chapter twenty three

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La pareja que anteriormente estaba creando una discusión por sus pensamientos diferentes, se quedó helada en su lugar.

Giselle tuvo un escalofrío que recorrió su espalda completa; y Draco sólo alzó la mirada por encima de la cabeza de la chica.

Amanda sonreía con algo de confusión, ingresando con unos cortos y lentos pasos al salón de clases.

La menor rogó internamente que no atacara con preguntas y se fuera.

Pero ella parecía tener otros planes.

—¿Hay... algún problema? —juntó sus manos, acariciando sus propios dedos.

Giselle abrió la boca. —Uhm, no. Todo está bien.

—¿Si? —sonrió con un toque de preocupación— Los gritos se escuchaban a gran distancia en el pasillo, por eso vine hasta aquí.

—¿Ah si? —la chica alzó sus cejas.

Pero con el ruido que hizo Draco al aclarar su garganta, se dio cuenta de que sus palabras habían sonado algo arrogantes, sarcásticas.

Eso la hizo ruborizarse, y rápidamente habló para cambiar lo que soltó.

—Quiero decir, y-yo... —tartamudeó. Necesitaba apoyo ahora— No tiene que preocuparse, profesora Rossier. Yo ya me iba.

La voz del platinado la mantuvo quieta en su sitio, como si sus pies fueran pegados con el pegamento más potente que existiera.

Pero ella sólo quería huir, le aterraba pensar que Amanda estaba fingiendo no haber escuchado.

Porque pudo haberlo hecho, y eso sería una nueva preocupación para la pareja; la mayor podía arruinarlos a los dos de un solo tirón.

—En realidad, lo que estaba hablando con la señorita Chevalier era por su... distracción en clases. —apretó los labios— Al parecer ha estado algo ida desde que regresó, y si quiere retomar todo esto debe estar atenta.

Giselle no entendió por qué sus palabras la enojaron, pero antes de que pudiera decir algo en contra, Draco golpeó su pie disimuladamente.

Sólo era seguirle la corriente, y pronto estaría libre.

—¡Sí, era exactamente eso! —soltó una risa falsa— Me exalté un poco, estoy... uhm, muy distraída.

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