CAPÍTULO 10

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MARCOS

Ambos entran en la tienda y compran los manguitos para Alberto.

A la hora de comer, quedan con Javier y Carolina para ir al buffet. Los cinco quedan estupefactos con la cantidad y calidad de la comida. Cada vez se sorprenden más.

Una vez llenos, suben hacia las habitaciones y todos se quedan allí menos Alberto y Marcos, que se ponen los bañadores y se preparan para bajar a la piscina.

—¿Preparado para bañarte en la mejor piscina del mundo? —le pregunta el hermano mediano al pequeño mientras se dirigen hacia las hamacas de la cubierta.

—¡Sííí! —grita emocionado.

Marcos se ríe tras la respuesta de su hermano y ambos empiezan a desvestirse hasta quedar solo con los bañadores puestos. Durante el último año, Marcos ha estado yendo al gimnasio y gracias a eso se lleva un par de miradas de un grupo de chicas jóvenes que hay a su lado. Aunque él no les hace mucho caso y sigue con lo suyo.

El hermano mediano alcanza de la bolsa que se han traído y coge los manguitos.

—¿Y sí se ríen de mí? —pregunta Alberto preocupado mientras su hermano le pone los manguitos.

—Pues me lo dices y ya haré yo lo que haga falta —responde Marcos y, cuando acaba la frase, agarra los hombros de su hermano y le gira el cuerpo hasta quedar frente a frente—. Pero tranquilo, que no te van a decir ni hacer nada —intenta tranquilizarlo mientras le da otra sonrisa.

Alberto se relaja y va hacia la piscina mientras que Marcos suspira por poder descansar un poco al fin. Se tumba en la hamaca y se pone a escuchar música con sus cascos, al mismo tiempo que, de vez en cuando, mira a su hermano para ver que todo va correctamente. Hasta que la apariencia de su hermano con los ojos rojos y cristalizados tapa el sol que está tomando. En cuanto se da cuenta de que Alberto está allí, se incorpora en un movimiento.

—¿Qué te pasa? —pregunta preocupado.

Su hermano no dice nada, pero sí que señala a un grupito de niños de la misma edad que el pequeño y que están al lado de la piscina. El joven mira hacia el grupo y devuelve la mirada a su hermano.

—¿Qué te han hecho? —pregunta más serio. Se está temiendo lo peor y sabe que si los niños se han pasado de la raya su vena protectora de hermano mayor saldrá a la luz en cualquier momento.

—E-Ella... me ha hecho ti-tirarme a la piscina sin man-manguitos —tartamudea Alberto, aún con los ojos rojos y lágrimas a punto de caer.

Marcos vuelve a mirar al grupo de antes y se da cuenta de que solo hay una chica entre los niños.

—¿La del bañador lila?

El hermano pequeño asiente y Marcos no piensa dos veces en ir para allá. Deja su móvil en la tumbona, rezando interiormente para que no se lo roben, mientras se pone de pie y empieza a caminar hacia el grupito de niños de ocho años. Sabe que no les puede hacer nada, son muy pequeños y él no les quiere asustar, pero si se meten con su hermano se meten con él. Solo quiere aclarar lo que ha pasado y asegurarse de que no le vuelvan a hacer lo mismo a Alberto.

Cuando llega, visualiza a la niña y se agacha para que sus miradas quedaran a la misma altura. Es consciente de que ahora mismo la rabia hace que su cara no sea la más alegre, pero no puede hacer nada. Su razonamiento se ha quedado por el camino.

—¡¿Qué le has hecho a mi hermano?! —le espeta Marcos a la niña pequeña. Ella se asusta y cambia la sonrisa que tenía por una cara aterrorizada mientras da un paso atrás y mira hacia su alrededor. Allí, apenas a unos metros, les observa una joven aparentemente de la edad de Marcos que va hacia allí lo más rápido que puede.

AMOR E INTERROGANTES [DISPONIBLE EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora