5. Fogatas y discusiones

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5. Fogatas y discusiones

Calma y paz. Paz y amor. Amor y calma. Calma y paz.

Repito el mantra en mi cabeza una y otra vez intentando no ponerme a llorar por toda la situación, ya que eso solo empeoraría mis mareos, dolor de cabeza y dolor corporal, y si algo que no estaba dispuesta a hacer era desmayarme dos veces un mismo día, me negaba rotundamente.

Aunque juzgando la claridad que se colaba por las cortinas color celeste de la habitación, ya no era el mismo día... O, ahora que lo pensaba, técnicamente sí, ya que de seguro cuando me desmayé eran más de la una de la mañana, o sea que ya era este mismo día porque... ¡Ocean, basta!

Seguí repitiendo mi mantra y me exigí pensar con la cabeza fría ¿Qué era lo más lógico que podía hacer? Enumeré mentalmente:

Número uno: No recordaba casi nada la noche anterior además de escenas borrosas y una conversación nada agradable con este chico.

Número dos: Me encontraba en su casa y, claramente, tampoco recordaba cómo.

Número tres: Tenía puesta su camisa.

Número cuatro: Había pasado aquí la noche.

Genial.

Estaba logrando óptimamente mi objetivo de no alterarme.

Frustrada, aparté las sábanas de mi cuerpo y me levanté con algo de dificultad de la cama, el mismo hecho de estar frustrada me frustraba cada vez más, odiaba las situaciones en las que no tenía las cosas bajo control y todo se escapaba de mis manos, era como estar metida en un pozo profundo de confusión, miedo e incertidumbre, en el que para cualquier lado que mirara no había ninguna salida más que hacia arriba a la cual yo no tenía alcance, entonces esas emociones empezaban a consumirme y no podía hacer más nada que tirarme al piso y abrazarme hasta quedarme dormida dentro de tanta abrumación.

De repente empecé a sentir que no tenía aire y a caminar de un lado a otro, nerviosa.

Sí, estaba un poco traumada.

Entonces, en medio de mi casi ataque de pánico, vi como Alex comenzaba a removerse en la cama y no se me ocurrió nada mejor que tirarme al piso para que no me viera.

Intenté calmar mi respiración agitada porque lo último que necesitaba en ese momento era tener que lidiar con el chico este que no hacía más que encresparme más, y de eso era perfectamente capaz yo solita, no necesitaba ayuda. Gracias pero no, gracias.

Por unos instantes la habitación se sumió en un silencio agonizante, me puse más inquieta todavía, intentaba captar algo de sonido con la oreja bien parada, pero no escuché ni siquiera un bostezo o algún atisbo de movimiento que me indicara que Alex se había despertado.

¿Y si se había vuelto a dor...?

—Buenos días —escuché una voz algo ronca y con un tinte de burla.

Maldecí internamente, y como estaba acostada boca abajo en el piso, tomé una respiración profunda como anticipándome a la cara de angelito con la que seguro estaría mirándome, y me dije que eso no debía alterarme, me lo volví a decir un par de veces y me volteé quedando acostada boca arriba con la mejor cara de culo que pude elaborar.

Cuando lo hice pude observar que él estaba inclinado en su cama, varios mechones de su cabello cayendo por la gravedad.

—Días, porque bueno está Hugo Arbués —bufé, rodando los ojos y sin dejar de fulminarlo con la mirada.

El soltó una pequeña risita gutural, e inmediatamente deseé que no lo hubiera hecho porque mis hormonas se alborotaron y me estremecí un poco en mi lugar, conteniendo mis deseos de morderme el labio inferior.

Tal vez no todo acabe mal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora