CAPÍTULO 37

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VALERIA

Ambos entran y se sientan en la cama de la amiga. Se repasan momentáneamente y disimuladamente uno al otro. El joven va vestido con una camisa blanca de manga larga, aunque estas las lleva recogidas hacia arriba debido al calor. Lo ha conjuntado con unos pantalones y zapatos semi formales, oscuros. Los dos sienten que el otro va muy bien vestido, y notan cómo un sentimiento en su interior se hace cada vez más grande cuando están juntos.

—Te queda muy bien ese vestido, Val —dice el chico mientras se miran. El comentario hace que su amiga sonría tímidamente.

—Muchas gracias. A ti también te queda bien —responde señalando la ropa de Marcos.

El joven le devuelve la sonrisa y se levanta de la cama paseándose por la habitación.

—¿Orgullo y prejuicio? —pregunta este, levantando una ceja mientras levanta el libro que está tirado encima del escritorio—. ¿Te gusta leer? —añade cuando ve que su amiga no reacciona. Parece que esté pensando en qué decir exactamente.

—Sí, y no me hagas spoilers —advierte levantando ambas cejas. Marcos deja otra vez el libro en su sitio y ladea una sonrisa.

—Tranquila, no soy mucho de leer. Y si lo hago leo poesía. Así que no me lo he leído, no tienes nada que temer —responde divertido, agrandando su sonrisa mientras se tira en la cama, boca arriba—. ¿Por qué te gusta leer y escribir? ¿Algo en específico? —pregunta, curioso.

Valeria se tumba boca abajo, pero apoyando sus codos en el colchón para poder sujetarse la cara.

—Porque al leer y escribir nadie me puede hacer más daño del que estoy sufriendo. Porque no tengo contacto con nadie que yo no quiera —responde encogiéndose de hombros. Un silencio inunda la habitación, así que la joven vuelve a hablar—. Así que lees poesía... ¿A que me recitas algún poema? Aunque sea algo cortito. Me vale con una simple frase de alguno de ellos —ruega, a la vez que pone un puchero. Su amigo niega con la cabeza—. Venga, que es mi cumple —dice cambiando la expresión por una sonrisa de oreja a oreja, como si fuera una niña pequeña.

El joven pone los ojos en blanco y acepta.

—Está bien —dice, y se aclara la garganta para empezar a hablar de nuevo—. Una frase que me gustó mucho de un poema es: hay heridas que en vez de abrirnos la piel nos abren los ojos —hace un silencio para mirar a la nada y vuelve sus ojos a los de su amiga—. Creo que es simple, pero tiene mucha razón —explica encogiéndose de hombros.

—Es Pablo Neruda, ¿verdad? —pregunta Valeria, quien intenta saber el autor del poema en el que es utilizada esa frase. El joven asiente y ella se acuerda de un poema del mismo autor—. A mí me gustó mucho uno que decía: queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños.

Ambos se quedan en silencio, pensando en la frase que acaba de recitar Valeria.

—Pero es que hay situaciones en las que es muy difícil no abandonarlo todo. Y ni te imaginas de lo duro que tendría que ser sonreírle a los problemas —argumenta el chico, pensativo y con la mirada perdida en el techo del camarote.

—Ya, pero creo que eso es lo que se tendría que hacer. Es decir, no puedes dejar tampoco que tus problemas te coman poco a poco. No puedes evitarlos toda tu vida, tienes que afrontarlos y hacerles frente. Aunque de primera mano sé que es muy complicado —explica la joven con la mirada perdida en el suelo.

Se pasan varios minutos en silencio, los dos pensando en cada uno de sus problemas. Ambos piensan que ojalá todo fuera más fácil, y que luchar por sus sueños y metas fuera pan comido.

AMOR E INTERROGANTES [DISPONIBLE EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora