadió–: Pero a la vez no dejo de pensar en vos y en todo lo que me gustaría que hagamos juntos.

–No dejemos de hacerlo –dijo él y la tomó de la cintura–. Yo sé que no queres estar en ese lugar y me encantaría que no lo estuvieses, me encantaría haberte conocido antes para poder ponerle fin a esta locura, pero quiero conocerte a vos, quiero estar con vos, y mientras tanto ver cómo hacer para evitar el casamiento.

–¿Y si no lo podes evitar? Te vas a casar con ella, Peter. Tal vez te parece un trámite pero un casamiento implica convivencia, quizá un hijo, dos –lo miró–.  No quiero que te prohíbas conocer a Paula por mi, porque vas a compartir toda tu vida con ella. 

–¿Y vos?

–Yo estoy con Santiago, y es un buen chico, me hace reír, la pasamos bien. 

–¿Estás con otro? –dijo exagerando su sorpresa porque ya lo sabía y ella rió.

–Disculpe señor protocolo, sé que es impensado de parte de una mujer el compartir cama con  más de un hombre sin siquiera ser pareja –dijo sonriendo y él la besó.

–Te quiero mostrar mi mundo, Lali. El de Peter, uno paralelo a este en el que me tengo que casar por obligación con una persona que no amo. Dejame. 

–¿Vos vas a conocer el mío?

–Si me dejas, sí. 

–Entonces uno y uno, ¿Te parece? Así es justo para ambos –él asintió y ella lo abrazó para decirle, apoyada en su hombro–: No sé qué va a pasar en un futuro pero no quiero perderme la posibilidad de conocerte hoy –lo miró a los ojos y acarició su mejilla–: Así no podamos escaparnos a un mundo paralelo y tengamos que vivir en este, pase lo que pase nos vamos a poner felices por el otro, porque es desde el amor que hacemos esto –él asintió. 

AMOR ENTRE COSTURASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora