Junio aparecía en el calendario coincidiendo con la mitad del otoño, los árboles sin hojas y el frío polar que no esperaba al invierno y ya azotaba las mañanas en Capital Federal.
Peter se levantó casi a las siete de la mañana, antes de que sonara el despertador, y salió de la habitación antes de que su mujer abriese los ojos y notase que él ya no estaba allí. Atravesó el jardín casi corriendo para evitar que el frío le congelara hasta los huesos y entró tiritando a la cocina. Encendió la luz, sopló un poco de aliento caliente entre sus manos para volver a su temperatura corporal, se preparó un café y caminó silenciosamente hasta el escritorio de su padre luego de chequear que éste no estuviese despierto. Revisó con cuidado de no mover nada fuera de su lugar cada cajón y cada pila de papeles. Miró por encima sobre la biblioteca que de niño lo había fascinado tanto, y no notó nada en particular. La computadora estaba apagada y suspiró frustrado cuando la pantalla le pidió una contraseña. Sacó su celular del bolsillo, desbloqueó la pantalla y luego de marcar un número que sabía casi de memoria, se lo llevó a la oreja. Suspiró cuando nadie le contestó del otro lado y salió de la oficina cuando escuchó ruido afuera. Al entrar a la cocina encontró a su madre y la saludó con un beso en la cabeza intentando evadir sus preguntas y regresó a su casa.
–Buen día, extraño.
–Buenos días –sonrió–. Fui a buscar café a lo de mis padres porque nos quedamos sin; a la tarde voy a ir a comprar algunas cosas.
–Me encanta que te comportes como un mortal común y corriente –besó sus labios–. Buen día.
–No me cuesta hacer las compras, al contrario, me gusta. ¿Vos qué vas a hacer el día de hoy?
–Tengo que ir a visitar a mi madre para ayudarla con las invitaciones de la cena de la fundación, supongo que me quedaré ahí hasta la tarde. Quizá visite a María, tenía unas opciones de casas para ver.
–¿Casas? ¿Pensamos mudarnos?
–¿Acaso pensaste que viviríamos mucho más en este lugar? Peter, necesitamos nuestro espacio, más habitaciones para cuando tengamos hijos.
–¿Hijos?
–Claro, llevamos casi un año de casados, deberíamos empezar a pensar en una casa propia, no este departamento de soltero que te armaste en el jardín de tus padres...
–Paula yo no...
–No te preocupes, papá me dijo que eligiese la casa que más me gustara, que él nos la compraría como un regalo de aniversario.
–No quiero que tu padre nos compre una casa, Paula. Quiero que elijamos entre los dos, primero, y algo que podamos pagar nosotros.
–Peter, tu papá y mi papá ya lo arreglaron, solo tenemos que elegir; María vio algunas casas a la venta junto al martillero de sus padres, muchas cerca de su casa, es un barrio muy lindo para formar una familia –y se acercó luego de tomar la cartera–. Peter, ¿Estás bien?
–Eh, sí. Me voy a bañar.
–De acuerdo, yo voy a desayunar con mi madre, nos vemos por la noche –besó sus labios–. Qué tengas un hermoso día.
–Vos también –le sonrió y besó su mejilla para luego meterse en el baño.
Lali, por su lado, salió de la ducha envuelta en su bata y con una toalla como turbante en la cabeza. Se secó el pelo, se cambió y mientras se maquillaba, Julia entró por la puerta con una sonrisa y un termo con agua calentita para servirle y entregarle el primer mate la mañana.
–Buenos días.
–Buen día, corazón. ¿Cómo dormiste?
–Bien, creo que logré dormir tres horas de corrido –sonrió.
ESTÁS LEYENDO
AMOR ENTRE COSTURAS
Fanfic"Las mujeres distinguimos perfectamente cuándo un hombre nos mira con interés y cuándo, sin embargo, lo hace como el que ve un mueble." María Dueñas