24. El fin del génesis

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Los Decepticons volvieron, y el ataque a la academia T.F. dejó el mensaje bastante claro. Muchos estaban asustados, ante el retorno de los enemigos más grandes del mundo; otros estaban tranquilos, sabiendo que los Autobots y los soldados que componían sus ejércitos podrían mantener el mundo a salvo, como lo habían hecho desde los dos siglos anteriores.

El mundo estaba conmocionado, y la academia también lo estaba: Habían sufrido bajas, más de las que hubieran pensado. No estaban preparados para un ataque así de directo, pero aun así, lograron defenderse bastante bien. Las tumbas de los soldados que cayeron en la batalla yacen en la academia, para que tanto cadetes como generales recuerden que esa instalación no seguiría ahí de no ser por el sacrificio de aquellos soldados.

Se hizo una ceremonia, no solo para poder despedirlos cordialmente, sino para celebrar el esfuerzo de cada uno de los cadetes que fueron a la batalla. El general Nezu se colocó en el podio, aclarando su voz para poder dar el discurso de honor a los muchachos, los cuales, estaban formados en una fila con su uniforme escolar, portando gorros militares.

El micrófono se encendió, y el pequeño animal comenzó:

—Generales, Autobots, familiares y cadetes. Todos los presentes saben el porqué de esta ceremonia: Para poder despedir a los caídos, y poder celebrar a los que pelearon. Estos jóvenes que tienen frente a ustedes, de tan solo dieciséis años, están en el frente por una simple razón: Por su valor. El valor que tuvieron al desobedecer órdenes y luchar por lo que creían correcto, sin temor a nada. Estos muchachos son las representaciones de lo que buscamos en esta academia: Traer los valores de coraje, audacia, inteligencia y unidad. Una familia de soldados dispuestos a arriesgar todo por el bien de su mundo y familia...

Momo sintió un codazo, haciendo que mirara a su izquierda.

—Dime, ¿qué se siente ser reconocida por fin, sargento? —preguntó Kyoka en un susurro. Momo sonrió.

—Se siente bien... —Momo miró a la multitud para encontrarse con dos espacios vacíos en el frente. Hizo una minúscula mueca, sabiendo a quién le pertenecían esos espacios vacíos: Ellos nunca cambiarían su opinión sobre lo que ella había decidido hacer. Sobre el camino que decidió tomar.

—Kat-Boom, ¿ese que está grabando es tu papá? —cuestionó Uraraka al lado del rubio. Bakugo vio como un hombre castaño y de gafas grababa con una cámara de video al muchacho, sonriendo y secándose unas lágrimas. El rubio esbozó una sonrisa.

—Ese es.

—Ya vi de dónde sacaste esa sonrisa de orgullo. —comentó la castaña.

—De tal palo, tal astilla... Y hablando de eso —en el fondo de los lugares, dos personas estaban con un cartel que decía en grandes letras "¡Esa es nuestra pequeña soldado!" pintado con colores pastel. Uraraka se ruborizó al ver aquello—. Ya vi también de dónde sacaste ese entusiasmo tuyo.

—Culpable. —contestó, levemente avergonzada, pero sin borrar su sonrisa.

—Estos cadetes pertenecientes al pelotón 1-A, son ahora un ejemplo a seguir para las generaciones porvenir en esta academia. Y es por eso que hoy, conmemoramos su valor con estas medallas de honor.

El general Aizawa y la general Nemuri se levantaron de sus asientos, con la general Nemuri llevando una caja llena de medallas doradas. Cada una de las medallas tenía el símbolo Autobot, brillante y reluciente, y en la parte de atrás venía la leyenda: "1-A".

El hombre pelinegro agarró una por una para ponérselas en el cuello a cada uno de sus muchachos. Por primera vez en un largo tiempo, sonreía. No con malicia, sino con orgullo, dándoles las manos después de entregarles las medallas.

Izuku Midoriya: El Primer MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora