CAPÍTULO 7. LOS OJOS AZULES

9.9K 769 12
                                    

Llegamos a una pared donde se encontraba una enorme puerta de madera oscura con dibujos trazados en ella.

-¿Qué son estos símbolos? -pregunté a la bruja.

-Son runas de protección, para evitar que alguien entre en mi laboratorio.

Con un movimiento de su mano las runas se iluminaron y la puerta se abrió ante nosotras. Jaló mi mano y entramos dentro, bajando por unas escaleras de piedra iluminadas por el fuego de las antorchas.

-¿Y qué hacéis? -le seguí preguntando, aunque supuse su respuesta.

-Hago lo que me pida el Rey. Pociones de regeneración, venenos,... cosas de brujas -respondió con ironía.

Estaba asustada, pero la curiosidad por saber todo este misterio hacía que agarrara fuertemente su mano. Llegamos a otra puerta y con otro movimiento de mano se abrió y entramos.

Soltó la mano y siguió adelante, mientras yo contemplaba este lugar, fascinada por las cosas que veía. Las estanterías de madera estaban repletas de tarros con cosas extrañas en su interior, que por precaución no me atrevía a tocar. La única ventana iluminaba parte de la habitación, aparte de las velas puestas en una mesa enorme ocupada por libros y frascos con líquidos de distintos colores. Detrás de la mesa había una estantería de libros que ocupaba toda la pared, sin que pudiera entrar ningún libro más, y detrás de mí una chimenea que nos calentaba ante el frío aire que se colaba.

-Ven Freya, siéntate aquí -me dijo la bruja.

-Gracias...

-Puedes llamarme Galatea sin problemas, aquí no permito las formalidades entre mujeres.

Fui caminando y me senté en una silla enfrente de Galatea, que se removía entre estanterías buscando algo. Cuando tuvo todo lo que quería puso en la mesa una botella de alcohol, una especie de hierbas y vendas.

-¿Qué es esta hierba? -pregunté señalándola.

-Una planta medicinal. Esta se especifica en los cortes y evita la infección.

-¿Y entonces por qué la botella?

-Para asegurarme -me mira con una sonrisa traviesa.

Extiendo mi brazo y el líquido del alcohol entra en mi herida, haciéndome soltar un quejido. Galatea me lo seca con un algodón una vez que me acostumbre al escozor. En un tarro aplasta y tritura la hierba formando una pasta verde y me la coloca en la herida para luego vendármela. Yo miré todo el proceso con interés.

-Veo que os ha gustado.

-Discúlpame. No pensé que las brujas podrían ser curanderas.

-Somos eso y más, querida. Las brujas debemos ser sabias y conocer a nuestra Madre Naturaleza.

-¿Madre Naturaleza?

-Nuestra diosa, la madre de las brujas y los seres del bosque. Tiene varios nombres, pero yo la nombró con su título.

Asentí con la cabeza. Galatea se levantó de su asiento y fue hacia la olla colocada en el fuego. Con una jarra de hierro saco un líquido cristalino, suponiendo que era agua, y lo llevo a la mesa, para luego ir al otro lado de la habitación y traer dos tazas y unas margaritas y hojas de menta que puso dentro de la jarra.

-¿Deseas una taza de té? -me pregunto con cortesía.

-Sí, por favor.

Cogió la jarra y puso aquella mezcla en la taza. La cogí con las dos manos, reconfortándome al sentir lo caliente que estaba. Sople un poco y tome un pequeño sorbo.

MATAR AL ALFA  [POR FINALIZAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora