Lali había decidido dejar a la fashionista dentro del placard y, tras recibir besos y abrazos de su padre, y ponerse al corriente sobre su estado de salud, había ido a su antigua habitación, aquella que permanecía en el tiempo como la de una joven adolescente que amaba el estilo vintage y minimalista, había desarmado sus valijas y había cambiado los tacos por unas cómodas zapatillas. Había atado su cabello morocho en una cola alta y había contestado algunos mails y mensajes que habían llenado su buzón con cuestiones referentes al trabajo. Derivó todo a su asistente y prometió encargarse en una semana.
Bajó hacia la cocina saltando los escalones de dos en dos y se encontró con Julia, aquella mujer que había cuidado de ella desde que era una bebé y había construido con su padre una relación más allá de lo laboral permitiéndose ambos volver a amar.
–Qué linda que estás, Lali –sonrió–. Estoy preparando tu comida preferida –sonrió.
–Gracias, me voy a preparar té para mi y para papá. ¿Queres?
–Estoy con el mate, gracias –sonrió.
–Decime la verdad, ¿Cómo está? –se sentó en una banqueta y la miró a los ojos. Los de ella estaban húmedos–. ¿Julia? –ella la miró–. Quiero la verdad.
–Carlos está mal –Lali suspiró acongojada–. Lo que más lo lastima es pensar en dejar de trabajar y tener que cerrar la tienda por tiempo indeterminado, está seguro de que no funcionaría sin él allí y al tenerte a vos en Italia, no puede delegar en nadie –Lali asintió–. Lali, tu papá está grande, está cansado y no tiene la energía que a él le gustaría para seguir haciendo las cosas que hacía a los cuarenta y cinco –sonrió y cebó un mate para ella–. Yo también lo estoy y no puedo ayudarlo más que en mi tiempo libre, el hogar me demanda demasiada energía –y ella asintió comprensiva.
–¿Cómo anda todo en el hogar? –sonrió al ver cómo se le iluminaban los ojos: Habían comprado una casa grande cerca de San Telmo para albergar a niños, niñas y adolescentes en situación de calle o abandono y habían sido destacados por su labor solidaria por la presidencia de la nación, otorgándoles la posibilidad de ser sede de adopción.
–Todo funciona de maravillas, deberías ir, los chicos están felices aunque algunos protestan por tener que ir al colegio –Lali rió–. Podrías ir en estos días y regalarles un show de los tuyos.
–Julia, eso lo hacía cuando tenía quince años, por favor, solo soy cantante de ducha –rieron.
–Lo hacías hermoso y estoy segura de que eso no se olvida. ¿Qué vas a hacer hoy?
–Voy a cenar con ustedes y más tarde Eugenia me llevará a la fuerza a una fiesta.
–Está perfecto que salgas, Lali. Te lo mereces –sonrió con ella.
–Te ayudo con la mesa y voy a ver a papá al taller –asintió y salió.
La música sonaba fuerte y más de uno gritaba al oído de su destinatario para que lo escuchara. Lali seguía a Eugenia entre el gentío y se tambaleaba con gracia esquivando borrachos en su camino. Un gran salón se había acondicionado acorde a la noche: Parlantes, luces, barras y un dj que sabía cómo hacer que la gente se mueva de un lado a otro al ritmo de la música. Se acodaron a la barra cuando Eugenia pidió dos cervezas.
–Por los viejos tiempos –dijo gritando y levantando su botella. Lali sonrió y golpeó con la suya para luego darle un sorbo.
–¿Nicolás sabe que estamos acá?
–Ya aparecerá –le restó importancia–. ¿Vamos a bailar? –asintió y salieron hacia la pista.
Bailaron juntas y en su mundo un par de canciones. Lali se dejó llevar por la insistencia de su amiga y se olvidó de los modismos italianos para menear y cantar a los gritos con su amiga y hermana de la vida. Nicolás apareció detrás de Eugenia con dos cervezas que ambas agradecieron y bebieron un poco. Eugenia se abrazó a su novio y Lali se excusó con ellos para ir al baño. Al salir no los encontró pero estaba sedienta por lo que se acercó a una de las barras más alejadas de lo que era la pista de baile. Estaba en el exterior, en el jardín, bajo un gacebo semi cerrado. Había algunas mesas alrededor junto a un ping pong. Ella se sentó en la barra y le sonrió al barman.
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AMOR ENTRE COSTURAS
Fanfiction"Las mujeres distinguimos perfectamente cuándo un hombre nos mira con interés y cuándo, sin embargo, lo hace como el que ve un mueble." María Dueñas