CAPÍTULO 19: OSCURIDAD

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Miraba como un alma en pena el techo de la estancia, sucumbida en la triste oscuridad.

No lograba ver nada. Sentía que mis sentidos me faltaban y mi cuerpo descuartizado había dejado escapar toda la sangre que me ataba a la vida. El dolor seguía, crecía y volvía a atormentarme. Galatea me mantuvo tres días aquí, volviendo a recitar mi tortura con un nuevo corte en mi piel.

En poco lo lograría.

Ya no sentía nada, ni siquiera me sentía a mi misma. Poco a poco estaba muriendo, y deseaba con todo mi ser que llegará ese momento, que la parca respire en mi cuello y me lo corte con su guadaña.

Entonces, ¿por qué seguía resistiendo? Todo sería tan fácil si me dejara llegar ¿Quién desearía que siguiera viva? Ya no me quedaba nada por lo que luchar.

Mi mente se desvaneció. Caía en la inconsciencia y luego me despertaba al menor ruido de las ratas correteando por debajo de la mesa de torturas.

Cerré los ojos y dejé la mente en blanco. Sabía que me iba perdiendo, que la bruja disfrutaba mucho con mi sufrimiento y que quería continuar con su juego.

De mi imaginación apareció un hombre ¿quién era? Pelo rubio, alto y de espalda fornida, ¿por qué me daba la espalda? Alcé mi mano queriendo alcanzarlo, como si con mis dedos le pudiera rozar y obligarle a que me mirara.

Aquel hombre iba acompañado de otro. Me era tan familiar, los dos me eran familiares, pero el otro me recordaba aquel que vivió mi infancia.

-Papá... -murmuré al reconocerle.

Como si les hubiera llamado, los dos se giraron. Reconocí el rostro de mi padre, pero el de su acompañante era tan difuso, su silueta se iba borrando. Hice un esfuerzo por concentrarme y recordarlo, pero no valió la pena.

¿Quién era?

¿Y por qué sus ojos rojos lloraban?

Definitivamente, estaba rota.

--*--

Escuché las bisagras de la puerta al abrirse y vi las sombras de dos personas entrando.

La bruja Galatea se acercó a mí, ondeando su largo cabello blanco y me inspeccionó. Me sentía tan cansada y perdida que miraba hacia arriba y mi respiración era muy débil.

La bruja sonrió al retirar sus dedos de mis heridas y no ver casi nada del hilo de plata que se mezclaba con mi sangre.

-Hizo efecto -canturreando fue hacía su mesa de pociones y sacó unas hojas molidas que extendió por las heridas. Sentía que me abrasaba, pero no era nada comparado con el vacío de mi cuerpo.

Solamente podía escuchar.

-¿Y ahora qué? -preguntó el príncipe vampiro con curiosidad, acercándose a verme.

-Uhm... puede que muera.

-¡Ese no fue el trato! -gritó enfadado, agarrando el cuello del vestido de la bruja. Ésta no se asustó, sino que rió con fuerza.

-Tranquilo mi príncipe, todo está yendo tal y como imaginaba - La bruja se zafó y se inclinó frente a mi cara, acariciando mi pómulo con fascinación- Pobre, pobre niña... te ves como una muñeca. Tu alma va desaparecieeeeendo.

-¡¿Dame una razón por la que no debo matarte, bruja?!

Galatea refunfuñó y se puso de pie. Recitó un hechizo e hizo salir estalactitas del suelo que el príncipe esquivó con facilidad.

MATAR AL ALFA  [POR FINALIZAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora