Eros Morón
Ver a mi pequeña demente huir de mí es como sentir un golpe seco en la boca del estómago, quiero gritar y golpear para sacar este sentimiento
—Pequeña demente, si tan solo supieras los verdaderos motivos me entenderías— Pego la espalda del tronco del árbol dejando que un par de lágrimas corran por mis mejillas.
Odio sentirme débil y odio aún más sentir que puedo perderla a ella.
Los pensamientos suicidas se apoderan de mi mente y con ellos llegan las voces que me descontrolan, ¡Soy fuerte!, ¡Soy un roble!
Me quedo no sé cuánto tiempo viendo el cielo, la luna y las estrellas, todo está muy oscuro para cuando regreso al instituto. Cierro la puerta del que una vez fue mi instituto y donde conocí al amor de mi vida con las esperanzas latiendo en mi pecho por qué sé que regresaré aquí con ella y con mis amigos.
Manejo a toda velocidad buscando el callejón donde la bese por primera vez, donde sus ilusiones y ganas de vivir se convirtieron en las mías, bajo tomando la botella de tequila tirando la puerta odiando cada célula de mi cuerpo.
Su retrato en la pared sigue igual de hermoso que el día en que lo pinte, sus labios tan llamativos y sus ojos tan atrapantes. Me tiro a un lado de la acera cuando mi estado de ánimo mejora y feliz brinco por ella, por su salud que ha de mejorar, por su felicidad, pero sobre todo por su corazón porque me faltan muchos latidos más por escuchar.
Siento las manos de alguien tocarme el hombro y es la última persona que pensaba ver en este lugar.
—Mi hija es una obra de arte, quizás hoy no te entienda por qué piensa que la abandonas, pero el mañana a de llegar pronto y con él las respuestas que ella necesita— observo al padre de Atenea Grey sentarse a mi lado, me quita la botella y se da un trago, nadie dice nada más solo esta hay como un verdadero padre lo estaría.
Trago tras trago la botella se termina, el agua se seca del vaso, la comida se quema y los árboles botan las hojas, llego no sé cuánto tiempo dando vueltas en el aeropuerto esperando ¿Qué demonios espero? Quizás tengo un poco de esperanza al sentir en mi corazón que ella vendrá.
—Atención pasajeros al vuelo 598 con destino a Italia ya pueden abordar el avión— el primer llamando me pone alerta mientras sigo mirando la puerta por donde sé que ella entrara.
—No podía dejarte ir sin darte las gracias por esto que estás haciendo— Zeus me abraza y una parte de mí quisiera que otra Grey estuviera aquí.
— ¿Ella vendrá? — Él suspira negando
— ¿De verdad piensas que te dejaré ir sin despedirme? — Zeus se aparta dejando ver el rostro que tanto anhelaba ver, viene con las mejillas rojas y los ojitos hinchados de tanto llorar.
—Atenea yo— me pone un dedo en los labios para que no diga nada.
— ¿Volverás por mí?
—Cada latido tuyo es un latido del mío, cuando quieras sentirme cerca solo por una mano en tu corazón y sabrás que estoy a tu lado porque tus latidos se han vuelto mi adicción Atenea Grey— doy dos pasos pegando su frente con la mía.
—Atención pasajeros al vuelo 598 con destino a Italia ya pueden abordar el avión
—Te amo
—Te amo— me saca una sonrisa el que lo diga al mismo tiempo, sus tiernos ojos me mira como si me gritaran cuan es su amor por mí, no lo evito y aunque me parta el alma sentir que es el último por mucho tiempo uno nuestros labios como promesa de un amor a medias que hoy se duerme para mañana despertar con más fuerza que nunca.
—Hoy me despido de ti amor de mi vida dejándote saber que no es la única vez que te veré porque cada día lucharé para volver aquí, a nuestro árbol y a mi lugar favorito tu corazón.
Me abraza aferrándose a mí y eso me saca unas cuantas lágrimas, me despido con un último beso y abrazo a los presentes.
—Cuídate Wendy que aquí tu Peter Pan te esperará con ansias— golpeo la cabeza de Mikhaelo agradeciendo al cielo mentalmente por tenerlo conmigo, lo abrazo porque más que una amigo es mi hermano.
—Capi... Rehabilitación... Espero... Verte... Cuando... Eso... Acabe— Lo abrazo porque se convirtió en ese hermano mayor que nunca podre tener.
De mis padres no sé nada, me volteo feliz, pero con el sin sabor de que nadie de mi familia vino a despedirse.
—Sé que soy viejo, pero por lo menos merezco un abrazo de mi nieto— volteo sorprendido de ver a mi abuelo con los brazos abierto esperando recibirme, las lágrimas no paran de salir porque tenía mucho que no lo veía y lo extrañaba.
— ¿Qué haces aquí si mi padre?
—Que no se te olvide que tu padre nació de mí no yo de él. Me besa la frente y me da su bendición.
—Señores si van a abordar el avión es momento de hacerlo— La azafata nos mira con una ceja alzada.
Un momento señorita— le pide Atenea aferrándose una vez más en mí, dándome un abrazo que siento como una despedida.
—Lucha por mi pequeña demente.
—Vuelve por mi desquiciado.
—Dame por favor dame un solo latido más
—Un solo latido más
Hablamos al mismo tiempo y con eso me despido de todos subiendo al avión que me llevara al laboratorio donde empezaré mi estudio clínico, no soy experto, no soy un profesional, pero amo las fórmulas y la química en general, pero sobre todo el verdadero motivo para hacer todo esto es que amo con toda mi vida a la mujer de cabello rojo que dejó en el aeropuerto con mis amigos y mi abuelo.
Una melodía suena por el parlante del avión lo que me hace sentir que se me erizan los vellos de todo el cuerpo.
—Me debo ir
No me quiero ir
Me tengo que ir
No quiero partir
Debo alejar
Tengo que cambiar
Tengo que soñar
Tú tienes que soñar
Y debemos llegar
Cierro los ojos cuando el cansancio me vence prometiéndole a mi país y al amor de mi vida que volveré con esa cura que ella necesita.
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SOLO UN LATIDO MÁS © ✨ PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO✨
RomanceAtenea Grey, medidas perfectas, rostro de porcelana, ojos misteriosos, hermosa cabellera roja y las muchas pecas que adornan su cara. Va por la vida con una increíble sonrisa gritándole al mundo, que no le importa su baja estatura, porque es una chi...