X. Runway

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Mariana abrió los ojos después del primer pitido del despertador. Inspiró profundo y exhaló mientras esbozaba una sonrisa nerviosa mirando el techo. Corrió las colchas de su cama y se calzó las pantuflas de a una: primero el pie derecho y luego el izquierdo; pues cabalera, siempre. 

Mientras Lali abría la ducha y dejaba correr el agua hasta que alcanzara la temperatura ideal para meterse debajo de ella, José estacionaba su auto frente a la mansión Lanzani y apagaba el motor luego de confirmar que esa era la dirección correcta. Tomó el sobre que su jefa le había encargado especialmente y bajó mirando hacia ambos lados para evitar ser atropellado por un conductor acelerado. 

Caminó a paso tranquilo con sus setenta años bien llevados, de punta en blanco, hasta la gran puerta de madera blanca que estaba en altura frente a él junto a las escalinatas en las que Peter se había sentado la noche anterior con la esperanza de que Lali apareciera, y así lo había hecho. Tocó el timbre y aguardó unos minutos en el pórtico. Pero si José no alcanzó a tocar por segunda vez no fue por su falta de insistencia, sino porque una joven morena y de amplia sonrisa le llamó la atención desde atrás.

–Buenos días, señorita.

–Buenos días, señor –sonrió y se paró delante suyo–. ¿Puedo ayudarle en algo?

–¿Usted vive acá? Tengo un sobre para el señor Lanzani –y él sonrió con picardía de quien está ayudando a su nieta–. Me pidieron especial certeza de que el señor lo recibiese en mano.

–Pues el señor Lanzani es mi prometido y justamente hacia su encuentro me dirijo –sonrió incómoda y curiosa–. Si quiere puedo entregárselo en su nombre –notó que el hombre miró su reloj y su cara denotó su apuro–. Vaya tranquilo, le prometo que Peter recibirá el sobre en su nombre, debe estar apurado.

–Pues la verdad es que sí, hoy es un día muy importante –dudó pero finalmente lo entregó. 

–¿Espósito Modas? –leyó el grabado en voz alta.

–Sí, allí trabajo –la miró y ella supo esconder su molestia–. Por favor, es muy importante para la señorita Espósito que el señor Lanzani reciba el sobre. 

–No se preocupe, yo misma se lo daré.

José se despidió luego de agradecerle a la joven que le ahorró unos minutos y cuando Paula notó que el auto había doblado la esquina, abrió el sobre molesta e intrigada para sorprenderse al ver una invitación especial al desfile de Mariana Espósito. Había notado la mirada que ellos se habían dedicado mutuamente cuando interrumpió en el atelier para captar su atención pero su amiga la había convencido de que habían sido sus fantasmas. 

–¿Paula? –ella se giró abruptamente cuando escuchó la voz de Peter tras ella y guardó el sobre en su cartera–. ¿Vos tocaste el timbre acá? 

–Hola, mi amor. Sí –sonrió nerviosa–. Creí que estarías acá con tu madre viendo los detalles de los invitados al casamiento –subió los escalones y besó sus labios tomándolo por sorpresa–. Buenos días.

–Buen día –sonrió nervioso y ella pasó para que él pueda cerrar la puerta–. Mi madre se fue temprano a un desayuno de negocios con mi padre.

–¿Estamos solos? –él asintió–. Interesante.

Paula lo miró sonriendo y, mirándolo a los ojos, desprendió uno a uno los botones de su camisa dejando su torso al descubierto.

–¿Qué haces, Paula? –preguntó sin dejar de mirarla.

–Te dije que no quiero que tengas tantos recaudos a la hora de disfrutarnos –sonrió sensual y bajó el cierre de su pollera que cayó hasta el suelo dejándola vestida únicamente por su conjunto de encaje negro–. Peter –él levantó su vista hasta sus ojos. Ella se acercó a él, tomó una de sus manos y la llevó a su seno izquierdo–. No quiero que mantengas ningún protocolo en este momento. Solo quiero esto –apoyó su mano sobre su bulto y él tensó sus músculos.

AMOR ENTRE COSTURASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora