Capítulo 3. Christian.

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—¡Leila! —chilla Ana tan pronto como baja de mi auto el lunes por la mañana y tengo que girar rápido para mirar a la rubia parada detrás de mí.

—Hola Ana —le sonríe, luego asiente—. Christian.

Tengo qué ser honesto y decir que no creí volver a verla por aquí después de todo lo que pasó el año pasado. Veo a ambas mujeres abrazarse, o el intento de hacerlo por la enorme barriga de mi esposa.

—¿Deberías estar aquí? Te ves exhausta.

Ana encoge los hombros mientras frota su vientre.

—No quiero estar sola en casa, o peor, en casa de mi madre sin la atención que necesito. —entrecierra los ojos cuando me mira—. Además, esto fue idea de Christian y tiene qué hacerse cargo.

Leila no puede evitar la risa.

—Eso es cierto, jefe. Eso es solo el comienzo.

Mierda.

Ana golpea suavemente mi brazo, señala hacia Lay con la cabeza y luego el edificio de la estación de policía.

—Creo que iré a sentarme un rato, —dice fuerte y claro para ambos—. ¿Tienes tiempo para algo de charla antes del almuerzo?

—Si.

Me debato entre llevar a mi esposa hasta nuestro piso y asegurarme que llega al sofá sana y salva.

Antes de que pueda tomar la desición, Luke aparece a nuestro lado luciendo cansado.

—¿Alguien olvidó invitarme a la reunión? —mira de Lay a mi y viceversa—. ¿O es una sorpresa para mí?

Ana estira el brazo para tomar el suyo, sin darle opción a quejarse.

—Si, tu sorpresa es que vas a ayudarme a subir y asegurarte que tu sobrino o sobrina está seguro en este lugar.

—¡Uy! —chilla Sawyer arqueando las cejas—. ¿Puedo elegir el nombre?

—No. —gruñimos Ana, Lay y yo.

Mierda, no voy a soportar más de esto otras tres semanas. Con suerte, Ana podría dar a luz hoy. Mantengo la esperanza.

Espero hasta que ambos suben lentamente la escalera de la entrada para volver mi atención a la rubia y al motivo por el que se encuentra aquí a esta hora de la mañana.

—¿Café? —pregunta.

—Mierda, si. —estoy sintiendo un jodido dejá vu—. ¿Habrá alguna pelea antes de que pueda tomar mi maldito café?

Lay arquea las cejas pero permanece en silencio mientras cruzamos la calle hasta una pequeña cafetería. El café no es gourmet, pero es digerible.

Cuando ambos hemos ordenado, y me aseguro de llevar chocolate y un muffin a mi esposa, tomamos asiento en una de las mesas de la orilla.

—¿Y bien? ¿De qué quieres hablar?

Tamborilea los dedos sobre la mesa por un momento.

—Ethan dijo que estás buscando un reemplazo para Ana mientras está de incapacidad, ¿Es así?

—Si. —no necesito ser un puto adivino para ver la duda en todo su rostro—. Necesito alguien que conozca al equipo, que sepa cómo trabajamos y que pueda delegarle algunas funciones cuando el bebé nazca.

—Oh. Creí que Luke ya tenía el puesto de primera dama. —se ríe.

—Lo intenta, pero está en la misma situación que yo. Tiene las manos llenas con las gemelas y el bebé, por más que desee ayudar.

—¿Y qué hay de Ethan? Él puede hacerse cargo, ¿No?

—No puede hacerlo solo, Lay. De hecho, fue él quien sugirió que deberíamos preguntarte.

Evita mi mirada girándose hacia la ventana del local. Sé que lo está considerando seriamente, por eso está aquí hoy. Me pregunto si habrá tomado un día libre o vacaciones para venir hoy a Seattle.

—Me gustaría volver —dice después de un suspiro—. Me gusta Portland y me gusta estar con mis padres, pero mi lugar está aquí en Seattle. Así que si, estoy ofreciéndome para la vacante.

No tengo qué pensarlo.

—Lo tienes, Leila. Pero tengo qué preguntar, ¿La situación con Ethan afectará al trabajo?

No.

—¿Segura? —insisto.

—Puedo separar perfectamente mi vida personal de la profesional, Christian. Tal vez hace un año no pude hacerlo, pero me he recuperado. Confía en mí.

—Lo hago.

Tengo qué hacerlo y no cuestionar sus capacidades. La conozco lo suficiente como para saber que se apartaría si creyera que no puede. Y esto funciona para mí porque no tengo tiempo para un novato.

La chica del mostrador nos llama cuando el pedido está listo, así que salimos de nuevo a la calle para volver a la estación.

—Pedí vacaciones esta semana para venir a hablar contigo y reacondicionar mi departamento para otra mudanza —dice mientras caminamos—. ¿Quieres que me quede con Ana unos días mientras vienes a la estación?

Mierda, eso suena genial. Así no tendría qué arrastrar su enorme vientre escaleras arriba y luego abajo cada día.

—Me gusta tu propuesta. Pero... —hay un gran jodido pero aquí—. Déjame hablar primero con Ana, ver si está de acuerdo.

Lay se ríe.

—Por supuesto que tienes que preguntarle —sorbe un pequeño trago de café para esconder la risa—. Algunas cosas simplemente no cambian.

Se detiene al pie de las escaleras, echando un vistazo a ambos lados de la calle. Si espera ver a Ethan, ya debe estar arriba tan puntual como siempre.

—¿Sabes lo de Abernathy? —pregunto por mera curiosidad.

—Luke me lo dijo en la boda de Brandon.

—¿Y?

Sus ojos se entrecierran mientras intenta descifrar la pregunta no dicha.

¿Está bien con el asunto del jodido rubio lejos de aquí?

—Y me parece genial que esté en California, estoy segura que va a sobresalir con mérito propio.

Agh.

¿Cuál es el mérito en ser un imbécil?

Leila sorbe ruidosamente su café, sacándome de mis pensamientos.

—¿Necesitas ayuda con la mudanza? —pregunto para cambiar el tema.

—¿Te estás ofreciendo a cargar cajas, jefe?

—No —es mi turno de sonreír—. Estoy ofreciendo a Luke, estoy seguro que le encantará ser útil y chismear al mismo tiempo.

—En ese caso, no —ríe—. Ya tengo una hermana metiche, no necesito también un hermano entrometido.

Señalo con el pulgar la entrada del edificio, sabiendo que al menos hoy no va a subir esas escaleras. Supongo que tiene qué informar de su traslado a la oficina de Portland.

—Nos vemos, Lay.

—Hasta pronto, Christian.

~ • ~

Mañana me toca vacuna ☹️

¿Alguien me presta su brazo? 😅

Nuestro (Mío #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora