Peter se quedó parado en el mismo lugar hasta que la perdió de vista detrás de las puertas automáticas. Volvió en sí cuando la mujer que aún tenía sus documentos, lo llamó por su apellido. Él giró y asintió para regresar a la fila y pasar a migraciones. Allí, aún confundido, esperó a que la fila que zigzagueaba entre las bandas que ordenaban la distribución entre las ventanillas, avanzara. Pero cuando el lector electrónico iluminó en rojo el número quince, al que debía dirigirse él, reaccionó. En realidad, reaccionó cuando una señora lo tomó del brazo y le espetó si se sentía bien o carecía de buen oído porque lo habían llamado más de tres veces.
–Disculpe, yo... pase usted –dijo y salió de la fila hasta un hombre que vestía uniforme de seguridad–. Disculpe, necesito salir.
–Señor debe ponerse en la fila para pasar la aduana.
–No, es que no entiende, no quiero, necesito salir, retroceder, no quiero viajar.
–Pero señor, ¿Se encuentra bien?
–Sí, necesito salir, necesito irme.
El hombre lo acompañó confundido y luego de hablar con las encargadas de aduana, logró que él pudiese salir.
–Muchas gracias por tu ayuda.
–Lo único que no vas a poder recuperar ahora es la valija, probablem-
–No –lo interrumpió–. No despaché nada –le mostró el bolso que llevaba consigo–. No fue un viaje programado.
–Así se manejan los jóvenes hoy en día, ¿No? Improvisan viajes, improvisan cancelarlos... –y se fue hablando solo.
Peter llegó a su casa a las tres de la madrugada. Entró por la puerta secundaria pero se sorprendió al ver luz en la casa de sus padres. Dejó el bolso en un sillón y salió para atravesar el jardín. A medida que se acercaba a la gran casa que lo vio crecer, los gritos que se oían como barullos a lo lejos, empezaron a ser más claros. Eran sus padres.
–¿Qué mierda tenes en la cabeza, Claudia? ¿Por qué le metes esas ideas a Pedro en la cabeza? ¿Qué más queres de mi? ¡¿Qué queres?! –y era Juan Pablo aquel que le espetaba a su mujer todo el odio que siempre había tenido dentro.
–No son ideas de mierda, claro que no lo son –retrucó gritando pero con la voz quebrada y él se sorprendió, porque era la primera vez que oía a su madre levantar la voz–. ¡Peter no era feliz! No lo iba a ser nunca, y todo por tus negocios turbios –y él la miró y se rió irónico–. ¿A cuánta gente más queres reducir a la infelicidad por tu egoísmo y avaricia? Es tu hijo, carajo, es tu hijo. No voy a permitir que sea uno más, no voy a permitir que lo reduzcas a la miseria a la que me llevaste a mi –y cerró los ojos cuando lo vio a su marido levantar la mano pero los abrió cuando no sintió el impacto en su cara. Giró su vista hacia la derecha, hacia donde miraba Juan Pablo y lo vio a Peter ahí, parado. Estático pero serio. Con su semblante recto y tajante.
–Intenta tocarla y te juro que te mato –dijo serio y su padre bajó la mano–. Mamá, ¿Estás bien? –Ella rompió en llanto pero lo secó rápidamente con el dorso de sus manos para acercarse a él a paso rápido–. ¿Estás bien? –repitió en un susurro y la abrazó cuando ella asintió.
–¿Qué haces acá?
–No podía escaparme.
–Me parece una sabia decisión de tu parte, Ped-
–Tengo condiciones –lo interrumpió y su padre se rió irónico.
–¿Condiciones?
–No voy a seguir estudiando ciencias económicas –dijo después de un silencio e ignorando el sarcasmo de su progenitor.
–¿Qué? –dijo estupefacto.
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AMOR ENTRE COSTURAS
Fanfic"Las mujeres distinguimos perfectamente cuándo un hombre nos mira con interés y cuándo, sin embargo, lo hace como el que ve un mueble." María Dueñas