20. El momento clímax de la historia

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20. El momento clímax de la historia

Primero que todo: buenas tardes.

Segundo: me pica la oreja, esperen que ya empiezo a narrar.

Listo.

Mi cuerpo estaba apoyado en una silla de esas de aeropuerto mientras paseaba mis ojos de un lado a otro intentando encontrar la cabellera rubia de mi amiga Sabrina.

Ella no sabía que yo la estaría esperando aquí, claro que no, había averiguado por mis propios medios qué día y a qué hora podría encontrarla en el aeropuerto, ¿Mencioné alguna vez que las secretarias de Hirom son muy amables? Ni siquiera me miraron raro cuando llegué al Edificio de Gobernación en pijama a preguntar por una Sabrina Carson. Seguramente ya estarían acostumbradas.

Miro mi muñeca en busca de un reloj imaginario y cruzo mis piernas impaciente. Seguido de eso miro mi teléfono en busca de una hora real y lo vuelvo a guardar en mi cartera.

Nueve y treinta de la mañana.

Sí, muy amables las recepcionistas y todo. Pero ya se había vencido el plazo que me dijeron: entre nueve y nueve treinta el avión aterrizaría.

No sabía muy bien cómo sentirme respecto a Sabrina. Si enojada, frustrada, preocupada o desplazada. Sabía que era un tema que no me incumbía si ella enfrentaba o no sus problemas, pero aun estando consiente de eso me parecía que me había metido en todo su rollo homosexual al acudir a mí a las tres de la mañana aquella noche.

Y no podía creer que una semana después se hubiera escapado.

Me levanto de la silla porque mi culo va a volverse una planicie si sigo allí. Y miro por los enormes ventanales hacia la pista de aterrizaje, luego hacia el infinito campo que hay tras de él, las edificaciones que hay un poco más a la derecha y que dejan evidencia de la existencia de Hirom, y entonces observo el cielo.

Y también a la estructura de alta tecnología que planea sobre él.

Al fin.

Nunca había entendido muy bien cómo funcionaba Hirom, y no solía cuestionármelo muy a menudo porque era demasiadas preguntas sin respuesta que al final solamente lograban abrumarme.

¿En qué parte del mundo estábamos siquiera? ¿Esta era una organización del gobierno? ¿O algo a parte? ¿A quién se le había ocurrido esta idea?

¿Por qué?

Me froté los ojos y sacudí mi cabeza.

Basta.

Empiezo a caminar de un lado a otro y a mirar cada un minuto la hora en mi teléfono. Espero. Espero. Y Espero. El tiempo pareció querer hacerme sufrir, ya que fueron los 20 minutos más largos de mi vida. Pasaron lento, se tomaron su tiempo y cada segundo fue interminable.

Hasta que el avión al fin aterrizó.

Pasó aproximadamente un minuto hasta que retumbó el eco de unos pasos en una plataforma de metal cerrada completamente que estaba a mi derecha, junto con el constante repiqueteo de las maletas rodando por esta.

Bajaron de la plataforma/túnel por unas escaleras algunos hombres mayores—con mayores me refiero a que no parecen ser habitantes de Hirom— unas azafatas, varios hombres aún más mayores; de 30 o 40 años, hasta que divisé a Sabrina arrastrando dos maletas por las escaleras y un morral colgado en la espalda.

Corrí hacia la base de las escaleras y me escondí en uno de los laterales, en cuanto la vi terminar el recorrido, salí de mi escondite y la perseguí, parecía dirigirse a la salida de esta sala de espera, pero antes de que esa acción lograra concretarse le di dos toquecitos en el hombro con el dedo índice y fabriqué mi mejor sonrisa.

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⏰ Última actualización: Feb 17, 2022 ⏰

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