Capítulo 11

0 0 0
                                        

A veces es mejor actuar sin pensar y más si estás en una situación crítica y desesperada como lo estaba yo aquella noche.

Si estás en una situación en la que ya no aguntas más, una situación en la que cualquier cosa, por muy insignificante o pequeña que sea, te afecta mucho, al final decides pasar de todo y de todos.

New York tenía muchas cosas buenas, como los bares. Por lo menos en mi instituto, la gente era muy antipática y borde, pero al resto de sitios que he visitado de la ciudad, no. Además, haces amigos por todos lados.

Como en aquel bar. Sí, estoy volviendo a ir a ese maldito antro. Sí, también es para verlo a él. Lo sé, lo sé... Está mal... Tengo novio... Aunque técnicamente, yo le dejé... Soy una asquerosa, una buscona, una zorra... ¡Me da igual! ¡Lo que diga la gente o lo que pueda pensar yo de mí misma!
Estaba en aquella situación y sinceramente, estando así de mal, no me iba a poner a pensar ni a razonar si aquello estaba bien o mal, sólo quería disfrutar y sabía que con él lo tenía asegurado.

Entré en aquel lugar, que desde lejos olía a humo y alcohol y dios sepa a qué más. Enseguida me encaminé hacia la barra, pedí una copa y me senté en aquellas altas sillas típicas que ponían las barras.

Mientras iba bebiendo, miraba la hora del móvil. Sobre todo, estaba pendiente por si lo veía. Y me frustré ¡Porque no lo veía por ningún lado! ¿Dónde estaba metido este chico? ¡Qué desesperación!

Luego empecé a pensar que huía de mí. Aquella noche, ambos sabíamos que había cierta comunicación entre nosotros e incluso sin hablar, con la mirada nos lo decíamos todo. Se notaba que nos teníamos ganas, que nos atraíamos y eso no se podía quedar así.

Rendida y hundida estando peor de lo que había llegado, dispuesta a marcharme, cogí mi bolso y me levanté lista para irme:

—¡Chica! ¿Dónde vas? -farfulló el camarero que me atendió llamando mi atención- Aquel chico de ahí -dijo señalando a un punto fijo- te invitó a una copa más.

—Ah pues gracias, pero dile que no, no quiero más copas, me marcho ya a casa.

—¿Enserio? -me miró apenado. Yo solamente asentí- Oh, vaya. Se pondrá muy triste, lleva días buscándote...

—¿C-Cómo? -espeté cortándolo en cuanto dijo aquello.

—Ese chico de... ¡Anda, mira! ¡Si viene para acá! Bueno, ya hablan ustedes, disculpa las molestias.

—No se preocupe, muchas gracias -asentí sonriente para que no se sientiera mal.

Se me iba acercando poco a poco aquel hombre que era superior a todos los demás que había visto hasta ahora. Aquel mismo chico de la otra vez, con el que en este mismo bar casi tenemos un desliz. Era consciente de que parecía mayor que yo, tampoco por muchos años. Yo le echaba la edad de J, aunque no podía estar segura del todo... Lo que sí sabía era que se conservaba muy bien y que esos ojos ya me estaban empezando a hablar.

—Linda, ¿Ya te vas? -preguntó una vez llegó hasta mí.

—S-Sí, ya me... Ya me iba, tómate tú la copa, gracias.

—¿Estás nerviosa? -dijo acortando la distancia que nos separaba. Podía notar su aliento en mi cuello. Su fragancia y sensualidad cada vez me empezaban a inquietar más. Para mejorar la situación, plantó un beso en mi cuello cargado de lujuria y mucho deseo.

Estábamos locos por quitarle la ropa el uno al otro, pero... ¿Por qué no lo hacíamos y nos dejábamos de tonterías? Era obvio que el uno al otro sentía atracción, e incluso yo me sentía hechizada por él. A lo mejor era porque yo me sentía mal... O porque él también tenía pareja... ¡O porque yo lo estaba malinterpretando todo! Ah, todo es tan confuso.

Nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora