Capítulo 12

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¿QUIÉN ES ELLA?

Sin poder evitar, las lágrimas comenzaron a desbordar de aquellos preciosos luceros de ambarino color. Mismo que impacto al guerrero al notar, sí quedo asombrado y preocupado en partes iguales, así que lentamente separo sus labios de aquellos con los que venía delirando hacía mucho tiempo atrás. Con lo que no conto es que en aquel instante fue que la joven abofetearía su rostro.

— "Usted...es... un...maldito...desgraciado" — Proclamo.

Y sin pensarlo dos veces – aprovechando el shock – echo a correr lo más lejos que podía, las lágrimas no ayudaban en nada a su escape. La vista se le nublaba cada dos por tres y el hecho de que este lugar en vez de ser el hermoso jardín de diversas rosas, se había convertido en un maldito laberinto sin fin, y el cual se volvía cada vez más y más tormentoso.

— "¿Por qué fui tan terca? ¿Por qué tenía que insistir?, Yo ni siquiera debía venir..." — regañándose llego al fin al que parecía una salida. — "Al menos llegue a este lugar" — suspiro frustrada. — "Necesito llegar al salón del banquete y explicar lo ocurrido, pero AAAHHH" — grito ofuscada. — "Ese hombre me desespera"

— "Es bueno saber que aún sigo provocando esas reacciones en ti" — con rapidez Aysel giro sobre sus pies, procediendo segundos después a retroceder.

Al parecer eso no inmuto a Ban, el cual pasaba una mano por su desordenado cabello, así como también se empezaba "acostumbrar" a que su pequeña joya escapara de sus brazos. Su mirada no se podía separar de ella.

No es como si quisiera mirar hacia otro lugar, pero es que la belleza delante suyo era imposible no verla, desde el color de sus electrizantes ojos, así como la graciosa naricita, ni que decir de aquellos labios pecaminosos que pese a estar ahora encorvados en una mueca, no amenguaban para nada su tentación por volver a probarlos, por si fuera poco, su hermosa cabellera que caía desordenadamente – por la travesía – capto brevemente su atención

— "¿Por qué, rojos y... blancos? ¿Qué?" — Quiso extender la mano y acariciarlo, pero se contuvo. La mirada que su Gatita le enviaba era de terror. — "Es capaz de saltarme a la yugular, pero pensándolo bien, sería divertido"

Su risa consterno a la joven que enchino su mirar y más desconfiada aún retrocedió un paso atrás. Tanteando terreno al ver que aquel caballero se distrajo – "Alá, este vestido no me ayudara en nada. Madre en momentos como estos preferiría haber llevado los vestidos de Sabrina" –. Mientras ella maldecía el vestido, Ban no podía dejar de maldecir de otra manera el dichoso vestido.

"Mierda" —. Pensó el ex bandido, al mismo tiempo que trataba de disimular su mirar, pero lo que si no pudo evitar fue morder su labio inferior derecho con un poco de dureza – "No puedo apartar la mirada"- y no es porque anteriormente no había notado el "color" o "forma" de aquella prenda, pero en el momento su mente solo se concentraba en escapar con Jericho y hablar con ella sin interrupciones de extras que pudieran interrumpir. Cuando la beso, no reparo nuevamente en el susodicho vestido, pero ahora que podía apreciar en su totalidad aquella tela que se amoldaba muy bien al cuerpo de la atlética y delicada joven; aquel verde esmeralda en un tono más oscuro resaltaba lo blanquísima de su piel, algo que extraño un poco, porque la Jericho que él recordaba era un poco más trigueña por las constantes caminatas bajo el sol, así como los encuentros ocurridos, pero también recordó que la piel de la princesa Elizabeth paso por lo mismo y después de un tiempo pasar en la tranquilidad del palacio y no salir mucho de este facilito en la aclaración de sus pigmentos. – "Bueno, le preguntare en algún momento que fue lo que sucedió en estos dos años" – saliendo de sus pensamientos, no pudo evitar llevar su mirada hacia el pecho de la joven que se encontraba adornada por intrincados diseños todos bordados hilos de oro, así como también incrustaciones de pequeñas esmeraldas alrededor del dobladillo del busto, el cual hizo tragar saliva al hombre. Misma que al notar – al fin – la mirada de este en ellos, con un furioso sonrojo atino a cubrirlos.

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