Un tranquilo día de lluvia, una taza de café, un buen libro y una junta mundial cancelada por el clima. El canadiense estaba en una de sus cafeterías favoritas en París, Francia. No era lujosa como las que rodeaban la Torre Eiffel pero tenía un ambiente acogedor y hogareño.
Supuestamente había llegado ahí para encontrarse con su hermano Australia, pero este se olvidó y se encontraba aún en su hotel debido a la lluvia.
Aunque no le gustaba la idea de que lo hubieran olvidado, disfrutaba mucho del momento tan mágico que tenía ahí. Casi no había gente, pues no se encontraba en una zona fuertemente transitada de la ciudad, la música suave acompañada de las gotas cayendo en la ventana y el viento moviendo las ramas de los árboles eran una compañía ideal para su lectura. Poesía francesa, de las mejores del mundo, pero también de las más melancólicas.
Apartó su mirada del libro para dar un sorbo a su taza de café espumoso, cuando la puerta del lugar fue abierta con fuerza debido al viento. Normalmente no prestaría atención aquello, pero la voz proveniente de la misma le hizo voltear tan rápido que por poco se tuerce el cuello.
-Bonjour Madame! - Saludó animoso el mexicano, con un acento marcado, pero con una pronunciación fluida y segura. Canadá pocas veces lo había escuchado hablar otro idioma que no fuera español, así que escucharlo hablar una lengua como la de su padre le hacía imaginar miles de escenarios en los que le juraba amor eterno hablando francés, tal vez navegando por el Río Cena o en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad mientras el sol acariciaba esa hermosa piel color canela y el olor a tierra mojada ambientaba el lugar.
Canadá sacudió su cabeza en un intento por volver a su realidad. México platicaba alegremente con la mujer dueña del lugar, curioso, le hablaba con una familiaridad tal que juraría que viene todos los días.
-Merci beaucoup- Dijo México, finalizando con la animada plática y recogiendo su pedido, al parecer para llevar.
Al dar la vuelta notó una mirada fija en él, dándose cuenta de que Canadá se encontraba sentado en una mesa cercana a la ventana. El canadiense casi de atraganta con su propia saliva al verse descubierto por su amor platónico, juraría que su corazón se detuvo y sus mejillas explotarían cuando lo vio acercarse con esa deslumbrante sonrisa. Rápidamente se giró en dirección a la venta para ver su reflejo y encontrarse con la desafortunada imagen. Tenía los zapatos y parte del borde del pantalón mojado por la lluvia cuando llegó, su cara con rastros de café seco y su camisa con migajas de pan. Con una velocidad desesperada intentó limpiarse y acomodar lo mejor posible su aspecto. Fue un mal día para elegir no peinar sus desordenados mechones.
Mientras Canadá sacudía su camisa, un mal movimiento de manos hizo que golpeara su taza de café, derramándolo en el suelo. Listo, moriría de vergüenza en una cafetería de París. Se inclinó para levantar la tasa del suelo, cuando una verdosa y cálida mano detuvo la suya, aprisionándola entre esta y la tasa. Canadá levantó la mirada, encontrándose con los hermosos ojos café oscuro de aquel country dueño de sus suspiros desde el primer día que lo vio. Sostuvo la respiración, su rostro enrojeció a niveles que no creyó posibles y su cuerpo comenzó a temblar.
-Déjalo Can, yo lo levanto- Habló el mexicano levantando la tasa y ayudando al contrario a reincorporarse, una vez arriba Canadá regresó al plano terrenal y apartó rápidamente su mano de aquel agarre, no por que quisiera, si de él dependiera, caminaría de la mano del contrario por el resto de su existencia, pero no quería que México se asqueara con el sudor en sus manos. Por el contrario, a México le pareció tierna la acción del contrario, desde que recuerda, Canadá siempre ha sido un chico tímido, así que no se tomó a mal que retirara el contacto.
-¿Hace mucho que estás aquí?- Preguntó el mexicano tomando una silla de junto y sentándose a un lado del nervioso canadiense.
Canadá quería contestar, pero las palabras simplemente no le salían, tener a su enamorado de frente lo volvía muy torpe, así que solo negó con la cabeza.
- ¿Esperas a alguien? - Preguntó México con auténtica curiosidad.
-Yes! I... I mean No... I mean... I-I was wai-waiting for my my bro-brother- Tartamudeó.
-¿USA?-
-N-no-
-¿New Zeland?-
-¿Australia?-
-N-no... I MEAN YES-
-Oh bueno ¿Te molesta si te hago compañía un rato? Por lo menos hasta que la lluvia se calme-
-YES!-
-... ¿Osea que si te molesta o...?-
-NO... I-I mean... Just stay- Dijo rendido el canadiense, a veces odiaba ser tan estúpido frente a México, seguro que piensa que es algún tipo de fenómeno o algo por el estilo.
-Jajaja Me caes muy bien Can, eres bien tierno- Soltó con simpleza el moreno, sin saber que sus palabras elevaron al canadiense hasta el paraíso -Entonces dime ¿Qué cuentas de nuevo? –
Canadá intentó hablar, pero sus tartamudeos impedían que estructurara una oración coherente, cosa que divertía al mexicano, el cual al notar el martirio que esto representaba para el canadiense, decidió ser él quien hablara... Y vaya que hablaría un largo rato.
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¿Por qué no puedes amarme a mí?
FanfictionUSA es muy sobreprotector con Canadá, esto ha generado de que sus habilidades sociales no sean las mejores, sobre todo cuando se trata de hablar con la persona que le gusta.