Capítulo 14. Leila.

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Justo como lo pensé, una ligera lluvia comienza a caer cuando oscurece. En otro momento, esta sería la noche perfecta para acurrucarse en el sofá frente a la televisión y compartir una taza de café con alguien importante. Pero como ya no puedo hacer eso, aparto la ropa seca para extender las últimas blusas húmedas sobre el sillón.

—Supongo que la taza de café es lo único que aún es posible.

Camino hasta la cocina para encender mi nueva cafetera de capuchinos roja, lleno el depósito de agua y leche, luego  espero a que todo se mezcle rápidamente.

La lluvia se vuelve más fuerte, pero aún así distingo el leve golpeteo contra la puerta de mi departamento. ¿Quién podría ser? Lidia no viene aquí, y Luke dijo que el sábado.

—¡Dijiste que el sábado, Luke! —grito, dirigiéndome a la puerta.

Cuando abro, no es Luke, ni Lidia, ni mi vecina de piso. Es Ethan, con la chamarra marrón empapada de lluvia y los ojos rojos de lo que parece ser llanto, su expresión destrozada.

—¿Ethan?

—Leila —dice, su voz ronca y entrecortada—. Mis papás se van a divorciar.

¿Qué?

¿Eamon y Agnes Kavanagh?

Las palabras le cortan la voz, haciendo obvio el nudo en su garganta. Está herido, puedo verlo en su expresión y desearía que nada lo lastimara de esta forma.

—¿Puedo pasar?

No lo pienso demasiado cuando abro la puerta para él y lo observo caminar hasta el sofá. Se deja caer en la alfombra del piso junto a la mesita de café como antes lo hacía y rápidamente alejo ese pensamiento.

Me concentro en tomar otra taza y preparar otro capuchino, o tal vez debería ofrecerle algo más relajante como un té. Luego llevo todo a la mesita de y me siento a su lado en la alfombra.

—¿Qué pasó?

Por un largo minuto nos quedamos en silencio, y cuando creo que no va a contestar, balbucea con la voz ronca.

—Él engañó a mi madre, y lo ocultó. —se pasa la mano por las cejas y suspira—. Mierda, incluso tengo una media hermana.

—¿Media hermana? —es mi turno de balbucear, incapaz de controlar mi asombro.

¿La chica de esta mañana? ¿La media hermana de Ana?

—Si, Katherine es su hija también.

Mierda, eso no lo ví venir. Y ahora entiendo la expresión de Ethan. Normalmente es un chico relajado que evita los problemas y las emociones complicadas, ¿Pero esto? Es difícil de esquivar.

—Entonces pelearon... —digo, esperando a que continúe hablando.

—Si. —suspira, dando un pequeño sorbo al café—. Mamá está muy molesta y herida, sugirió el divorcio porque dice que no soporta verlo.

—Debe ser difícil.

Y aún más difícil recordar la última vez que vi a Et llorar, no es propio de él tener este tipo de reacción. Parece que lee mi pensamiento, porque su mirada cae al piso.

—Sé que esto no debería afectarme tanto porque soy un hombre adulto, pero son mis padres, es mi familia ahí mismo —señala a nada en específico—. Yo los admiraba y aspiraba a tener el mismo tipo de relación que ellos porque parecen adorarse. ¡Dios, a veces parecen adolescentes!

Mantengo mis brazos cruzados sobre mi pecho para contener la extraña emoción que siento abrazarlo y consolarlo, es extraño ahora tener a Ethan en mi departamento como antes.

—Son humanos, Et. También comenten errores pero lo superarán, son demasiados años.

Sus ojos claros me miran, el rojo del llanto resaltando ligeramente los tonos verdes ocultos en su iris. Hace una pequeña mueca.

—Las relaciones perfectas no existen, Ethan. Todas tienen dificultades pero algunas son mejores para sortear los obstáculos.

—¿Y nosotros? —pregunta, girando su cuerpo hacia mi—. Cuatro años es mucho tiempo, Lay.

—Y luego terminamos —le recuerdo.

Su brazo se estira sobre el sofá, detrás de mí cabeza haciéndome sentir acorralada. No es que le tenga miedo a Ethan, es solo que sé que es un momento vulnerable para él.

—Pero Lay, fue un error terminar, sé eso.

—Et.

Antes de que pueda reaccionar, el brazo apoyado detrás de mí sujeta mi cabeza y me atrae hacia sus labios por un beso. La sensación de comodidad y algo familiar me hacen cerrar los ojos para disfrutarlo.

El rubio se acerca más, pegando su torso contra mi pecho mientras su boca me llena de recuerdos felices y planes de bodas. Aunque eso ya no existe, aún duele.

—No, basta —empujo su pecho ligeramente—. Ethan...

—Lay, tranquila, soy yo.

—Lo sé —empujo con más fuerza—. Sigues siendo el chico que rompió mi corazón.

Me aparto de él antes de que pueda volver a atraerme, en su intento de hacerme olvidar todo. No es eso lo que deseo que ocurra.

—Leila, ¿Que pasa? —imita mi movimiento y también se pone de pié—. ¡Vamos! Soy yo.

—Precisamente por eso, Ethan. Entiendo que estés abrumado por lo que pasó con tus padres, pero no puedes venir aquí como si nada hubiera pasado y tratar de enamorarme. Ya no confío en ti.

Se ríe, pero es una risa de incredulidad.

—¿Crees que esto es por ellos? Esto es sobre nosotros y el hecho de que nunca debimos separarnos.

Apoya las manos en la cintura cuando me enfrenta, tratando de lucir intimidante como cuando interroga a un criminal, y yo no soy eso.

—¡Eso fue lo que dije y terminaste conmigo! ¡Es muy tarde para nosotros ahora!

No puedo creer que esté teniendo está conversación ahora, en este preciso momento en el que él no está bien.

—Solo es tarde si tú no quieres —me acusa.

Tengo que alejarme ahora, ambos estamos muy alterados.

—Vete, por favor.

—Lay...

—No ahora, Ethan. No puedo. No puedo consolarte cuando aún me siento herida. Solo vete.

Presiona los labios con fuerza y resopla, pero hace lo que le pido y se dirige a la puerta. La abre, pero se detiene para mirarme.

—Te dejaré sola pero hay algo en lo que te equivocas, Leila. No estoy tratando de enamorarte —golpea su pecho con su dedo índice—. Jamás dejaste de amarme.

Luego sale de mi departamento, dejándome sola con mis pensamientos.

Nuestro (Mío #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora