Capítulo 13. La bella princesa y la princesa derrotada.

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A la madrugada - En el departamento

Luisita se movía de un lado al otro de la cama, giraba para la derecha, luego para la izquierda, estiraba sus piernas, después las acurrucaba de nuevo, ponía sus brazos a un costado, después al otro, hasta por último dejarlos debajo de su cabeza y finalmente se quedaba quieta mirando al techo.

Hasta que se cansaba y volvía a empezar los movimientos que ya había repetido ciento de veces. Parecía no encontrar posición adecuada para dormir y por sobre todo, su mente parecía no querer descansar. Ella era consciente que, desde que Amelia había aparecido en su vida, la rubia ya no era la misma de antes.

Era como un cuento de fantasía, Luisita ya lo tenía todo armado en su cabeza. La historia de una hermosa princesa que cegada por los lujos y el dinero poco a poco fue enterrando su verdadero ser en capas y capas de ambición y faltas de escrúpulos. Un día se miró al espejo y pudo ver que había cambiado, en lugar de su escultural y marcado cuerpo, pudo ver un cuerpo de una vieja enclenque, que usaba bastón y hasta le era difícil enderezarse por su enorme joroba. Sus hermosos ojos portaban arrugas marcadas por años y su perfecta nariz había sido remplazada por una que era enorme y que llevaba varias verrugas encima.

Una vieja fea, eso era en lo que su ambición, el dinero y la falta de amor la habían convertido, una vieja fea.

Hasta que un día, un derrotado y herido príncipe cae en sus manos y es ella la encargada de volverlo a poner en pie, de curarlo y protegerlo para que pueda volver a dar batalla. Poco a poco se va enamorando del príncipe y con cada suspiró que él le arranca, con cada caricia que ella le dedica, van apareciendo y volviendo rasgos de la joven y hermosa princesa Luisita, de aquella princesa bondadosa y amable que quería volver a ser, iba volviendo a ser ella gracias a la aparición de la Princesa Amelia en su vida.

- La princesa Amelia– murmuró Luisita haciendo una mueca de risa.

Eran infinitas la cantidad de cosas que su príncipe provocaba en ella, desde ternura, hasta risas, desde celos hasta grandes pasiones, desde ganas de mandarla a la mierda, hasta ganas de hacerle el amor una y otra vez y mil veces más.

Pero jamás, la rubia jamás pensó que todos los sentimientos que había sentido esa noche cuando escuchó a Amelia hablarles a sus padres, o mejor dicho gritarles, iban a entrar en ella. Amo a Amelia por cada parte de su difícil vida que contó, y con la misma intensidad que la amó, la admiró y agradeció porque la morena estaba de pie con vida ahora mismo.

Es que a la rubia le resultaba increíble, no era posible, no era justo, que a los cinco años los problemas de Luisita pasaran por tener la mochila o la muñeca más cara del jardín, mientras que Amelia luchaba por un plato de comida, o que a los trece su mayor preocupación era que sus pechos no le crecían al mismo ritmo que el de otras chicas, mientras Amelia soportaba los abusos en los distintos hogares que la recibían

– Carajo – dijo sin darse cuenta de que lo había dicho en voz alta.

- ¿Puedes quedarte quieta Gómez? – Le reprochó la castaña – Entre el tamaño de tu culo y tus permanentes movimientos no me dejas dormir – se quejó alejándose de la rubia para acurrucarse más en la espalda de la bailarina.

- Te dije que no era necesario que durmieras aquí – se defendió Luisita Después de todo la idea de esperar a Amelia en el sofá cama había sido de ella.

- Y yo te dije que voy a hacer lo que se me dé la regalada gana – contestó de mala manera

- ¿Por qué no confiesas que estas preocupada por Amelia como Luisita y yo? – Al parecer María tampoco podía dormir

- Porque no lo estoy – mintió

- Vamos Marina, si no haces más que mirar a la puerta desde que nos acostamos – le recordó la bailarina.

I'm Not For YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora