3. Los amantes

231 21 17
                                    

3.  Los amantes

—Buenos días, bienvenidos a Friday's ¿Qué les sirvo? — 20 minutos después me encontraba vestida con mi clásico uniforme de camisa blanca, short negro, gorra roja y delantal del mismo color. Atendiendo al primer grupo de chicos que venía a desayunar tranquilamente un sábado en el restaurante vintage de la zona.

Ah, sí, por si no lo habían notado: era camarera, el trabajo más cliché de la historia ¿a que sí?

Los chicos se miraron entre todos las caras, y luego comenzaron a hacer el pedido todos al mismo tiempo, lo que me aturdió así que les hice una seña para que se callaran.

—Oigan que así no puedo. Eh, tú nene — señalé al que estaba más lejos de mí— ¿Qué te sirvo? — dije apoyando el lapicero en la libreta. El chico comenzó a hacer el pedido mientras todos se disculpaban con una sonrisa tímida, ¿Qué se creían que éramos nosotros los meseros?

Así estuve entre pedidos extraños, clientes con resaca y malhumorados y bandejas llenas hasta arriba durante el resto de la mañana, hasta que cerró la hora de desayunos.

Oh, sí, ya sé lo que están pensando.

Pero, Ocean, ¿No tienes como 14 años? ¿Qué estás haciendo levantándote en casas de chicos guapos desnuda y trabajando de mesera en un restaurante? ¿Cómo que clientes con resaca? ¿No son ustedes un puñado de niños sin supervisión adulta?

Sí, lo somos, exactamente.

Fue difícil acostumbrarse en un principio, pero es casi un tabú hablar de que la mayoría no hemos llegado a los 18 años y estamos aquí, sobreviviendo como si fuéramos adultos. Pensando que lo somos, metiéndonos en ese papel porque no hay nada más que se nos ocurra hacer.

Pero, pónganse a pensar. ¿Qué hacen un montón de pre-adolescentes hormonales si los meten en una ciudad en la que no se ve ni un adulto paseándose por la calle, en la que solo ellos son los que viven y no hay control sobre nada?

Yo les diré lo que hacen:

Beben, tienen sexo, algunos intentan estudiar, otros simplemente lo dejan, vuelven a tener sexo, vuelven a beber.

Y es un círculo vicioso que nunca se termina.

Así son las cosas en este lugar, te las tienes que apañar para no volverte loco rodeado de otras personas que tratan también de no volverse locos en un caos que se ha vuelto normalidad.

Al final, te acostumbras, yo lo hice.

.

.

.

—Entonces, Maikel Crowell, — empecé mientras movía un poco mi copa de vino, sentada en el sofá— Con que Alex y Jhon — dije intentando sonar misteriosa — Supongo que por fin ha llegado mi día de conocerlos, porque hace como... no lo sé ¿3 semanas? Que andas con ellos para todos lados y yo ni las caras les vi.

Ya estaba de vuelta a casa, a Maikel ya se le había pasado el malhumor mañanero y charlábamos sobre los planes para la noche, él se encontraba desparramado en uno de los sofás individuales, mirando su teléfono con una cara de aburrimiento impresionante.

Alzó la mirada hacia mí, en nada cambiando su expresión.

Cuando le había preguntado sobre a quién implicaban esos planes, me había tirado dos nombres que ya venía repitiendo y repitiendo hace semanas, nombres cuyos chicos yo no conocía. ¿Eso qué significaba? ¿Me estaba engañando? ¿A mí, su amiga del alma?

— ¿Me estás siendo infiel, Maikel? —pregunté enseriando mi expresión.

Rodó los ojos, se cruzó de brazos, y me dedicó una mirada cansada a lo que alcé una ceja.

Tal vez no todo acabe mal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora