Capítulo 11

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Cuando llegó a la casa de Kun, estaba muy nervioso.

Le había dicho a sus padres que pasaría su tarde y parte de la noche en el departamento de su chico para ayudarlo a arreglarlo un poco debido a que, por su reciente mudanza, era más o menos un desastre grande.

Cuando les dijo la dirección, ambos parecieron olvidar la presencia del menor y comenzaron a discutir entre ellos sobre el tipo de vivienda que había adquirido el chino.

Al parecer no era un departamento pequeño dentro de un edificio como él lo había imaginado, sino un loft.

Cuando sus padres hablaron sobre la supuesta situación financiera en que se encontraba su casi novio, no lo meditó mucho.

Entonces llegó.

No sólo no era una habitación. Era una casa pequeña con una muy bonita fachada dentro de un complejo que era igual de bonito.

Entonces fue consciente de todo lo que habían hablado aquella primera noche, sobre cómo Kun se le había contado que su padre le daría un empleo.

En su empresa.

El padre de Kun tenía una empresa.

Tratando de restarle importancia a su reciente descubrimiento, se acercó a la puerta dispuesto a tocar cuando alguien abrió del otro lado.

- Creí escucharte llegar – sonrió brillante.

- Hola – besó sus labios superficialmente - ¿puedo pasar? –

- Mi casa es tu casa – respondió haciéndose a un lado.

El menor entró confiado y se dedicó a mirar el lugar con detenimiento.

Era espacioso, bonito y olía bien pero, tal y como el mayor le había advertido, estaba un tanto desordenado.

- ¿Quieres algo de beber? - ofreció, tomándolo por los hombros.

- Quiero empezar ya – sinceró.

Kun rió enternecido y besó su mejilla.

- Esperaba que dijeras eso – lo encaminó hacia un montón de cajas - ¿quieres ayudarme con la sala mientras yo trabajo en la habitación? –

- Sólo son un par de libros ¿no? – señaló el librero con la cabeza.

- No, esos van al estudio – suspiró – mesa de café, lámparas, alfombra – señaló la espaciosa habitación – todo con la marca roja van aquí –

- ¿Puedo acomodarlo a mi gusto? –

- Alócate – caminó a las escaleras - ¿me avisarás cuando tengas hambre? –

- Por supuesto – respondió distraído mientras desempacaba una caja.

- ¿Vas a dormir aquí? –

- No creo que... -

- Hablaremos de eso más tarde – dijo subiendo completamente.

¿Por qué eso sonaba a una advertencia?





Chenle jadeaba insistentemente mientras recibía con anhelo entre sus piernas al japonés una y otra vez.

Se sentía un poco avergonzado de la dirección de las cosas y cómo era que el resultado era todo su culpa.

Todo podía resumirse a que, desde que subió al auto, había manoseado al mayor durante todo el trayecto hasta que llegaron.

Al parecer Yuta se había estado conteniendo pues, apenas entraron a la cabaña, lo empujó contra la puerta y lo besaba de forma casi obscena mientras la aseguraba.

Después de eso, todo se puso borroso.

Besos, caricias, sudor, y ahora estaba ahí.

Acostado sobre su espalda y lo que podía describir como finas sábanas, experimentando su primer y más grande orgasmo a manos de alguien que no fuera él.

Apretó su cuerpo con fuerza, haciendo al mayor aliviarse dentro de él, y lo recibió entre sus brazos cuando éste se desplomó encima de su cuerpo casi deshuesado.

Se sentía flotar.

Le tomó un rato salir de su pequeño trance post coito, pero estaba bien. Yuta no parecía tener intenciones de hacerse a un lado, de todos modos.

- ¿Estás bien? – preguntó, comenzando a repartir besos en su cuello y hombros.

- Sí – susurró sin aliento - ¿y tú? –

- Perfectamente – murmuró sobre su piel humedecida – bebé, ¿por qué tuviste que provocarme? Ni siquiera me diste tiempo de abrir la botella de vino espumoso que había preparado para ti – se incorporó para verlo – eres un chico mimado –

- No me sentí exactamente mimado – hizo una mueca – azotado se acerca más – bromeó, haciendo al otro reír.

- Lo siento – besó sus labios – pero lo entenderías si pudieras verte con mis ojos – comenzó a peinar su cabello con los dedos – eres tan hermoso. Te deseo tanto –

El chino lo miró embelesado por un momento.

- Te amo – murmuró inseguro.

No sabía si era el momento de decirlo nuevamente o si eso lo haría ver muy meloso.

Gracias a todo, Yuta simplemente rió, disipando toda inseguridad.

- También yo – besó la punta de su nariz - ¿tienes hambre? –

- No estoy seguro – frunció el ceño – no puedo sentir otra cosa que adormecimiento –

- ¿Qué puedo decir? Soy muy bueno – medio bromeó, levantándose de la cama para retirarse el condón – quédate aquí. En un momento te traeré algo para que comas –

- No, gracias – se levantó también – prefiero ayudarte en la cocina –

Yuta lo miró extrañado.

No era tan estúpido para mencionar que era el primero que se ofrecía, pero lo era.

Estaba agradecido, de hecho.

Casi se lamentaba por la situación real.

Ni modo. A veces las cosas no eran para siempre.

Bueno, pues a uno de dos ya se le hizo.

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