No tardamos mucho en llegar a la cafetería, estaba en el mismo recinto donde se encontraba el instituto porque no nos permitían salir afuera en horario escolar, a menos que salieras sin que te pillaran o te recogieran tus padres.
—¿Cómo llevas la mañana, Jane? –me preguntó Lyn mientras entrábamos a la cafetería y cogíamos una mesa con unas cinco o seis sillas.
—Bastante bien, la verdad. Si no llega a ser por ti, estaría muy perdida –reconocí– así que, muchas gracias, amiga –sonreí al terminar la frase y pareció que ella se conmocionaría y lloraría, los ojos se le llenaron un poco de lágrimas– ¿E-Estás bien, Lyn? –dije preocupada por si algo que dije le sentó mal.
—No, no, tranquila está todo bien, sólo que... Bueno, este verano he estado completamente sola y me han pasado unas cosas y... Ahora más que nunca necesito una amiga... Las personas que vas a conocer ahora no son verdaderamente mis amigos, son más de mi hermano... Lo siento por mentirte, Jane.
—No te preocupes, entiendo que me dijeras eso. A partir de ahora no te preocupes porque ya no estás sola, ahora me tienes a mí –le dije dándole un abrazo. Ella susurró un gracias y nos sentamos en la mesa.
—Bueno, bueno, bueno, si tenemos una cara nueva... –dijo un chico de altura media en cuanto se acercó a la mesa– ¿Cómo te llamas? Supongo que eres nueva, yo soy Steven –era de altura media, de pelo rubio aunque no se podía ver bien porque se había rapado la cabeza, un poco musculado, con un poco de barba y ojos entre verdes y azules.
—Encantada, yo soy Janeth, pero llámame Jane, y sí, soy nueva, llevo unos pocos meses aquí en Nueva York –este asintió y me dio la mano a modo de saludo, la cual recibí y al mismo tiempo le sonreí.
—Yo soy Hank, encantado, Jane –dijo guiñándome un ojo, y sí, me puse roja. A decir verdad era muy atractivo Hank, tenía el pelo castaño, ojos marrones y demasiado alto. Se veía que hacía deporte y tenía una sonrisa perfecta, además se le veía muy risueño y buena persona.
—Encantada, Hank –dije regalándole mi mejor sonrisa, a lo que él sonrió, dejándome sin aliento «este hombre me mata hoy».
—¡Holaaa! Yo soy Darikson, ¿Tú eres? –dijo señalándome.
—Encantada, Darikson, yo soy Jane, realmente me llamo Janeth pero llámame mejor Jane –me reí por mi terrible explicación, sí, hacer amigos/conocer gente no era lo mío– y soy nueva, antes vivía en California.
—Un placer conocerte, Jane. A mí a veces me llaman Darik o Rikson, llámame como prefieras –dijo sonriéndome. No entendía por qué eran todos tan perfectos, parecían sacados del mismo Olimpo, era algo que jamás había visto en mi vida, ¿Acaso todos los hombres de Nueva York eran así de atractivos? Porque si era así, había perdido mi vida viviendo en California.
—Vale, Darik –dije guiñándole el ojo a lo que él reaccionó sonrojándose, me sorprendió ese gesto pero me pareció adorable. Darik tenía el pelo rubio y rizado, ojos marrones, musculado y alto, a ninguno de ellos les quedaba mal el uniforme, de hecho, antes odiaba los uniformes y ahora agradezco que los llevemos puestos. Supuse que Rikson era el hermano de Lyn, ya que eran los que tenían más rasgos en común, así que, me atreví a preguntarles:
—¿Vosotros sois hermanos? –pregunté señalando a Lyn y Darik.
—¡¿¡¡¿Qué?!?!? Más quisiera ella... –contestó riéndose Rikson, mientras los otros reían también.
—Tampoco hacía falta contestar así... –dijo ella cruzándose de brazos y rodando los ojos.
—Lo siento, mi amor, he sido descortés –dijo dándole un beso en la frente y abrazándola desde la silla. A Lyn no le faltó tiempo para esbozar una sonrisa y darle un beso cerca de la comisura de los labios, yo fruncí el ceño, no sé por qué lo hice, me salió solo, ni me di cuenta, hasta que Steven llamó mi atención:
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Nueva vida
RomansAdmito que nunca quise vivir en Nueva York, que yo amaba California, que jamás quise estar allí, pero ahora que sé quién está en esta ciudad... No quiero irme jamás. Porque él me ha sacado de algo que nadie en todo este tiempo ha podido. 𝖈 𝖍 𝖆 𝖔...