CAPÍTULO 3. LA DONCELLA DEL REY

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Salí de aquella habitación fingiendo que estaba furioso, pero en verdad estaba extasiado. Era exactamente hecha para mi lobo y para mí. Una joven temerosa y asustadiza, pero también valiente. Era la primera que se atrevía a hablarme de ese modo y a mirarme fijamente a mis ojos rojos con valor.

Sabía que no sería fácil convencerla de que sea mi Reina. Me había arriesgado besándola de esa manera cuando me estaba rechazando, pero su actitud cambio aceptando mi beso apasionadamente, confirmando que era mi compañera y que estaba imprimada.

Había una oportunidad si la confundía.

Frené mi marcha y olfateé mi ropa, teniendo el aroma de su cuerpo en ella. No sé que olor tenía para ella, pero para mí me llegaba el aroma de la madera y de campanillas cuando movía su pelo. Si me quedaba con ella un poco más, viendo su voluptuosa figura bajo esa blusa tan fina, me volvería loco. Me relamí mi labio inferior con mis afilados dientes aun teniendo su saliva en ellos.

Mi Beta me llamó cuando me vio y salí de mi trance, dirigiéndome hacia él. Había que planificar las estrategias de las tierras que faltaban por conquistar antes de que nos lo arrebaten los vampiros. Así despejaría mi mente de ella, aunque no fuera posible. La próxima vez la ordenaría que me dijera su nombre saliendo de esos dulces labios.

Unos labios que estoy seguro que volvería a probar.

***

Pase la noche llorando hasta quedarme dormida. Al despertarme la doncella que vino la otra vez estaba dejándome en la mesita pan de jengibre y leche fresca en una bandeja. Me aparté de ella.

-Perdonadme por haber entrado sin llamar, no pretendía molestaros -dijo humildemente.

Me la quedé mirando con miedo.

-No pienso haceros daño, mi señora.

-No soy vuestra señora...- respondí instantáneamente -¿Cómo os llamáis?

-Mi nombre es Alessa -dijo sin ningún honorífico por lo que sonreí un poco.

-Yo Freya, no señora -me presente antes de que pidiera mi nombre- ¿Sois...?

-No, soy humana. Me mandaron aquí como sirvienta del castillo hace algunos meses.

Solté un suspiro al saber que era humana y no una mujer loba, pero por mi mente pasó una idea y agarré mi collar con fuerza entre mis dedos. Alessa no entendió mi comportamiento hasta después de unos segundos.

-No pienso quitáoslo. No me han mandado a hacerlo. Al parecer es muy importante para vos tenerlo contigo ¿cierto?

Dejé de aplastar el collar y me relajé. Alessa se sentó a mi lado con tranquilidad, sin intención de alarmarme. Vi sus ojos grises tras sus rubios cabellos que me miraban con determinación. Había algo que me hacía confiar en ella. Podría ser el instinto.

-Os he traído pan y leche para que os alimentéis -y me puso la bandeja en la cama, enfrente mía- debéis de tener fuerza.

-¿Fuerzas para qué?

Me ofreció una tierna sonrisa. Acercó más la bandeja y a regañadientes cogí el pan para comérmelo. Podría morir de hambre y sed, pero eso es una muerte sin honor y una agonía para el estómago. Cuando terminé de acabarme el pan y la leche bajo la atenta mirada de la aquella doncella, me comunicó lo siguiente.

-El Rey me ha pedido que os de estas vestimentas para comenzar tus labores.

-¿Labores? -pregunté sin entenderla sosteniendo un vestido del color del bosque en mis brazos, diferente al azul y blanco que llevaba Alessa.

MATAR AL ALFA  [POR FINALIZAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora