A contracorriente

4.1K 231 104
                                    

Wilhelm

Si alguien me hubiera preguntado que esperaba de este curso en Hillerska, aburrimiento y añoranza sería lo primero que habría contestado. Me arrancaron de mi vida para meterme en otra que no me pertenecía, pero en medio de esa locura apareció él. Puedo decir que después  del primer instante en que lo vi, ya no hubiera contestado lo mismo. 

No sé que fue lo que más me atrajo de Simon, quizás su tímida y bonita sonrisa que siempre aparecía como un bálsamo mágico, la seguridad que me transmitía o el incómodo y a la vez placentero bombear de mi corazón cuando lo tenía cerca.

El caso es que despertó algo en mí que soy incapaz de volver a dormir. LLevo cinco días encerrado en este palacio. Trato de hacer lo mismo que antes de conocerlo. He visitado a mis antiguas amistades. Me he acercado a ellas, hemos pasado tiempo hablando, paseando e incluso en algún local, pero nadie es tan reparador como él, nadie más puede ser lo que es Simon para mí.

—Ey, disfruta de la noche — Elisa sonríe a la vez que su mano se cuelga en mi brazo antes de cruzar la puerta del club.

Sé que es preciosa, sofisticada y la clase de chica con la que mi madre me quiere ver fotografiado por aquel tipo que se esconde sin muchas ganas detrás del árbol.

Su sonrisa se intensifica cuando al otro lado la gente se para a saludarnos. Yo como un autómata extiendo la mano, mi boca se dilata hacia los lados y mis ojos vuelan de un lado hacia otro para no entablar una conversación demasiado larga.

Solo quiero gritar que están siendo las peores navidades de mi vida. Erik no está, siento un dolor desgarrador cada vez que pienso en él. Solíamos pasar mucho tiempo lejos el uno del otro, pero para navidades siempre estábamos en casa.

Debo reconocer que este año si no hubiera sido por Elisa y por los demás, no hubiera sacado un pie de la cama. Por suerte, hay pocas obligaciones públicas como príncipe heredero en estas fechas. Mi tiempo debería ser para pasarlo con mi familia. 

Los dos primeros días me colgué el móvil del cuello mirando a cada segundo alguna señal que pudiera dar Simon, Sara o cualquiera que pasara las fiestas en el colegio. No encontré ninguna. Una sensación de angustia me invadió cuando tuve el fugaz pensamiento de que todo lo que había vivido los últimos meses no había sido real.

Mi madre entró en mi habitación sin llamar y me encontró sentado en el suelo del baño justo después de devolver el desayuno.

—No puedes seguir así Wilhelm —Se acercó con paso tranquilo—. Prepárate, hoy vamos a dar el discurso de Navidad, y tú debes decir unas palabras, el texto te lo dará Astrid.

Su mano acarició mi pelo tratando de infundirme valor. Me apartó el flequillo y me cogió el mentón. 

—Todo esto pasará y el futuro tan prometedor que te espera compensará todo el dolor que ahora sientes.

Jamás había conocido a una mujer tan fuerte, valiente y segura de sí misma.
Ella se enfrentaba a un país entero y yo no me sentía capaz ni de gobernar mi propia vida.

Me quedé solo, luché por levantarme, pero solo conseguí pescar el móvil con las yemas de los dedos que descansaba en el suelo y mirar las fotos que tenía junto a Simon. Mis ojos se inundaron de lágrimas, había sido real y él tenía que esperarme. Me froté la cara y el pelo con ansia. Otra ola abrumadora provocó una segunda arcada. Porque él me esperaría, ¿o no?

Han pasado tres días desde entonces. La música rebota en mis oídos, cada vez resulta más difícil pasar entre la gente, recibo algunos golpes en el hombro a modo de saludo y me dejo guiar por Elisa hasta la mesa reservada que se encuentra en un lateral de la sala. Parece que esta noche será distinta a la última que salí con ellos, esta vez por desgracia no acabaré en un internado. Niego con la cabeza riéndome de mi propia locura y entonces pienso que quizás aquella noche fue el destino el que me propinó el golpe que me dejó el ojo morado. 

Le doy un trago al vaso que me ofrece Adrien. Fuimos juntos hasta el instituto y ha sido uno de mis mejores amigos. Asiente feliz de que haya vuelto y yo por un instante también. Demasiado fugaz, porque el alcohol golpea mi estómago vacío y bebo otro trago para amortiguar el anterior. 

Fijo la mirada en el centro de la pista, tratando de mantener mis pensamientos a raya, un poco irritado porque no me dejan disfrutar del momento y entonces un chico de tez morena, con el pelo corto y ondulado cruza de punta a punta. Dejo de escuchar a Elisa gritando mi nombre cuando me adentro en el pasillo de los servicios. 

—Hola guapo, ¿buscas algo?

Un chico rubio y corpulento algo mayor que yo me coge por detrás. Pierdo el equilibrio, por suerte mi hombro roza la pared y mi cuerpo se mantiene estable. 

—No... sí, quiero decir que sí, busco a alguien, pero no eres tú —Me aparto el pelo de la cara y me miro los pies—. Lo siento. 

Doy media vuelta y salgo a paso ligero hasta la entrada. Elisa me coge y me frena en seco. 

—Si sales así, mañana tendrás otro escándalo en portada. 

Me detengo a pensarlo un segundo y me centro en sus ojos azules. 

—Tienes razón y mi madre me mataría literalmente. 

—Haremos una cosa —me interrumpe—. Llamaremos a tu chófer y saldremos los dos tranquilamente. A cambio, me llevas a casa. 

—Te vas a perder la fiesta. 

—Sin ti seguro que no es lo mismo — se sonroja al decirlo. 

Hemos salido con éxito del club, Elisa ya descansa en su casa y yo me he tumbado a ver un rato la televisión. Me dedico a cambiar de canal y a prohibirme mentalmente coger el móvil de nuevo.

Y, como si se tratara de una señal, la melodía de mi teléfono empieza a sonar. 

Me acerco tembloroso a la mesita, observo la pantalla que parpadea cauteloso y me lanzo a cogerlo cuando leo el nombre que aparece. 

—¿Wilhelm? —pregunta solo descolgar. 

—Sí, hola, ¿Qué sucede?

Algo no va bien, su voz ha temblado con tan solo pronunciar mi nombre. 

—¡Sara! —exclamo cuando creo que la línea se ha cortado.

—¿Sabes algo de él? —pregunta con voz apagada. 

—¿De quién, de Simon? No, no sé nada ¿por qué? ¿Qué ha pasado? ¿No está contigo? —mis palabras, al contrario que las de ella, salen de mi boca atropelladas. 

Cinco días esperando noticias suyas y lo primero que sé es que lleva tres días desaparecido. Mis pulsaciones se han acelerado hasta el punto de que no puedo dejar de sentir el latido en mis oídos. 

—No sabemos donde está desde hace tres días —su voz parece empañarse por las lágrimas —. Ha pasado algo. Es culpa mía —pronuncia las tres últimas palabras y cuelga.  

La llamo, pero no responde. Le envío un mensaje pidiéndole que por favor me responda. No lo hace, pasan 5, 10, 20 minutos y NO LO HACE! Me cabreo, lanzo el aparato por el aire después de probar con el de Simon y descubrir que está apagado.   

Me sujeto las caderas y respiro, o por lo menos lo intento, 3, 2, 1 inspira, 3,2,1 inspira. Solo se me ocurre una idea que no deja de repetirse en mi cabeza, "Tengo que hacer algo, no lo puedo dejar solo".


❣¿Os gusta este inicio?

Queda mucho por escribir y mucho por leer de esta emocionante historia. Si lo comentas será señal de que voy por buen camino y de que te gusta como imagino la continuación de la serie. De manera que te lo agradezco enormemente por adelantado.☺️

〰︎Prometo altas dosis de romance💜〰︎ 

Regreso a Hillerska [Jóvenes Altezas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora