Capítulo 23. La presidenta.

5.5K 245 428
                                    

Amelia siguió amándola hasta que Luisita alcanzó su cuarto orgasmo de la noche. La morena se había encargado de haberla recorrido toda y de que no quedara centímetro de su piel sin reclamar como propio. Pero ahora, en un tiempo de descanso, la morena estaba sorprendida por lo que Luisita le estaba diciendo

- ¿Nunca, nunca? – preguntó incrédula mirando a la rubia que descansaba en su pecho.

Luisita todavía agitada y con los ojos cerrados, agitó la cabeza para mirar

- ¿Nunca más de un... nunca más de un orgasmo? – Hizo la pregunta completa y volvió a tener la misma respuesta - ¿Estás seg...

- Amelia... - Luisita no quería escuchar más la misma pregunta – Bésame, por favor – pidió

Se fundieron en un abrazo de piel ardiente, muslos entrelazados, bocas sedientas y con los ojos cerrados y manos sin vergüenza. Luisita deslizó su propia mano entre sus cuerpos y sorprendió a la morena al sujetarle el miembro.

Amelia se arqueó y gimió como si la hubieran herido de muerte. Su pene creció en la mano de Luisita, mientras el beso se profundizaba y los dedos de Amelia separaban los labios de la vagina para hurgarla. No hallaban la saciedad, no existía fin.

- Quiero ponerme sobre ti – le dijo la rubia

Amelia sonrió

– Puedes hacer conmigo lo que quieras – le dijo entregada.

Con mucho esfuerzo se paró del sillón y buscó otro condón agradeciendo haber estado preparada para esa noche. Volvió a Amelia y le colocó el preservativo bajo su atenta e intensa mirada. Cuando se acomodó, volvió a sentirse nerviosa por el tamaño de la chica

– Ayúdame – le dijo suavemente a la morena y esta no dudó en seguir su indicación.

La ayudó a acomodarse y a deslizarse sobre su pene duro y caliente hasta que el cuerpo de Luisita lo tragó por completo, el rostro de la rubia pasó del dolor al placer en milésimas de segundos. Poco a poco Luisita se iba meciendo sobre Amelia e iba encontrando el vaivén correcto.

Por su parte, Amelia no atinaba a nada, se limitaba admirar la mujer que estaba sobre ella. Con sus enormes pechos resaltando, le recordaba más que nunca al dibujo que había hecho sobre la pared de la oficina. Su Luisita. Su amor. Su autoritaria y dulce mujer sin vello, rubia y con ojos miel. Su dama.

Ella nunca había estado en los planes de Amelia, pero solo tuvo que abrir una puerta para encontrársela. En verdad la morena nunca había buscado enamorarse, pero Luisita le provocaba una clase de pasión que jamás había sentido, ni siquiera con sus dibujos.

Sin duda su vida había cambiado y ya no la podía pensar sin Luisita en ella. El sentimiento que salía de Amelia, el amor que sentía por la mujer que estaba moviéndose sabrosamente sobre ella la emocionó.

La morena se incorporó para quedar frente a ella. Luisita se acomodó y la recibió en su nueva postura.

- Mírame por favor – le pidió la morena a Luisita.

Por unos instantes se contemplaron en silencio

– Eres lo más lindo que he visto en mi vida – le dijo sincerándose.

- Tu eres lo mejor que me ha pasado en mi vida. Hiciste que naciera de nuevo, que volviera a recuperar esa Luisita que perdí y tanto quería que volviera – confesó.

El placer las sorprendió con los labios unidos y ambas gimieron en la boca de la otra hasta que se desarmaron sobre el sofá. Se quedaron quietas mientras recuperaban el aliento. Para malestar de la morena, Luisita salió de ella y bajó del sillón para después caminar hasta la pared pintada por Amelia. La morena se incorporó sobre sus codos para contemplar a la rubia

I'm Not For YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora