FORBIDDEN | Draco Malfoy

chapter ten

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ADVERTENCIA: Mención de abuso.

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La noche se les hizo extensa. Fueron horas donde casi no hubo descansos, y se disfrutaron como nunca antes lo habían hecho con otra persona.
Draco la amó de verdad, y Giselle no quería que eso terminara.

Cuatro orgasmos logró conseguir, y él tuvo que acomodarla debajo de las sábanas cuando vio que no tenía intenciones de moverse. No porque no quisiera, realmente no podía mover ni un solo músculo o sentía que iba a desvanecerse.

Encontró la paz cuando Draco no la dejó sola y se acomodó a su lado, juntando sus cuerpos desnudos y calientes por el encuentro tan fogoso que habían tenido.

Giselle disfrutó de sus latidos desenfrenados cuando apoyó su cabeza sobre su pecho agitado. Él la recibió feliz, y acarició el sedoso cabello castaño de la chica hasta que identificó su respiración serena.

Se había dormido, y lo vio como una oportunidad para hacerlo también.

A las seis en punto sonó el despertador de Draco en la mesa de noche. Ninguno de los dos le prestó atención, pero cuando fue demasiado insistente, Giselle gruñó con frustración y se giró sobre la cama para apagarlo.

Sus oídos le agradecieron, y volvió a su posición anterior, encontrándose con algo que desearía ver todas las mañanas.

El platinado estaba durmiendo boca arriba. Su cabello revuelto caía sobre su frente, ocultando un pequeño porcentaje de sus ojos cerrados. La nariz respingada la cautivó, y deslizó su dedo sobre ella con mucho cuidado para no despertarlo.

Gritos internos la llenaron cuando se percató de lo perfecta que era su mandíbula, tan tensa que se marcaba más de lo que solía estar. Y sus labios gruesos carmesí, con leves grietas que se formaron durante la noche indicando que estaban secos.

Quería besarlos, moría por hacerlo, pero quería dejarlo descansar por otros minutos.

Iba a salir de la cama para vestirse y buscar una manera de volver a Hogwarts, hasta que se distrajo con unas extrañas cicatrices ubicadas por lo largo de su pecho y torso.

Parecían ser rasguños, uno al lado del otro, formando tres en total de manera vertical. No eran recientes, pero aún así resaltaban en su cuerpo con un color rojizo suave.

Lo miró de reojo y alzó su mano para tocarlos, aunque sea sentir la textura.

Casi lo consigue, pero se recostó boca abajo para fingir dormir cuando él gruñó y sus párpados se movieron perezosos.

—No cariño, no funciona conmigo. —susurró cerca de ella.

Creyó haberse mojado al escuchar su voz soñolienta, con el cansancio aún a flor de piel, entrando por sus oídos como una dulce melodía.