DOCE (Jean)

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Todas mis intenciones de echar a correr se van por la borda porque no me deja sobre mis pies cuando logra sacarme del auto. Si no que cierra de un puntapié la puerta y echa a andar hacia el edificio conmigo a cuestas. Joder, como si fuera una niña malcriada a la que hay que poner en cinta.

Mi teléfono comienza a sonar dentro de mi bolso. Lo saco y veo el nombre en la pantalla. Joder es Amir. Dejo que suene hasta que la llamada se desvía a buzón. Pero de inmediato comienza a sonar. Doblemente joder, seguro que Sam lo llamó para decirle lo que pasó fuera del hotel. Cancelo la llamada y después de unos segundos comienza a sonar de nuevo. Apago el teléfono en cuanto deja de sonar.

—Contéstale a tu amante —dice con los dientes apretados mientras las puertas del ascensor se abren.

—No es mi amante.

Entramos y digita un patrón de números como la vez anterior. Las paredes son como espejos y puedo vernos reflejados hasta el infinito. Dios me veo realmente ridícula, colgando de uno de sus hombros con el culo al aire.

Miro su hermoso rostro un poco desfigurado por el enojo. Soy yo la que debería estar enojada. Pero en lugar de eso encuentro reconfortante el hecho de estar de nuevo aquí.

Esta tan guapo con sus vaqueros desgastados y playera blanca que deja poco a la imaginación en cuanto a su musculoso cuerpo. Joder, por qué tiene que estar tan bueno. Su brazo que me sujeta por debajo del trasero esta tan tenso que las venas que lo recorren están sobresalientes. Tiene un tic en la mandíbula de tanto apretarla. Debe dolerle. Lleva puestas aun las gafas de sol. Luce como un modelo.

—Podrías hacer el favor de bajarme —le pido pero hace caso omiso de mi petición y aprieta un poco más su agarre.

Llegamos al piso y las puertas se abren, entramos al departamento, todo está hecho un desastre aquí. Parece que pasó un tornado que sacó todo de lugar. ¿Pero qué demonios? Los cojines del sofá están esparcidos por todo el lugar. Hay algunos vidrios en el suelo rodeados de un líquido ámbar.

No se detiene y me lleva directo hacia la habitación, me deja sin nada de tiento en el suelo junto a la cama. Si cree que me voy a acostar con él la lleva cruda. Me alejo unos buenos dos pasos de él. No me atrevo a mirarlo. Me siento como una niña regañada y no me gusta.

De repente su boca está sobre la mía, ni siquiera noté que se acercaba. Intento débilmente separarme de él. Lucho contra esto que me hace sentir pero estoy fallando miserablemente. Sus manos están por todas partes. Suben y bajan por mi espalda hasta mi trasero. Las deja ahí y me aprieta contra él. Puedo sentir lo duro que se ha puesto. Tengo mis manos colgando a los lados pero no puedo evitar devolverle el beso. Sus labios son como imanes para los míos.

Todo el sentido común que me quedaba sale volando por la ventana cuando me toca. Comienza a subir mi vestido hasta que logra sacarlo por mi cabeza. Me quedo parada frente a él sólo con mis bragas. Se quita las gafas y la camisa y los deja caer al suelo. No puedo evitar mirarlo. Su piel parece tan suave, sé que al tocarlo así será, pero también será firme como acero. Acero recubierto con satén. Luce peligroso y tremendamente sensual. Me toma entre sus brazos y me deposita en la cama. Comienza a besarme, esta vez un poco más despacio, sin tanta prisa. Toma uno de mis pechos en su mano y lo aprieta haciendo girar mi pezón entre sus dedos provocando que se ponga aún más duro, cambia su mano por su boca y jadeo al sentir como lo jala entre sus dientes provocando miles de escalofríos que llegan directo a mi entrepierna. Sigue bajando, siento sus besos en mi estómago y un poco más abajo, su boca está besando el borde de mis bragas de encaje. Recorre con su lengua la distancia entre los huesos de mi cadera, muerde la piel por encima de la tela, levantó mis caderas buscando más. Joder. Desliza lentamente las bragas por mis piernas, me encuentro completamente desnuda mientras él aún tiene puestos los pantalones. Me mira con una mezcla de lujuria y enojo que me hace encogerme por dentro. Se baja lentamente los pantalones, no trae nada debajo. Un jadeo sale de entre mis labios en cuanto su erección salta libre. Es tan grande, aunque no he visto muchos, lo sé. Sube a la cama y se coloca sobre mí, abre mis piernas con una de sus rodillas y se acomoda ente ellas. Puedo sentir su pene descansando justo en mi centro que palpita por él. Toma mi cabeza entre sus manos y me obliga a mirarlo.

MINE [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora