- ¿Te sirvo otra? – Un típico cantinero de bar le preguntaba a una cierta morena que llevaba ya varias horas bebiendo en la barra del lugar.
En realidad no había tomado mucho, sino que los vasos le duraban bastante tiempo, usualmente solo era dos o tres o menos si la golpiza llegaba antes.
Amelia asintió y corrió su copa para que el hombre pusiera el líquido que fuera dentro del recipiente, no le importaba que bebía siempre y cuando fuera fuerte e hiciera mucho más a meno el momento de recibir los golpes.
Una vez que tuvo la copa llena miró al bar donde había llegado después de caminar por varias horas. No estaba tan lleno como los que solía entrar con más frecuencia, pero al menos había bastantes grupos que le podían ser útiles.
Amelia le dio un trago a su bebida y el alcohol blanco le quemó la garganta. Agitó la cabeza y se la aguantó, después de todo era lo mínimo que merecía por hacer lo que hizo, el fuego que le quemaba la boca no era nada comparado con lo que le había hecho a Luisita.
- ¡Mierda! – Amelia golpeó la barra llamando la atención del cantinero y de algún que otro solitario borracho - ¡Mierda! – volvió a pegarle.
- ¡Oye amiga! – El cantinero tenía cara de poca paciencia – El que rompe paga – le advirtió ante las botellas y copas que la morena hacía temblar con cada golpe.
Amelia ni siquiera miró al hombre. Puso los codos en la barra y su cabeza entre sus manos. A pesar de que había caminado durante horas no lograba sacarse la culpa que llevaba en el pecho. No entendía cómo fue tan estúpida de arruinarle la vida a Luisita de esa manera.
Amelia sabía que ella no era inteligente y que necesitaba más tiempo que los demás para decidirse y pensar las cosas, sabía que de lo único que podía opinar era de dibujos, pinturas y de tatuajes y aun así prefería abstenerse de cualquier tipo de conversación para no pasar vergüenza. Tan solo no se consideraba digna de ser escuchada, o al menos cuando era chica el silencio era lo único que la llevaba a algún lugar.
La morena siempre era la preferida de la gente que regenteaba a los niños de la calle, la morena simplemente bajaba su cabeza y hacía lo que le pedían y cuando algo no le gustaba huía y por eso pasaba tan poco tiempo formando parte de los grupos. Amelia no era inteligente pero era lo suficientemente sabía para saber que si te quejabas, las "sustancias del sí", como le llamaba ella a las drogas que les inyectaban para que no se armaran rebeliones, venían y eso a Amelia no le gustaba.
La tatuadora no era inteligente pero era lo suficientemente perspicaz como para hacer lo que la señora del hogar que abusaba de ella le pedía. Amelia ya sabía que la mujer iba a hacer lo que se le diera la gana con o sin su consentimiento. De hecho más de una vez se había quedado sin poder sentarse varias semanas por culpa de negarse a colaborarle y eso a Amelia tampoco le gustaba, asi que simplemente agachaba su cabeza y hacía lo que se le pedía hasta que algo pasaba y ella podía huir del lugar o tal vez tenía la suerte e iba a parar a la cárcel o al hospital y lograba que la cambiaran de hogar o de casa de acogida.
Pero ahora sí que se había pasado, ahora sí que su estupidez había tocado fondo, ahora sí que Amelia había arruinado lo único hermoso que le había pasado en la vida. Amelia había dejado embarazada a Luisita
- ¡Mierda! – volvió a golpear la barra
- ¡Oye! ¡Es la última vez que te lo advierto! – le gritó el cantinero.
Amelia lo volvió a ignorar, no era que no quería simplemente que estaba acostumbrada a hacer lo que a ella le parecía. Estaba acostumbrada a actuar por instinto. Amelia era como un animalito que siempre está atento a no caer en una trampa. Al principio se mantenía alejada, luego se iba acercando de a poco, si algo le olía mal se alejaba y si no terminaba por acercarse.
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I'm Not For You
Fiksi Penggemar(G!p) Una millonaria inversora llega a la ciudad de New York acompañada de su socia y mejores amigas con el propósito de arrasar con todo y agregar más logros y millones a su perfecta y controlada vida. Nunca pensó que sus prioridades iban a cambiar...