CAPÍTULO 5. DESPERTANDO A LA BESTIA

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Abrí mis ojos ante la molesta luz del sol. Todo estaba nublado y no veía nada. Quise ocultarme con la sábana de seda y seguir descansando, pero había algo diferente que anoche no estaba.

Las sábanas tenían otro aspecto. Ya no eran lisas y el tacto era distinto, como si lo que acariciaba fuera...pelo. También note que algo pesado estaba detrás de mi espalda, dándome más calor de lo que necesitaba, seguido de unos ligeros ruidos encima de mi cabeza. Mi corazón estaba alarmado y cuando mis ojos se acostumbraron a la luz miré que era.

Un lobo enorme me envolvía, de un pelaje blanco como la nieve que caía del cielo y unos colmillos afilados capaces de arrancar cualquier cosa. Era hermoso pero a la vez terrorífico por su gran tamaño, diferente al de los hombres lobo que me enfrenté. Sin pensarlo me aparte de la bestia, provocando que se moviera ante mi empuje y soltara de su hocico un gruñido de malestar. Salí de su gigantesco cuerpo arrastras y me levanté haciéndole frente, mientras el lobo se despejaba de su sueño.

Busque un arma que no había en la habitación, hasta ver que en la fría chimenea había un palo de hierro muy puntiagudo para mover la madera quemada. Lo agarre y le amenace con ella, volviendo en mí mi espíritu de lucha.

El lobo, completamente despierto, enseñó sus comisuras como si estuviera riéndose. Era el lobo más grande que me había enfrentado, y mostraba una gran fuerza y bravura, pero eso no me haría retroceder. De su cuerpo desprendía el olor de las petunias. Ya no me afectaba como antes, pero aun así quedó en mi rostro la sorpresa de saber quién es.

-¿Qué intentabais hacerme Majestad? -Le pregunté al Rey con frialdad y odio.

Su sonrisa no desapareció y empezó a caminar en círculos, por lo que yo hice lo mismo, sin despegar mis ojos azules de los ojos rojos y moviéndome a su danza. En los momentos de batalla mi cuerpo y mente se comparaban a los de un hombre. Podía ser una mujer con sentimientos frágiles como dicen, pero ante la pelea actuaba como cualquier valiente guerrero.

-¿No queréis responder? Pues os lo tendré que sacar -y me abalance sobre la bestia, usando mi arma como una espada.

Esquivo mi primer golpe y luego el siguiente. No tenía intención de atacarme, pero yo sí. Blandí el arma hasta hacerle algunos cortes, con una sonrisa de triunfo ante los sonidos de dolor del Alfa de los lobos. Tenía la oportunidad perfecta para clavarle el palo en el corazón, pero no vi llegar que sus dientes agarraron mi arma y me lo desgarro de las manos. Lo tiro lejos y volvió al ataque. Gire mi cuerpo para ir a por lo único que podría herirle, pero ya era demasiado tarde. Me cogió por la cintura con sus dientes y me lanzo a la cama, sacudiéndola ruidosamente.

En los pocos segundos en el que me incorporé para seguir luchando ya estaba encima de mí, agarrando mis muñecas hundiéndolas en la cómoda cama. Nuestros pechos se movían continuamente buscando el aire que nos faltaba por nuestros esfuerzos. Sus ojos brillaban de una forma amenazante y divertida. El miedo que deje de sentir volvió a mí, pero no se lo demostré.

-Veo que ya os estáis acostumbrando.

No le entendí. Le miré con enfado apretando mis cejas y luchando contra su agarré.

-¿No queríais sacarme algunas cosas? -Dijo todo divertido.

-Soltadme - le conteste enseñando mis dientes apretados.

-Y yo pensando lo indefensa e inocente que sois -río el Rey- y veros anoche sufriendo por el frío mientras dormíais solo pude tener compasión y acurrucaros a mi lobo para daros ese calor que necesitabais.

Le seguí mirando con odio sin saber que responderle. El Rey seguía feliz ante mi expresión, sin que desapareciera su sonrisa malvada.

-¿Os habéis quedado sin lengua Freya? Parece que no tenéis palabras.

MATAR AL ALFA  [POR FINALIZAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora