7. Muletas, la persona que empieza por A y bla, bla, bla

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7. Muletas, la persona que empieza por A y bla, bla, bla


Are you fucking kiding me? —espeto hacia el doctor, perpleja.

— ¿Le dieron alcohol? —pregunta Maikel a su vez, con el ceño fruncido.

— ¿Por qué razón haríamos tal cosa? —replica Alex de igual forma.

—No lo sé, la presión del momento —se encoge de hombros mi amigo.

—No hay lógica en lo que acabas de decir —continúa mi no amigo más confundido aún.

—Exacto.

— ¿Qué...?

Mientras tanto el doctor alternaba la mirada entre los dos, como si fuera una pelota de pinpon, y yo los miraba irritada porque toda la situación estaba empezando a marearme.

— ¡Joder! ¿Pueden callarse por un miserable minuto? Y tú, —señalo acusatoriamente al rubio, con mi más pura mirada de rencor clavada en él— Deja ya de hablar así tan raro, si no quieres que te arranque esos pelos verdes mal teñidos que te cargas del sopapo que te voy a dar.

Me mira, ofendido, incluso parece que va a replicar con su acento todo fino y con una oración rebuscada, cuando Maikel le pone una mano en el hombro y le dice:

—Dejémoslo así ¿te parece?

—Volviendo al tema... —Interviene el doctor, mirándonos a todos con una mueca de disgusto y prosigue—. No estoy bromeando, es muy en serio lo que escuchaste.

—Pero... ¡No puede ser! ¡Usted está jugando conmigo! —lo señalé, haciendo un esfuerzo para no romperme ahí, delante de todos.

— ¿Por qué haría eso? ¿Tengo cara de estar bromeando, señorita? —apuntó su cara con el dedo índice.

Sinceramente, no. El tipo tenía tremenda cara de palo.

— ¡Porque es malvado! ¡Los doctores lo son! —seguí objetando sin fundamento, negada a creer la realidad.

—Ocean, este doctor te salvó la vi... —intentó intervenir Alex.

— ¡Y TÚ TE CALLAS LA BOCA! —Le grité, histérica—. Deja de pronunciar Ocean así —agregué entre dientes, intentando mantener la calma. No estaba dispuesta a aguantar su jodida entonación de mi jodidamente jodido nombre en su jodida boca.

— ¿Qué sugie...?

— ¡SUGIERO QUE CIERRES LA JETA SI NO QUIERES QUE TE LA CIERRE YO MISMA! —Exploté, mandando a la mierda mis planes amor y paz —. ¡Y NO DE UNA MANERA BONITA! —aclaré al final.

Alex se me quedó mirando con los labios apretados y el ceño fruncido en una mueca impotente, yo bufé como un toro e hice un ademán de agarrarme la pierna, porque me había empezado a pinchar con todo el esfuerzo de los gritos y los movimientos de trastornada, pero luego recordé que no podía tocarme la zona y dirigí mi mirada de rencor hacia el doctor, como si él tuviera la culpa de todo.

Sí, sé que debo un par de explicaciones por aquí.

Se las daré.

Verán, queridos amigos, mi pierna derecha sufrió una quemadura de segundo grado que abarcaba todo el lado interno de mi pantorrilla. Al parecer la sal (maldita y desgraciada sal) había hecho todo "menos complicado" por noséqué de las cenizas del pantalón que cargaba y la arena y las infecciones y bla, bla, bla.

Lo que insinuaba nuestro amado doctorcito era que el que mi pierna hubiera tenido contacto inmediato con el mar había facilitado las cosas, pero eso lo decía él porque no se había desmayado del dolor esa misma mañana, claro.

Tal vez no todo acabe mal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora