17. Vuelva otro día, hoy estamos todos en crisis

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17. Vuelva otro día, hoy estamos todos en crisis

—¿Besarías a un ángel maldito?

Aunque parezca imposible, siento como si mi subconsciente hubiera sabido que la situación terminaría en algo así desde que capté el sonido de sus pantuflas en el suelo, o tal vez incluso antes.

Tal vez desde que había salido al patio.

Tal vez desde que saqué el vino de la heladera.

Tal vez, incluso, desde que me di cuenta de que esa noche dormir no sería fácil.

No lo sé, y mi cerebro no me daba para definirlo, pero sentía una sensación electrizante recorrerme ida y vuelta, desde los dedos meñiques del pie hasta el cuero cabelludo, y me toca batallar conmigo misma para que no se note como mi mano tiembla y el vaso con el líquido adentro también.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —Es lo primero que sale de mis labios—. ¿Besarías tú a alguien que te ha insultado? —Me pongo a la defensiva, como de costumbre.

Alex arquea una ceja, acomodándose un poco más cerca y haciéndome mirar para otro lado y tragar saliva.

—¿Expresas que lo que dijiste anteriormente fue con el propósito de injuriarme?

¿Soy yo o eso rimó?

—Expreso que la que hace las preguntas debería ser yo.

—Adelante.

—¿Sólo has venido porque te dio la gana? ¿O con algo ya en mente?

—Oh, no dudes de que tenía algo en mente. —Sonrío socarrón. Y eso, por bobo que parezca, hizo que el corazón me diera tal vuelco que la sensación se prolongó un poco más.

—¿Qué?

—Averiguar si te sucede algo conmigo o solo me llevé una impresión errónea.

Ayuda.

—Ya lo creo que me suceden cosas contigo. Me exasperas, odio cuando hablas en italiano y no te entiendo ni mierda, cuando te pones todo misterioso y no me cuentas nada, cuando...

—No, Ocean —me interrumpe, sin apartar la mirada de mí y casi susurrando.

Había sido más fácil que las cosas se fueran por ese camino, el camino de echarle en cara y discutir como solíamos hacer. Pero al parecer Alex se había cansado de hacer las cosas como las solíamos hacer, y la idea me emocionaba y aterraba en partes iguales.

Al parecer las cosas ya no iban a ser tan fáciles.

—¿Y cómo va tu averiguación? —Cambio de estrategia y no sé por qué, pero mi cerebro le dice a mis cuerdas vocales que bajen el tono.

—Mhmm... —Ladea la cabeza, sin dejar de sonreír así—. ¿Qué imaginas tú?

—Ahora mismo no me veo capaz de imaginarme nada coherente.

—¿Por qué das por sentado que mis inferencias son coherentes?

Entrecierro los ojos—. Todo en ti es coherente, tanto que asusta.

—¿No acabas de decir que me ando con misterios y que no entiendes mi actitud?

Miro para otro lado.

—Bueno, pero eso es otra cosa...

—¿Ah, sí?

—Sí. Me refiero a que siempre te comportas de forma correcta y no haces nada que se salga de tu regla, nada fuera de lo éticamente correcto. —Hago una pausa—. De hecho, por eso nos conocimos. Aunque ahora que lo pienso no sé si eso tiene que ver con la definición de coherente, pero ya me entendiste. —Muevo mi mano para restarle importancia.

Tal vez no todo acabe mal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora