El humo de la poción se expande por toda la habitación, impregnado cada rincón de un olor nauseabundo a cualquier olfato distinto al mío. El brebaje estaba saliendo a la perfección apreciando el color del líquido. Su olor de putrefacción que me rodeaba era como un manjar para mi nariz, al igual que lo fueron al tocarlos y saborearlos.
Respiré profundamente. Uhm...adoraba este aroma, pero no se le podía comparar con el que provenía del cuerpo del Rey. Esa noche en que su juicio estaba embriagado pude aprovechar en sentir su sudor en mi cuerpo mezclándose con el mío, sus manos agarrando mi largo cabello y sus embestidas...me derretía como el hielo al rememorarlo.
Podría haber sido mío con el paso del tiempo, mas tuvo que aparecer esa mujer humana, aquella en la que su especie la llaman mate. Esa entrometida le tenía totalmente bajo su control, por tantos rechazos que ella le hiciese y el odio que le tenía él seguía persiguiéndola. No se lo perdonaría, pero tampoco le daba tanta importancia a la mujer. Era un obstáculo en mi camino que podría quitármelo del medio con facilidad.
Y era fácil. Freya creía que era una amiga, alguien de confianza que podía ayudarla. Que ingenua es. Por más que la adviertan ella seguirá viniendo a mí. Sabía que tenía mi libro de magia que dejé en el suelo y yo era la única que resolvería sus preguntas. Conocía su verdadera naturaleza más que ella conoce de si misma. Sería una pieza fácil de manejar en mis artimañas.
Un humo verde explotó en el caldero y curvé mi sonrisa con exageración. Todos mis planes saldrían a la perfección. Pronto se hará realidad mi tan preciado deseo carnal...
Unos ruidos me avisaron de que ya estaba llegando. Tranquilicé mi locura y seguí removiendo el caldo mientras tatareaba una canción pagana, dando la espalda a aquel lobo que entró con ímpetu y que luego dio unos pasos atrás ante la fuerza del aroma. No dijo nada, por lo que yo hablé en su lugar.
-¿Un mal día? -dije con ironía y canturreando.
-El Rey ha aumentado la guardia y me es imposible moverme con libertad por el castillo...podría ser descubierto.
-Es el riesgo constante que todo traidor pasa...¿acaso tenéis miedo? -me giré y le concedí mi mayor sonrisa malévola.
Me miró con miedo e incredulidad. Adoraba esa expresión que me ofrecía la gente al verme. Daban ganas de torturarles para oír sus gritos y sus gemidos de dolor...algo que sería magnífico.
-¡Dejad de decir disparates bruja! ¡Yo no tengo miedo a su Majestad! -dijo con una falsa seguridad. La mentira era evidente.
Me relamí los dientes. Fui a las estanterías a recoger el último ingrediente y a echarlo en la caldera. Un fuerte humo rosado salió de ella y sonreí con satisfacción, al igual que sonreí en la manera indecorosa de la mirada del lobo.
-¿Habéis hablado con el Conde? -preguntó abrumado.
-No hace falta palabras entre nosotros. Sabemos que todo va bien -dije ignorando en mirarle- Debería ser vos quien me informe. Recuerda que soy la bruja de este castillo, por lo que no debo de levantar más sospecha...
-Sí señora... -le veía sudar. Mis instintos salvajes afloraban- ¿pero estas segura en...ello? ¿No la matará?
-¿Acaso dudáis de mí, perro? -le miré con superioridad y enfadada. No me gustaba aquellas palabras que me tachan como incompetente. El hombre me miró con los ojos bien abiertos y se inclinó.
-Para nada señora, solo que pienso que es arriesgado y no se sabe lo que pasaría.
-Por eso si no funciona habrá otro plan en mente. Además, no me importa lo que le pase luego -removí con el cucharón el líquido y con unas palabras que el lobo desconocía de un lenguaje antiguo apagué el fuego. Hablé con él mientras danzaba con mis pies descalzos hacía las estanterías y sostenía recipientes entre mis brazos- No debes de preocuparte por esas mediocridades. Seguid con vuestra función y nadie sospechará.
ESTÁS LEYENDO
MATAR AL ALFA [POR FINALIZAR]
WerewolfLa tiranía de los hombres lobo ha ido muy lejos para llegar a invadir tierras humanas y esclavizar a su gente. Algunos rebeldes se infiltran en el castillo, incluyendo a la joven Freya, quien había perdido a su padre y sólo queda la venganza de su c...