SIETE (Jean)

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Entramos en el baño y me coloca encima de la superficie en medio de ambos lavabos, me da un beso en la frente y camina hacia la ducha. Es enorme y la suprimí por completo cuando estuve aquí antes, la puerta es corredera de cristal y afuera hay un panel con botones. Matt aprieta unos cuantos y comienza a caer una lluvia ligera en todas direcciones. Camina de vuelta hacia mí, sus ojos nunca dejan los míos y la mirada en ellos provoca una oleada de placer que desemboca justo entre mis piernas. Toma mi cara entre sus manos y une nuestras bocas. Lo aceptó de buena gana, se coloca entre mis piernas y tira de mí de manera que sólo tengo un pequeño pedazo de mi trasero encima de la superficie.

—Te vestiste...— dice con tono recriminatorio.

Comienza a quitarme la ropa, se separa sólo lo suficiente para que mi blusa salga y vuelve a tomar mis labios. Desabrocha mi sostén, lo retira de mis brazos y lo deja caer al suelo a nuestros pies. Se aleja de mí y se dirige hacia la bañera, creo que cambio de opinión en cuanto a la ducha ya que aprieta un botón y deja de caer agua. Coloca bien el tapón y abre la llave para que comience a llenarse. Mientras camina de vuelta a mí se quita la playera como sólo los hombres saben hacerlo, lo que lo deja desnudo de la cadera para arriba. No puedo dejar de mirarlo, su piel esta un poco bronceada. Su abdomen está marcado con seis cuadritos. Y los músculos en forma de v de la cadera se le marcan de la manera más deliciosa posible. Me baja de donde estoy y se pone de rodillas frente a mí. Abre el botón de mis vaqueros y enseguida la bragueta, pasea su nariz alrededor de mi ombligo y no puedo evitar tomar su cabello entre mis manos y jalarlo sólo un poco. Baja lentamente mis pantalones y se queda quieto cuando nota que traigo puesta su ropa interior.

—Muy lindos, me gustan más en ti—. Me voltea y me inclina contra el frío mármol de los lavabos justo frente al espejo. No puedo creer que le excita tanto verme con su ropa interior. Saca un paquetito plateado de sus pantalones deportivos, lo miro a través del espejo con una ceja alzada. Ni siquiera me di cuenta cuando lo tomó. O será que ya lo traía encima.

—¿Soy una conclusión inevitable, eh?

—Un hombre puede soñar, señorita Samuels.

Se acerca completamente a mí y puedo sentirlo duro y grande contra mi trasero. Empuja contra mi trasero un par de veces. Se separa y con una de sus manos hace a un lado el elástico de los boxers Calvin que tome prestados. Pasea su dedo por mi hendidura y resbala por completo debido a la humedad acumulada.

—Tan mojada... —susurra con veneración, entonces cambia su dedo por su pene y lo pasea igual de ida y vuelta. Provocándome, provocándonos. En pocos segundos se deshace de los boxers. Miro a sus ojos que me devuelven la mirada y lo siento presionando contra mi entrada, comienza a entrar tan despacio que parece que nunca llegará a estar completamente enterrado. Ambos jadeamos. No dejamos de mirarnos ni un momento. Dejo caer mi cabeza contra su hombro. Se retira lentamente de mí y vuelve a entrar igual de lento. Pero necesito más.

—Por favor, más rápido. Por favor Matt —suplico.

—Esta vez no preciosa. Esta vez lo necesito lento.

Repite una y otra vez el mismo movimiento, entra y sale de mi cuerpo sin ninguna prisa. Gotas de sudor caen de su frente y su pecho se siente húmedo contra mi espalda. Su otra mano me mantiene sujeta para que no pueda moverme y le permita llevar la voz cantante en este encuentro. Siento como los músculos de mi cuerpo se tensan de esa manera deliciosa, pero no logró llegar al punto de no retornó, necesito más. Los músculos de mi vagina lo apresan pidiéndole más.

—Oh nena, haz eso de nuevo— pide con su voz pesada y rasposa.

No sé cómo hacerlo pero después de unos segundos lo logro. Gruñe mi nombre y es música para mis oídos. Y para mi libido. Comienza a moverse más fuerte. No más rápido pero choca contra mi más y más duro cada vez. Puedo sentirlo tan profundo que creo que me partirá en dos. Una de sus manos se dirige hacia la unión entre mis piernas y comienza a trazar círculos en mi clítoris que me llevan más y más hacia el precipicio. Con un último empujón de sus caderas caigo en espiral hacia el vacío. Gritando su nombre. Y el viene conmigo.

Cae sobre mi espalda presionándome sobre la dura superficie. Su cara está enterrada en mi cuello. Puedo escuchar su respiración pesada.

—Mía —susurra mientras pasea su nariz por mi cuello.

Después de unos segundos me toma entre sus brazos y me carga. Como si no pesara absolutamente nada me lleva hacia la bañera que ya está casi llena. Me ayuda a entrar y regresa para deshacerse del condón. Viene hacia mí y no puedo dejar de mirarlo. Su pene se balancea aun semi erecto y por Dios es grande. Entra a la bañera y se coloca detrás de mí. Me atrapa entre sus brazos, recarga su barbilla en mi hombro y suelta un trémulo suspiro.

—Donde habías estado —dice muy bajito, como si no quisiera que lo escuchara. Cierro mis ojos y me dejo llevar por la calma que domina todo ahora.

Estoy a punto de quedarme dormida cuando siento que comienza a frotar mi cabeza, está lavando mi cabello. Lo dejo hacerlo. Toma una esponja y le pone un poco de jabón la frota un poco hasta que ha hecho espuma y comienza a limpiar todo mi cuerpo. Cuando lo hace entre mis piernas me retuerzo un poco, estoy muy sensible en este momento. Me enjuaga la espuma con sus manos. Quiero devolverle el favor pero no me lo permite. No sé si estar molesta por eso. Decido dejarlo pasar. Estamos en silencio por unos minutos. No es un silencio incómodo.

—Cuéntame acerca de ti —le pido mientras acaricio sus manos que descansan sobre mi estómago.

—¿Qué quieres saber, cariño? —pregunta. Besando un camino desde mi hombro hasta mí oreja.

—Todo—le respondo, y una genuina carcajada brota de entre sus labios. Me giró un poco para mirarlo. Esta sonriendo de la manera más maravillosa. Se le forma un pequeño hoyuelo en su mejilla derecha.

—Todo... —repite mientras besa mi mejilla—eso podría tomarnos un buen rato. Bien cariño...

>> Tengo treinta años. Dirijo una empresa de energías alternativas muy próspera de la que me ocupó la mayor parte del año. Tengo un socio y mejor amigo Gabe Thomas. Lo conozco desde que íbamos en la escuela secundaria. Mis padres viven en Tacoma y mi hermana menor estudia leyes en Nueva York, ella tiene veinticinco años, es muy hermosa, tuve que espantar a todos sus pretendientes en la secundaria y preparatoria, me odio por eso. Creo que esa es la razón por la que decidió irse a la otra punta del país para la Universidad.

La manera en la que habla de su hermana y su familia me hace recordar todo lo que perdí hace algunos años. De repente me asaltan muchas dudas. Como puede ser que este hombre que tiene todo, quiera estar con alguien como yo. No es que no me aprecie en lo más mínimo pero me parece que algo no encaja. Es demasiado perfecto para ser verdad. A no me ocurren este tipo de cosas.

—Tu turno preciosa.

Medito un poco que es lo que debo decirle así que empiezo mi monólogo justo como él lo hizo.

—Tengo veintitrés años. Me dedico a hacer fotografías de cualquier evento que se presente pero no es eso lo que realmente me gusta. Mi mejor amigo se llama Amir Caphri, es gay y la persona más increíble que he conocido. Nos conocemos desde que teníamos doce cuando se mudó a la casa de al lado. Desde entonces hemos sido inseparables. Su nuevo novio es muy guapo y agradable y espero que se quede por mucho tiempo.

—¿Y tu familia? — pregunta genuinamente interesado.

—No tengo familia. — es lo único que le digo.

Nos quedamos en silencio por un largo rato, supongo que cada uno pensando en la parte de sus vidas que no ha contado en la hora de las confesiones en la bañera. Pero, como puedo decirle que hace seis años maté a toda mi familia. No es un tema que venga bien en ninguna confesión.

MINE [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora