Capítulo 27. Ethan.

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—¿Qué se supone que hacemos aquí? —Luke gira para mirarme—. No me digas que olvidaste comprar los anillos, Et.

—No.

Leila y yo elegimos nuestros anillos hace dos días, sencillas bandas de oro blanco que fueron grabadas con nuestros nombres. Pero no es la razón por la que estamos aquí.

—El anillo de compromiso de Leila está listo.

Las cejas de Luke suben en su frente de asombro y las de Christian caen en confusión, y lo sé, parece algo innecesario en este momento.

Grey mira su reloj, luego a mi.

—Te vas a casar en 4 horas, creo que Lay podría prescindir de ese anillo y ocupar solamente el de casada.

Sé que no lo entienden, y realmente es mi culpa porque mandé a hacer el anillo completamente. Si hubiera usado el que elegí la primera vez, lo habría lucido en su dedo desde el inicio.

—Pero prometí darle uno de compromiso, y está hecho especialmente para ella.

Se miran el uno al otro, pero me siguen al interior de la joyería. Los tres debemos lucir realmente extraños estando aquí, en nuestros esmoquins y listos para acudir a la boda.

Me dirijo a la chica en el mostrador.

—Soy Ethan Kavanagh. Me dijeron que estaba listo mi pedido, un anillo de compromiso.

La chica mira a Christian y a Luke cuando se recargan a mi lado, y se sonroja al instante. Chris la ignora, pero Sawyer el guiña un ojo.

—Te vas a casar —le recuerdo y la chica huye hacia una vitrina en el fondo—. Deja de coquetear con las mujeres que te topas.

Christian golpea la parte posterior de su cabeza.

—Controla tu mierda, Luke.

—Pero no hice nada malo —chilla—. Cerrar un ojo no es coquetear, y definitivamente no me interesa otra mujer más que mi mamita.

La chica regresa con la cara todavía roja y deja una cajita frente a mi. Luego su mirada se mueve hacia Christian.

—¿Tú también te vas a casar? —le pregunta, haciendo que Luke se ría.

—Su esposa es policía, cariño. Yo no miraría en esa dirección.

Luke se burla de la pobre chica, que se limita a entregarme el recibo y a pedirme que firme de conformidad. Antes de hacerlo, abro la caja para mirar el sencillo diamante solitario montado en una banda de oro blanco y piedra de color rosa.

—Es hermoso. —confirma Christian.

—Como Leila —concuerdo. El anillo hará juego con su alianza, me aseguré de ello.

Firmo el recibo y tomo el anillo para salir de ahí, listo para la siguiente etapa de mi vida, una que deseo mucho: la de esposo.

Los tres subimos al auto de Christian, dirigiéndonos ahora a Broadview, a la casa de su suegra donde se celebrará la ceremonia.  Con un poco más de paciencia, esta noche estaré llevando a Leila a un pequeño viaje de bodas.

A pesar de que la boda no es un evento muy grande, el personal del catering va de un lugar a otro siguiendo las órdenes de la señorita Rodríguez, que re acomoda las mesas y los invitados desde el porche del patio trasero.

—Caballeros, aún hay tiempo para una copa, ¿Por qué no esperan en el estudio a que sea la hora?

Las chicas han estado aquí desde temprano en la mañana para prepararse. Nosotros, en cambio, solo tuvimos que tomar una ducha y ponernos los trajes antes de mi breve parada en la joyería. Estamos más frescos que una lechuga.

—¿Mi esposa está arriba? —pregunta Christian, aunque estoy seguro que lo vi rastrear su ubicación.

—Si, señor Grey.

—¿Y mi madre? ¿Está aquí con los niños?

—Si, señor Sawyer —también le contesta con amabilidad—. Sus hijos están con ella en la habitación de invitados.

Luke asiente y gira para seguir a Christian por el pasillo, pero yo tengo una duda.

—¿Mi madre está aquí? ¿O mi papá? —tal vez debería resignarme de una vez por todas.

—No, señor Kavanagh. Lo siento. —Ali presiona sus labios con una pequeña mueca de tristeza—. Solo su hermana ha llegado.

¿Quién? ¿Mi hermana? Kate está aquí.

—¿Dónde? —giro sobre mis pies como si pudiera verla.

—En la sala. Estaba esperando por usted.

Si.

Voy rápido por la cocina hasta la sala y encuentro a Kate ahí, mirando distraidamente el móvil. Lo baja cuando escucha mis pasos y juro que sus ojos se iluminan.

—¡Ethan! —se levanta para abrazarme—. Gracias por invitarme, muchas felicidades.

—Gracias Kate, y gracias por venir. Creo que solo tú estarás presente.

—Oh. —sus cejas rubias se fruncen—. No te preocupes, seguro tus padres estarán aquí pronto.

Eso espero.

Me despido de ella por el momento y subo las escaleras. Sé que debería ir al estudio con mis amigos, y que no debería ver a Lay antes de la boda, pero tengo su anillo. Quiero que camine hacia mi llevándolo en su dedo.

Voy por el segundo piso buscando el sonido de las voces que se escuchan detrás de una puerta del fondo. La golpeo bajito y las risas se detienen.

—¿Quién es? —dice la señora Grey antes de abrir la puerta y mirarme—. Ah, Ethan.

Si, solo yo.

—Ana, ¿Puedo hablar con Leila? —la señora Grey frunce las cejas y en automático retrocedo un paso—. ¿Por favor?

—Hmm —gira para mirar a alguien dentro de la habitación—. Bien. Ya han tenido mala suerte antes, supongo que ver el vestido media hora antes no hará diferencia.

—¡Ana! —escucho a Lay reír, y aparece por la pequeña abertura de la puerta—. ¿Qué pasa?

Le hago una seña para que venga conmigo.

—Necesito hablar contigo en privado.

Mi elección de palabras hace que Lay se preocupe, pero tengo qué mantener la sorpresa. Cuando ella sale completamente de la habitación, soy yo quien se queda sin palabras.

Lleva un vestido blanco muy bonito, ajustado a su figura pero bastante bohemio, justo como ella es. Pequeñas piedras en color rosa cuelgan en sus pendientes y sé que tomé la desición correcta con el anillo.

—Lay... Leila —corrijo—. Sé que es absurdo preguntarlo justo ahora, pero prometí que te daría un anillo y quiero hacerlo ahora.

Ella apoya su mano en mi brazo.

—Ethan, está bien. Puedo esperar un poco para que me des la alianza, ya dije que siempre la llevaré.

Tomo su mano, llevándola desde mi brazo hacia mi para colocar el anillo de compromiso en su dedo. El hermoso diamante brilla igual que ella.

Maldición —chilla—. ¡Es hermoso, Ethan! ¡Gracias!

Se lanza a mis brazos y me besa, dejando que su lápiz labial de color rosa se corra un poco. Tampoco me importa que lo haga, estoy feliz de tenerla cerca ahora que tengo los nervios de punta.

—¿Cuánto tiempo tenemos antes de la ceremonia? —Lay mira el delicado reloj de pulsera que lleva.

—Al menos 25 minutos, ¿Por qué?

Tengo una idea.

—Ven conmigo, nena. —tomo su mano, luego la llevo conmigo a una habitación libre.

Aprovechemos el tiempo libre...

Nuestro (Mío #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora