6. El misterioso Señor Roma y otros desastres

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6. El misterioso Señor Roma y otros desastres

— ¿Vegad o deto? —pregunté, con la boca llena.

—Eres asquerosa —Alex hizo una mueca, y yo saqué la lengua llena de comida para molestarlo, a lo que él apartó la mirada, negando— Verdad.

Ahora soy yo la que hace la mueca.

— ¿Verdad?

—Sí, ¿te desagrada?

—Me desagrada que hables así —arrugo la nariz, agarrando un puñado de maní y masticándolo todo en un solo bocado.

—No entiendo a qué haces alusión —me mira confundido.

—Joder, mi cerebro está teniendo un orgasmo ante tanto vocabulario, dime otra —me estremezco, imitando una expresión de placer.

—Veo bastante inverosímil la posibilidad de que tu cerebro experimente un orgasmo.

Muevo los hombros y echo la cabeza hacia atrás, soltando un gemido gutural completamente exagerado.

— ¡Oh, sí! ¡Más, más! —exijo.

—Detén ya esta dramaturgia —se queja, algo encrespado ya.

— ¡Dramaturgia! ¡Oh, yes! ¡Daddy! —digo con la voz algo distorsionada por el esfuerzo de soltar algunos jadeos de burla entre las sílabas.

Luego de eso estallo en carcajadas y Alex parece que se le contagian un poco porque cambia su actitud cansada por una sonrisita de esas suyas, que pareciera que quieren expresar que él es un ser sabio y superior, y le divierte la banalidad de los simples mundanos.

—Bueno, bueno... ya deja de reírte a mi costa y pregúntame algo, o apelaré a robar tu turno.

Solté una última risita por cómo estaba compuesta esa oración, y negué con la cabeza.

—Tranquilo, que preguntas me sobran, daddy —inclino la cabeza hacia él para susurrar lo último, pasando la lengua por mi labio superior, para luego guiñarle un ojo coquetamente. Sí, estaba de buen humor, creo que todo mi enojo de antes se debía a no haber comido nada.

Él desvía su mirada por un microsegundo a mis labios y luego se endereza—. Pregunta ya, deja de hacer nimiedades.

— ¿Nimiedades? —suelto una risita—. No puedo dejar de burlarme de ti si no dejas de hablar así, debe ser un esfuerzo mutuo —hago un movimiento con mi mano, abarcando nuestro alrededor— Ni siquiera sé lo que significa esa palabra.

—Es sinónimo de, vulgaridad, chabacanería, y descortesía —me explica, bien diplomático.

— ¿Entonces esto...? —repito el gesto de antes— ¿... te parece una nimiedad?

—Me parece inapropiado —no borra su sonrisita suficiente en ningún momento.

—Bah, tú te lo pierdes —hago un gesto con la mano para quitarle importancia.

—Pregunta ya, Ocean —hace énfasis en mi nombre, acariciándolo con los labios, y yo trago saliva.

¿Ya había mencionado que cada vez que decía mi nombre lo hacía como si fuera un poema?

Sacudí la cabeza para ignorar ese pensamiento.

—Con que verdad... —hago como si estuviera sopesando su decisión— ¿Por qué aquella chica te ha llamado "Señor Roma"? como si fueras todo un caballero de la corte —arqueo mis cejas.

— ¿Insinúas que no soy un caballero? —replica, haciéndose el ofendido.

Pero no había que ser Sherlock Holmes para darse cuenta de que la pregunta lo puso tenso y tragó saliva antes de responder.

Tal vez no todo acabe mal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora