VEINTIUNO (Jean)

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El bar al que me lleva Amir está prácticamente a la vuelta de la esquina. No es que me entusiasme demasiado la idea de tener borrachos cerca, para variar. Hay una fila como de diez metros de largo desde la puerta de entrada. No entiendo como pretende Amir que entremos esta noche al lugar, no digamos ya en los próximos quince minutos. Pero mi amigo tiene otros planes. Se acerca al cadenero y le dice algo al oído. Revisa una lista que tiene en sus enormes manos de afroamericano y asiente con sus seguramente dos metros de altura. Da miedo. Toma la cadena y nos deja pasar. ¿Pero, cómo?

Pasamos unas cortinas y entramos a una enorme habitación llena de cuerpos apretados danzando unos contra otros. El tema que predomina aquí es neutral, completamente en tonos negros y grises. No reconozco la música que suena pero es tan alta que no creo que sea posible llevar una conversación con alguien sin estar a tres centímetros de su oreja. Caminamos abriéndonos paso entre la gente. Vaya, hace calor aquí. Me quito la chaqueta y Amir al verme me conduce hacia una zona de guardarropa donde podré dejarla. Me dan un pequeño botón con un número que meto en mi diminuto bolso. Vamos hacia la barra y Amir pide por los dos. Cosmos, no sé por qué me sorprende no deja de ver las repeticiones de Sex and the City. Tomo un muy, muy necesitado trago de mi cosmo en cuanto los entregan. Delicioso. Termino la primera y Amir ya tiene lista la segunda ronda. No debo beber demasiado. No debo beber demasiado. Pierdes el control cuando bebes. No puedes perder el control.

No logro entender el nombre del local con la austera decoración del interior. Caminamos un poco disfrutando de las bebidas. Le expongo mi duda a Amir y me mira como si me hubieran salido dos cabezas. Pero pronto cambia totalmente su expresión.

—Oh, pero que tonto, es tu primera vez aquí. Déjame mostrarte.

Llegamos a unas enormes escaleras que suben de este, a otro nivel y unas que bajan. Este último debe estar por debajo del nivel del suelo. Vamos hacia arriba y la pared negra va lentamente cambiando de tonalidad hasta que tengo un impecable blanco interminable y algunos reservados. Unos están ocupados, otros más, vacíos, todo parece muy celestial y tranquilo aquí arriba. Vaya, ahora lo tengo. Estamos en el paraíso.

Bajamos de nuevo pero no nos detenemos en el piso donde llegamos, si no que seguimos bajando un total de dos tramos de escaleras. Esta vez lo que ha cambiado es la iluminación danzando entre tonos violetas y rojos intensos. Bien ahora estamos en el infierno y justo donde empieza el área de la pista un enorme letrero anuncia:

"Abandonen toda esperanza los que aquí entran"

De acuerdo, esto como que me asusta un poco. Regresamos por las escaleras hacia el piso que decido llamar el purgatorio, por la divina comedia, si esa es la idea de base, como que me gusta.

Sugar de Maroon 5 comienza cuando vamos por el quinto cosmo, Amir grita como niña cuando escucha los primeros acordes. Si hay algo que le guste más que Sex an the City es seguramente Adam Levine y a quién no, el hombre es sexy, es el hombre más ardiente sobre la tierra. Con todos esos tatuajes.

Me—prácticamente—arrastra a la pista de baile donde da lo mejor de sí, mi amigo sabe cómo moverse. No paro de reír de las caras raras que hace.

Se detiene por un segundo casi imperceptible y continua bailando, raro. Bailo al ritmo de la música moviendo mis caderas. Un montón de gente a nuestro lado da vueltas y contonean sus cuerpos. Siento un escalofrío recorrer mi columna a pesar de que hace un calor de mil demonios, me siento observada. De pronto un cuerpo se pega al mío, me sobresalto pero unas fuertes manos me retienen en el lugar, sus caderas se mueven contra las mías. Como puedo giro mi cabeza para ver al tipo, es francamente atractivo, su sonrisa de perfectos dientes blancos y un hoyuelo en la mitad de su barbilla le dan un toque algo adorable.

Continuo bailando con el hombre, la verdad sea dicha me gusta coquetear, y esto me ayuda a sacar a Matt de mi mente, han pasado ya cinco días y aun duele; la canción cambia un par de veces y luego momentáneamente se detiene. Todos en la pista dejan de moverse y miran hacia todas partes preguntándose porque paro la música. De pronto Stand By Me suena fuerte y claro por los altavoces. Esa canción...

—¿Que dem...? Esta aquí... ¿Amir?

Comienzo a mirar hacia todas partes tratando de verlo, cual es la posibilidad de que estemos en el mismo maldito local. Entonces recuerdo lo que Amir dijo sobre mi vestido. Y lo miro.

"Se va correr en cuanto te vea."

¡Será cabrón! mi "amigo" al menos tiene la decencia de parecer un poquito arrepentido.

—Esta, me la pagas. Le digo indignada.

Me alejo de la pista de baile, del tipo con el que bailaba y de mi supuesto mejor amigo con la mirada fija en la puerta de salida. Me tambaleo un poco, oh, creo que bebí de más. Estoy un poquito borracha. Como pude ser tan tonta. Y ese estúpido John Lennon sigue cantando y no se calla, maldita sea. Salgo del local y una lluvia torrencial me recibe, justo lo que me faltaba. Y mi chaqueta sigue adentro. Oh maldita sea.

Sopeso mis opciones. Que lastimosamente no son muchas. A) Regreso dentro por la chaqueta o B) Voy directo a casa con una posible pulmonía como destino. Joder, no es que la chaqueta cubra demasiado pero algo es algo.

Un auto se detiene delante de la entrada con el chirriar de los neumáticos. Entonces todo pasa demasiado rápido; soy levantada de mis pies y arrojada dentro del elegante vehículo. Ni siquiera tengo que pensar quién demonios acaba de hacer esto. Sólo hay un posible loco, hermoso, musculoso, que me saca de mis casillas y que se cree con el derecho de hacerme como le dé su real gana. Trato de alcanzar la manija de la puerta del lado contrario por el que fui empujada pero no alcanzo a llegar. Un fuerte brazo detiene mi ágil huida, no tan ágil. Maldición. Me agito contra él para tratar de librarme de su agarre.

—Detente, maldita sea Jean, detente ahora.

—Suel-ta-me —digo bajito en el tono más amenazador que puedo, lo cual es obviamente una pérdida de tiempo.

—¡No!

Un jadeo de indignación sale de mí y me detengo, sólo estoy cansándome y los dos lo sabemos. Me quedo quietecita. Esperando a que afloje un poco su agarre pero el muy maldito me conoce y no da su brazo a torcer. Una sonrisa bobalicona tira de las comisuras de mi boca. Joder, lo extrañé. Lo extrañé muchísimo, más de lo que estoy dispuesta a admitir. Me cabrea y me alegra que no se diera por vencido conmigo. Sé que soy un hueso duro de roer, me temo que han sido las circunstancias las que me han vuelto así. Sólo espero, que no se dé cuenta que no vale la pena. Que yo, no valgo la pena.

Y entonces sucede, estoy mareada y todo me da vueltas. Joder voy vomitar. Golpeo las manos de Matt para tratar de zafarme, ¡Dios! deben... beben detener el auto. Siento la bilis subir por mi garganta. Sigo golpeándolo pero no me suelta, no quiero abrir la boca por temor a vaciar el contenido de mi estómago en su bella tapicería.

—Detente Jean, maldita sea —Me gira para verme la cara y seguramente tengo una pinta increíble porque todo su hermoso rostro se descompone en una mueca de terror —¡Oh, no¡ Vas a vomitar ¿cierto?

Digo que si con mi cabeza pero no puedo hacer más que voltearme lejos de él, mientras me dispongo a bautizar su auto. ¿Alguien podría matarme?

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MINE [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora