XX. Welcome to New York

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–Este es el itinerario –le dijo dejando una hoja en sus manos y siguió su camino detrás del botón que llevaba sus valijas. Él se giró sobre sí y caminó detrás de ambos hasta el ascensor.

–Cocktail en la 230th rooftop, after office en el Hard Rock en Times Square, breakfast en The Times, meeting lunch en las oficinas de Cairways Airlines, creo que todo se me da muy bien –dijo metiéndose en el ascensor junto a ella. La corta distancia que separaba sus cuerpos lo obligó a inspirar el olor de su perfume. Se quedó mirándola y ella lo notó porque levantó su vista para encontrarse con sus ojos.

–¿Qué? –Le preguntó justo en el momento en que el ascensor se detuvo y ella salió disparada antes que el carro, las valijas, el botón y él. 

–You're room is number 405, miss Espósito –dijo al insertar la tarjeta en la ranura y abrir la puerta. Dejó sus valijas dentro del cuarto y salió para recibir la propina. Ella cerró la puerta tras de si sin darle tiempo a réplica.

–Chau –dijo al aire y suspiró. Caminó unos metros más con el hombre y él hizo lo propio con su habitación.

Ella sacó sus vestidos de la valija mientras la música de Dua Lipa armonizaba el ambiente. Los grandes ventanales de su habitación le ofrecían una vista ampliada del Central Park East. Sonrió, se sirvió un vaso de agua y se sacó los zapatos mientras tarareaba. No había tenido posibilidad de confesarle a nadie lo mucho que disfrutaba estar en esa ciudad. La beca en Milán le había impedido cruzar el continente para instalarse en ella y dedicarse a las revistas de moda americanas por lo que siempre que podía hacer una escala y respirar aquel aire colapsado de ciudad y mal olor, lo hacía. No entendía qué era lo que la atrapaba tanto en aquella ciudad, pero tampoco se demoraba en encontrar la respuesta, ya que cada vez que estaba allí encontraba más motivos que la hacían volver. 

Salió de la ducha envuelta en la bata blanca de hotel y su pelo envuelto en la toalla del mismo color. Lo dejó caer frente al espejo, luego de sacarse el maquillaje con su rutina diaria y cantando la canción que sonaba de fondo mientras el secador de pelo oficiaba de micrófono. Se destensó de aquellas horas de avión y se sonrió a sí misma al verse renovada. Pidió servicio a la habitación y se recostó a leer un libro mientras aguardaba su comida. Golpearon la puerta al poco tiempo y se calzó las pantuflas rosas a juego con su pijama de dos piezas del mismo color con lunares negros y arrastró los pies hasta la puerta.

–Thank-you –dijo dividiendo en sílabas al ver que detrás de esa puerta, junto a su comida, estaba él–. ¿Qué haces acá? –dijo mientras él se recostaba de costado sobre la pared.

–Antes entraste tan rápido que no me dejaste ni preguntar qué ibas a hacer esta tarde si el itinerario empezaba mañana –se cruzó de brazos mirando la mesa de ruedas que aguardaba en su puerta–. Venía a invitarte a cenar algo pero bueno, llegué tarde –dijo y se incorporó para caminar lentamente hasta el ascensor. Ella suspiró y cerró sus ojos mientras se daba en su cabeza una batalla entre el debo y el quiero de una milésima de segundo.

–Peter –lo llamó y él la miró desde su lugar frente a las puertas metálicas–. Si queres podes comer conmigo, pedí bastantes cosas porque no me decidía por una –dijo mirándolo y las puertas metálicas se abrieron frente a él. Él las miró y volvió a mirarla a ella que permanecía de pie con una mano apoyada en el marco de la puerta frenando el cierre de esta–. Me venías a invitar a comer; te estoy invitando yo. ¿Tanto vas a dudar?  

Él negó con la cabeza y dejó que las puertas vuelvan a cerrarse en su espalda para caminar hasta ella y ayudarla a entrar la mesa a la habitación.

–Solo a comer, eh –advirtió ella caminando por delante suyo.

–Solo a comer –dijo Peter mirándola con una sonrisa de costado que se le escapó inconsciente mientras ella se arrodetaba el cabello. Ella lo miró y él se sintió atrapado. Sus mejillas se volvieron rojizas y ella rió mientras negaba. 

AMOR ENTRE COSTURASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora