—¿Estás preparada? Sabes que no estás obligada a venir –volvió a decir Jacob, asegurándose de que estaba dispuesta a todo.
—Sí, estoy preparada y muy segura de que lo quiero hacer –hablé tajante, sin dudar, sin pensarlo dos veces.
Hoy ya era lunes, nosotros seguíamos de baja en el instituto, de hecho hoy es cuando empezaba nuestra baja. Y hoy teníamos un día bastante complicado, un día duro, teníamos todo un día por delante.
Gabi dudó en si venir o no, al final decidió que sí vendría py si no le dejaban pasar, se quedaría en el coche. A Jacob y a mí no nos pareció mal la idea, así que asentimos sin ninguna réplica ni queja.
Nos subimos los cuatro al coche para dejar a Noah en el colegio. Él sí debía ir a clase, pues no sabía la verdad y yo todavía dudaba si algún día sabría la verdad de lo que pasa con Grace. Noah no es tonto, como he dicho en varias ocasiones, él es bastante inteligente y espabilado para la edad que tiene, es admirable.
Él sabe que mamá no nos trataba bien, sobre todo a mí. Obviamente que él lo sabe, muchas veces él estuvo delante, mirándolo todo, gritando, llorando, dando vueltas por toda la habitación, sin saber qué hacer, estresado, en una situación crítica. Por eso, siempre que mamá iba a hacerme algo, yo me iba para otro lado de la casa, para que Noah no tuviera que estar en otra situación así.
A veces él actuaba, pues le daba un pequeño empujón a mi madre para que me dejara de insultar y gritar, o para que se me quitara de encima y dejara de atacarme físicamente. Él realmente era un valiente. Lo era, porque daba la cara como jamás pensaba que haría. Pero un día simplemente lo dejó de hacer, miró para otro lado. Siempre que sabía que se venía una situación así, se iba para su cuarto, cerraba la puerta con pestillo y se ponía la música a tope, mayormente con cascos.
Nunca supe por qué hizo eso. Lo que sí sé es que ahora se arrepiente y lo entiendo. Jacob jamás pensó ni hizo aquello. Si él estaba en casa, no quitaba el ojo de encima a mi madre, J la conocía muchísimo más que yo y con un solo gesto, él podía saber a quién le tocaba de los dos una bronca aquel día. Tristemente, eso lo detectaba por la experiencia, eran cuatro años de castigos, cuatro años de puro dolor y sufrimiento, cuatro años de mierda, literalmente.
—Nos vemos después –dijo de repente Noah, haciendo que volviese a la realidad, despejando mi mente–. Adiós –añadió cuando salió del coche alzando la mano, haciendo el típico gesto de despedirse. Le devolvimos el gesto y nos dirigimos al próximo sitio: a ver a Grace.
Llegamos a la comisaría, Gabi nos acompañó hasta la entrada y luego se volvió hacia el coche.
—¡Hola! ¿En qué puedo ayudaros? –espetó una mujer bastante maja y agradable al acercarnos al mostrador. Era una chica joven, de pelo marrón recogido en una coleta baja.
—Buenos días –contestó Jacob–. Estamos buscando a la inspectora Miller, por favor.
La chica asintió aún sin abandonar su sonrisa y se alejó un momento. Cuando volvió, dijo que la acompañásemos, pues nos iba a llevar hasta la inspectora «o eso pensaba».
Nos condujo a una habitación, justo a la que nos llevaron cuando nos interrogaron. Ahí se encontraba la inspectora. Vestida formalmente, seria, esperando nuestra llegada y con las manos en los bolsillos de sus ajustados pero elegantes pantalones:
—Hola chicos –dijo una vez nos posamos en frente suya, acompañada con una sonrisa de boca cerrada–. ¿Cómo estáis? ¿Estáis preparados para hablar por última vez con vuestra madre? Os informo de que está bajo el efecto de unos medicamentos que reducen cualquier tipo de alteración, estrés o impulso agresivo, o sea que, no tenéis que preocuparos de que os vaya a amenazar, ni pegar. Y en el caso de que lo hiciese, nosotros estaríamos con vosotros para detener cualquier cosa de ese tipo –añadió señalando al fondo de la sala, donde habían tres policías con una mujer, la cual nunca había visto, no sabía quién era ni qué hacía ahí–. ¡Ah! ¡Se me olvidaba! Ella es la psicóloga Mírez, la solemos llamar doctora, queda más discreto que psicóloga –dijo cuando me vio examinando a la mujer.
ESTÁS LEYENDO
Nueva vida
RomanceAdmito que nunca quise vivir en Nueva York, que yo amaba California, que jamás quise estar allí, pero ahora que sé quién está en esta ciudad... No quiero irme jamás. Porque él me ha sacado de algo que nadie en todo este tiempo ha podido. 𝖈 𝖍 𝖆 𝖔...