CAPÍTULO 12: EL ESCONDITE DEL LOBO

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Desde que obtuve la noticia del traidor posicioné a mis soldados más fieles alrededor de Freya. Los días en que no podía estar a su lado era una tortura para mí y mi lobo. Las estrategias y las reuniones ocupaban el mayor de mis tiempos, sin hablar de la protección de este castillo.

Y ahora, encerrado en este cuarto, deseaba poder ver a Freya, pero los asuntos de guerra me lo impedían. Había pedido a mi Beta Gildhon que descubriera quien era el traidor sin levantar sospechas, mas no sabía nada de su paradero. La sola idea de que Freya estuviera en peligro me aterrorizaba y protegerla de todo mal era lo primordial.

Alguien llamó mi atención tocando la puerta.

-Entre -respondí.

De la puerta apareció un joven muchacho de estatura media. Era uno de los nuevos lobos que habían entrado recientemente al castillo. No desconfiaba de él ya que me había demostrado en ocasiones de lucha la lealtad hacía mí, concediéndole el encargo de vigilar a su reina.

-Informa -le ordené al muchacho.

-Todo bien Majestad. No ha habido ningún problema -dijo el tembloroso soldado, intimidado ante la fuerza de mi poder -pero...

-Dime -algo dentro de mí se removía.

-Aunque no ha intentado fugarse y se ha portado bien...siendo mi opinión Majestad, no la veo muy bien. Los platos de comida no los termina y su rostro palidece.

Me levanté del asiento y caminé donde se encontraba. Posé mi brazo en el hombro del joven lobo.

-Gracias soldado, puedes retirarte -dije felicitandolo por su labor.

Salí de allí dando zancadas grandes y rápidas hacía la habitación.

***

Entré dando un fuerte portazo, agitado y emocionado por volver a ver a mi diosa.

Y ahí estaba. Sus ojos me miraban con sorpresa y alerta. El soldado tenía razón. Su rostro era más pálido y había perdido algo de peso aunque hubieran pasado algunos días desde que la ví para notarlo.

Calmé mi respiración.

-Veo que os encontráis aquí -y caminé hacía ella.

***

P.O.V Freya

El Rey tiraba de mi mano. Para ser un Rey que mostraba frialdad su mano era cálida, arropando mi piel. Mi pecho se alteraba ante el olor de las petunias. Por suerte mis piernas no temblaban, obligadas a seguir sus pasos hacia el exterior.

El Rey abrió una puerta y la luz solar me cegó. Una vez acostumbrada me veo en los establos.

-¿Iremos en caballos? -pregunté.

El Rey Halek se giró y con una sarcástica sonrisa en su boca ante la evidente respuesta.

-Sí queréis puedo llevaros en mi lomo si sosteneis mis ropas.

Me zafé de su agarré y le miré con el ceño fruncido a su insolencia. El hombre rió por lo alto por mi conducta.

Ignorandole fui a ver los caballos. Eran majestuosos y fuertes, no como los que había en mi pueblo. Mis ojos se fijaron en uno de color blanco con manchas grises, cuyas marcas resplandecían como la piedra bajo el sol.

-¿Os gusta mi caballo? -Susurró el Rey en mi oído. Me ensalté y retrocedí un poco -no pensé que entre todos este os llamaría la atención.

-Es precioso. Las manchas lo hacen único -dije sin mirarle a los ojos.

MATAR AL ALFA  [POR FINALIZAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora