8. Lunes con L de "¡La pierna, Joder!"

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8. Lunes con L de "¡La pierna, Joder!"


—No me voy a ir hasta que hablemos. —declara, firme.

—Sí, te vas a ir porque esta es mi casa y te lo digo yo.

—Bueno, en términos técnicos, la casa es de...

— ¡Joder, Alex! ¡Que te vayas! ¡Que me dejes sola!

— ¿Por qué? —inquiere, viéndose más confundido que enojado.

—Porque te lo digo yo. —respondo, remarcando cada palabra.

—Eso no es una respuesta.

—Claro que es una respuesta.

—No es la real. —cambia de táctica, llevando un poco más al borde la medida de mi exasperación.

— ¿Y qué si no quiero darte la real? —replico bruscamente, arqueando ambas cejas.

—Pues deberías.

— ¿¡Por qué!? —alzo la voz.

—Porque te lo digo yo.

El que usara mis propias palabras en mi contra casi desbordó mi exasperación. No tenía ningún derecho de reclamarme nada. Yo no tenía ninguna obligación en decirle nada. ¡En primer lugar, ni siquiera debería estar allí, en frente mío!

—No uses eso. —respondo con tono de advertencia, en voz baja.

—Déjame quedarme.

—No.

— ¿Acaso es tan pavorosa la perspectiva de mantener una charla conmigo? —expresa, luciendo... ¿dolido? No. Tal vez despistado. O impotente, como si jamás fuera a entenderme. Bueno, así lucía la mayoría del tiempo junto a mí, pero ahora parecía que eso lo irritaba.

— ¿En este momento? —Hago un gesto con la mano, señalando mi pobre pierna—. Sí. Espeluznante. Horrorosa. Ya vete.

— ¿No puedes al menos escucharme? —me pareció que en cualquier momento iba a arrodillarse con tal de que hablara con él, ¿no podía esperar?

— ¡Pero joder, qué insistente! —Moví mis brazos, y mis niveles de exasperación aumentaron una rayita más— ¿No puedes esperar, al menos, hasta mañana? —propuse, suavizando la mirada.

—Este es el momento idóneo.

— ¿Según quién?

—Según yo.

Listo. Mi exasperación llegó al límite. Lo sobrepasó. Se desbordó. No podía creer que acabara de decir eso. La ira pura corría por mis venas. El muñequito rojo que la representaba y habitaba en mi mente empezó a destilar fuego por la cabeza y a romper todo. Y tomó el control del tablero, apartando a los demás, que se alejaron asustados.

Mandé la suavidad al carajo. Mandé todo al carajo.

— ¡¿Pero tú quién coño te crees?! ¿SEGÚN TÚ? —Mi cansancio se esfumó al instante, dándole paso a la adrenalina que causaba el nivel de irritación que había en mi ser—. ¡Y SEGÚN YO ERES UN IDIOTA! ¡NO TIENES DERECHO A ESTAR AQUÍ!

¿Por qué cada vez que estaba con él tenía que usar mayúsculas para expresar la manera tan intensaba en la que gritaba?

Será porque me exasperaba de una manera igual de intensa.

Parecía que iba a responder, pero, como dije, yo había mandado al carajo mi cansancio y, como pude me apoyé en distintos muebles de mi habitación para saltar en mi pierna sana hasta él, y con mi dedo índice empujar su pecho.

Tal vez no todo acabe mal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora