CAPÍTULO 25

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MARTA

Hace unas horas

—Tranquila mamá. Ya voy yendo y guardando la mesa —. Dice la hija mayor con una sonrisa, intentando tranquilizar a su madre.

—De acuerdo, intentaré que se le pase rápido, te quiero —se despide dándole un beso en la frente a su hija y cierra la puerta del camarote dejando a Marta en el pasillo.

La idea era que fuesen a cenar las tres juntas, pero Alba ha cogido una rabieta porque Valeria no cena con ellas. Así que Susana se ha quedado calmándola y Marta va hacia el buffet para guardar una mesa.

Se dirige a la zona de los ascensores, donde se encuentra a un chico de su edad esperando a que algún ascensor abra sus puertas. Toda la sala está en silencio y Marta se sitúa en frente de los dos ascensores, al lado del chico.

Cuando el de la derecha llega a la planta, ambos lo abordan con el mismo silencio. Ninguno ha mirado al otro firmemente, nada más se han mirado de reojo, hasta que las puertas se cierran.

Cada uno está apoyado en una pared diferente del ascensor. Marta tiene la vista fija al frente, pero la cambia cuando nota una mirada en su dirección. Cuando se dispone a mirar al joven, éste le da una sonrisa. Ella se queda un poco anonadada, pero le devuelve la sonrisa y mira otra vez hacia el frente. Pero sigue notando unos ojos clavados a ella, así que se da la vuelta y le mira.

—Hola.

—Hola —responde el chico con la misma sonrisa coqueta.

—¿Te gusta mi cara? —pregunta sin rodeos, pero con un atisbo de alucine en su rostro.

—Sí, pero no me estaba fijando en eso exactamente —dice siguiendo con el coqueteo.

Marta se da cuenta de lo que quiere decir, y voltea los ojos haciendo que todo lo que no sea enfado se vaya de su cara, y vuelve a su posición anterior intentando pasar del chico. Pero a los pocos segundos se escucha un bufido del joven.

—Mira, lo siento. Normalmente no soy tan capullo, pero es que hoy no es mi mejor día.

—No pasa nada. —Se nota el resentimiento, tanto que ni siquiera le mira, su vista sigue firme.

No es la primera vez que le dicen ese tipo de cosas a Marta. Durante su adolescencia y juventud ha tenido que lidiar con palabras irrespetuosas hacia su cuerpo. Y aunque ya esté acostumbrada, eso no significa que no le moleste.

Y la verdad es que aunque la gente piense lo contrario, Marta nunca ha tenido un novio que de verdad le tratase como se merecía. Simplemente la querían para un rato y ya. Y hubo un momento en su vida en el que la joven se cansó de ser un juguete y abrió los ojos. Se dio cuenta de que merecía algo más, porque ella vale más que eso.

En este momento no puede evitar sacar su lado comprensivo y se gira hacia la dirección del chico. Le va a dar otra oportunidad.

—¿Esa es tu forma de ligar con las chicas que suben contigo en el ascensor? ¿Diciéndoles que les estás mirando el culo? —Pregunta con una pequeña sonrisa y la ceja enarcada.

El chico se sorprende por el cambio de la chica, pero no tarda en seguirle el juego.

—Sí —dice con una sonrisa de superioridad—. ¿Y sabes qué? —pregunta mientras las puertas del ascensor se abren y ambos salen de aquel lugar. Los dos se quedan en medio de la sala de ascensores, uno enfrente del otro, mirándose mutuamente.

—¿Qué?

—Me funciona siempre. Les invito a una copa y después todo fluye. Es una táctica infalible.

AMOR E INTERROGANTES [DISPONIBLE EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora