Capítulo 24. Llego la pizza.

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Tiempo después – Oficina de Luisita

Luisita había decidido que era mejor que ella misma acompañara a Amelia hasta el estacionamiento.

No porque no confiaba en Rocío, sino porque primero que la mujer aun no salía del estupor de ver a la tatuadora desnuda y segundo, y no menos importante, si la rubia acompañaba a la morena, de esa manera podía aprovechar el ascensor para repasar las partes de la boca que amaba de la otra chica y dejar que Amelia esculcara su boca como ella quisiera, o podía aprovechar la poca luminosidad del estacionamiento para, apoyadas en el camioncito de helados, repasar el contorno del pene de la morena con sus propias manos y de paso, también podía dejar que Amelia se desquitara jugando un rato con sus pechos.

En fin, hicieron todo eso y un poco más. Toda la diversión terminó cuando el guardia del estacionamiento encendió el pitido que avisa la entrada de un nuevo coche y la rubia le dio el último y profundo beso a su chica para dejarla ir toda rezongona por su erección sin tratar.

La sonrisa que Luisita portaba en su rostro a medida que caminaba por el edificio le dio que sospechar a más de uno de sus propios empleados. La rubia no sabía si la miraban por eso o por su raro caminar, sea por lo que sea, Luisita lo llevaba con orgullo, porque tenía una novia que la hacía enamorarse cada vez más y su caminar, porque para ella era una medalla de honor, no cualquier recibe el exclusivo trato del rarón y vive para contarlo.

- Rocío... - Llegó al escritorio de su secretaria

- ¿Se encuentra bien Señorita Gómez? – La mujer la miraba como una madre preocupada mira a su hijo.

Luisita alzó una ceja y contestó

– Estoy perfecta Rocío, gracias por preoc...

- ¿Está segura? Porque... disculpe si me meto pero... es que... como decirlo... lo que vi es... es... es... - la preocupación de la mujer no encontraba palabras.

- Rocío – la frenó Luisita – Estoy muy bien. Agradezco tu preocupación de todas maneras – tampoco había tanta confianza entre ellas – ¿Terminaste con tus tareas? – le preguntó.

- Por supuesto Señorita Gómez – le aseguró orgullosa de su propio trabajo – Ya limpié su agenda de hoy como usted me ordenó y todos los asuntos urgentes ya están solucionados – informó

- Perfecto – dijo Luisita – Da el aviso de que todos los empleados tienen el resto del día libre y después de eso puedes retirarte, muchas gracias por todo Rocío – le dijo a su empleada - ¿Algún problema? – la mujer se le había quedado mirando como si de su boca escupiera fuego.

- Disculpe pero... ¿Me podría repetir lo que acaba de decir Señorita Gómez? – pidió con respeto la mujer

- Rocío – Luisita se resignó – No has escuchado mal ni nada por el estilo. No tengo la cabeza en el correcto lugar para trabajar esta tarde – la cara de pícara de Rocío lo dijo todo – ¡Exacto! – Luisita le adivinó el pensamiento – Ya sabes dónde está mi cabeza y por eso si yo no trabajo, no puedo obligar a mis empleados a hacerlo también, por lo tanto tarde libre para todos, no pasa nada si en una tarde no trabajamos – anunció retirándose para su oficina – Hazte cargo por favor – ordenó suavemente.

Rocío miró el teléfono sabiendo que le esperaba una difícil tarea de convencer a los empleados de que lo que decía no era una broma.

Apenas Luisita entró a su oficina se encontró con la mirada de Marina sobre ella. La castaña estaba sentada sobre el escritorio y la miraba seriamente y de brazos cruzados. Luisita le respondió mirándola con la misma seriedad.

Marina fue la primera en quebrarse cuando de su boca salió una mueca de burla y le abrió los brazos a su amiga.

- Marina... - Luisita corrió a los brazos de su amiga y se fundieron en un fuerte y acogedor abrazo de esos que compartían en verdaderos momentos de necesidad y que Luisita solo recordaba haber compartido con Marina cinco de ellos.

I'm Not For YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora