2. No está tan mal

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2. No está tan mal

Al abrir los ojos no vi absolutamente nada, ya que la luz frente a mí me cegaba, cuando se acostumbraron mi ojos me di cuenta de que estaba en una camilla de hospital, a mi lado había una mesita con un algunos implementos de medicina, nada que asustara por suerte.

Intenté buscar en mi memoria la razón por la que estaba en un mini hospital y entonces recordé todo. Me pregunté si era un sueño, en mi mente pudo haber sido una opción factible ya que me acababa de despertar en una camilla, pero entonces, ¿Cómo explicaba por qué estaba allí? Además si lo pensaba un poco mejor mi mente no pudo haber inventado todo eso, era demasiado nítido y específico.

En ese momento llegaron los chicos bordó aviadores y me miraron expectantes con una media sonrisa, como si esperaran algo de mí. Yo me limité a mirar detrás suyo para comprobar que el niño tímido estuviera o no allí. Pero no estaba.

Ese hecho, por alguna razón me descolocó. Había pensado que si el chico estaba allí, intentando reconfortarme con esa mirada inexplicable, con esos ojos verdes y pequeños, todo sería un poco más fácil, incluso si aún no podía entender bien qué era lo que abarcaba ese todo.

Y como eso no había pasado...

Procedí a explotar chillando como una pava cuando hierve

— ¿Me podrían explicar dónde estoy? ¿Por qué me llevan allá? ¿Perdieron la cabeza? ¿Me pueden explicar qué es eso de harim?—. Interrogué apenas los vi, necesitaba respuestas, y en ese preciso instante.

Suspiraron como si hubieran visto lo mismo un millón de veces y estuvieran cansados de tener que repetirlo y me explicarme todo detalladamente.

Todos los líquidos cerebrales que sirven para procesar y comprender información que alojaba en mi cabeza, en los siguientes 15 minutos, decidieron declararse en sequía.

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Una media hora más tarde estaba más que impactada, estaba estupefacta, estaba sin palabras y no me encontraba en condiciones de hablar con nadie.

Mi mente estaba colapsando, imagínense a todas las mini Ocean gritando, corriendo por todos lados y agitando los brazos de un lado a otro, en pánico y sin saber qué hacer.

En cambio, si alguien me viera desde afuera. Vería a una niña de estatura promedio con el pelo enredado y hecho un desastre de tanto agarrármelo para liberar un poco de tensión, los ojos rojos y pequeños y la nariz también roja de tanto restregármela con pañuelos desechables.

La pregunta más redundante en mi cabeza era: ¿Por qué?

Eso era. Ya había entendido todo lo que me habían explicado los aviadores. Pero ajá, esa era la parte técnica. ¿Qué importaba a dónde y cómo iba a ir? ¿Qué importaba que Hirom fuera un hermoso pueblo urbano ubicado en medio de las montañas en dónde podía desempeñarme a mi antojo? Me iban a sacar de mi pueblo. De mi Letarnd, de mi hogar. Iban a separarme de mis amigas. De la vecina que siempre me saludaba en las mañanas a salir de la casa a la escuela, del conductor del autobús que me dejaba subir cuando olvidaba la tarjeta estudiantil porque me conocía. La cafetería a dos cuadras de la escuela. Importaba poco si me iban a llevar al castillo de hielo de Elsa o con quien fuera. Yo quería quedarme allí, no quería irme.

Y volvemos a lo mismo, ¿Por qué me tenían que sacar de Letarnd? Los aviadores mencionaron algo sobre que nuestros representantes se habían contactado con ellos, esa era otra cosa que daba vueltas en mi cabeza.

Tal vez no todo acabe mal [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora